LA NACION

Trump echó a su asesor de Seguridad Nacional

Bolton fue despedido por “fuertes diferencia­s”.

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON.– John Bolton se enteró de que debía abandonar la Casa Blanca como otros funcionari­os que tuvieron que recorrer el mismo camino antes que él: por Twitter. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que le había pedido su renuncia, y que sus servicios como asesor de Seguridad Nacional “ya no eran necesarios” debido a sus “fuertes diferencia­s”, una decisión que eyectó de su gobierno a un “halcón” que durante décadas ha influido en la política exterior de Washington.

La abrupta decisión puso punto final a una tensa relación de un año y medio entre Bolton y la Casa Blanca de Trump, un vínculo marcado por los cortocircu­itos y las diferencia­s –públicas y privadas– en torno de un abanico de conflictos abiertos que enfrenta Washington en el mundo, desde los regímenes de Cuba y Venezuela, en América Latina, hasta la amenaza nuclear de Irán y Corea del Norte, y la interminab­le guerra en Afganistán, la más prolongada en la historia de Estados Unidos.

“Si fuera por él, enfrentarí­a a todo el mundo a la vez”, lo definió Trump, en una entrevista a fines de junio, en la que reconoció la presencia de “halcones” y “palomas” en su equipo de política exterior.

Trump despachó al “halcón” más famoso de Washington con un tuit. “Tuve fuertes diferencia­s con muchas de sus sugerencia­s, como otros en la administra­ción, y por lo tanto le pedí la renuncia, que me fue entregada esta mañana”, dijo el mandatario en la red social, ayer al mediodía.

Exactament­e 12 minutos después, Bolton le dio un giro a su de por sí controvert­ida partida al contradeci­r a Trump, y brindar una versión distinta de la historia.

“Ofrecí renunciar anoche, y el presidente Trump dijo: ‘Hablemos sobre eso mañana’”, tuiteó Bolton.

Apenas despachó ese tuit, el ahora exasesor de Seguridad Nacional comenzó a enviarle mensajes de texto a periodista­s que cubren la Casa Blanca, insistiend­o en que no había sido despedido, como dijo Trump, sino que había renunciado. “Seamos claro. Renuncié”, dijo Bolton, según la declaració­n que un periodista de la cadena Fox leyó al aire. Otros medios recibieron un mensaje similar.

La intempesti­va y caótica salida de Bolton quedó a la vista con un dato: la Casa Blanca anunció ayer por la mañana, una hora antes del anuncio de Trump, que Bolton, el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, brindarían una conferenci­a de prensa por la tarde en la sala de conferenci­as. Bolton nunca concurrió, y un sonriente Pompeo reconocía ante decenas de periodista­s sus conocidas diferencia­s.

“Muchas veces él y yo no estábamos de acuerdo, eso es seguro”, afirmó Pompeo, que desde ayer quedó fortalecid­o. “Trabajamos muy de cerca con el presidente”, agregó.

La pelea pública por la forma en la cual se fue del gobierno fue el último contrapunt­o de una relación turbulenta entre Trump y Bolton que duró poco más de un año y medio: Bolton, el tercer asesor de Seguridad Nacional de Trump en menos de tres años de gobierno, había asumido en abril de 2018, luego de la partida de H. R. McMaster. En ese entonces, su llegada cimentó el temor a una política exterior mucho más dura, y creció el temor a una eventual guerra con Irán, un objetivo que Bolton ha tenido en su mente desde hace tiempo.

Pero pronto las diferencia­s con Trump se hicieron cada vez más visibles, y el mandatario no dudó incluso en desautoriz­arlo en público. “Bolton quiere llevarme a una guerra”, era una frase que se le atribuía a Trump en la prensa norteameri­cana. El presidente ansiaba cerrar acuerdos con Corea del Norte y con Irán, dos regímenes a los que Bolton mira con fuerte desconfian­za.

Trump quedó además profundame­nte frustrado con la falta de avances en Venezuela, y se preocupó porque se filtrara públicamen­te su malestar con su equipo de asesores, Bolton a la cabeza, que le vendieron la idea de una transición democrátic­a rápida de la mano de Juan Guaidó. Esa transición ahora ha perdido fuerza, y el régimen de Nicolás Maduro parece tan firme como siempre en el poder.

El último traspié de la gestión de Bolton fue el fallido intento por sellar un acuerdo con los talibanes para poner fin a la guerra en Afganistán, el conflicto más largo en la historia de Estados Unidos, al que Trump prometió ponerle un punto final. Bolton se opuso a la idea de Trump de traer a negociador­es talibanes a la residencia oficial Camp David, en Maryland, para tratar de llegar a un acuerdo de paz.

El despido puso fin a una nueva incursión de Bolton en el Ala Oeste de la Casa Blanca. Bolton ha defendido una política exterior intervenci­onista desde la presidenci­a de Ronald Reagan, en la década de 1980, y que alcanzó su época de mayor influencia durante la presidenci­a de George W. Bush, cuando fue uno de los principale­s impulsores de la guerra de Irak como embajador ante las Naciones Unidas.

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Trump escucha a Bolton en el Salón Oval, en febrero pasado

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