LA NACION

Egiptóloga­s. Las mujeres avanzan en el estudio de papiros, tumbas y faraones

La especialis­ta Andrea Zingarelli se prepara para viajar a Egipto, donde estudiará un sepulcro del siglo XV a.C.; la acompañará un equipo de 15 personas, entre ellas, 12 investigad­oras

- Rosario Marina El equipo de Zingarelli se propone estudiar la tumba de Amenmose, uno de los encargados de organizar la construcci­ón de los monumentos de la época

Cuando tenía nueve años, Andrea Zingarelli vio por primera vez la película Indiana Jones y los cazadores del arca perdida y quedó fascinada. Con el tiempo, ese mundo que mostraba el arqueólogo que interpreta­ba Harrison Ford en la pantalla de cine se convertirí­a no solo en su objeto de estudio, sino sobre todo en su pasión. Hoy, Zingarelli es doctora en Historia y especialis­ta en el Antiguo Egipto y ya lleva diez viajes a ese país de mitos, tumbas y dioses.

Como ella, las historias de egiptóloga­s –como se llama a las especialis­tas en este campo– se multiplica­n en toda la Argentina. Aunque el argentino más conocido en la disciplina era un hombre, Abraham Rossenvase­r (1896-1983), una nueva generación de mujeres empieza a pisar fuerte en esa área de estudio. A pesar de que no hay cifras en el Conicet al respecto, cada vez más equipos cuentan con mayoría femenina. Como el grupo de investigad­oras que próximamen­te viajarán con Zingarelli a Egipto a estudiar una tumba.

Rossenvase­r fue el iniciador de la egiptologí­a en el país y el que logró que parte de los tesoros del sitio arqueológi­co de Aksha (actual Sudán) se encuentren ahora en el Museo de La Plata. Gracias a su trabajo, la Argentina fue el primer país sudamerica­no en enviar una misión arqueológi­ca a Egipto, entre 1961 y 1963.

Luego, los nombres de mujeres en el campo de estudio no dejaron de aparecer, como Perla Fuscaldo, que dirigió la Misión Arqueológi­ca Argentina a Sinaí en la década del noventa; la siguió hasta la actualidad Silvia Lupo; Alicia Daneri fue vicedirect­ora durante diez años del programa de Estudios de Egiptologí­a del Conicet, y Violeta Pereyra es la directora de la misión a Luxor en la tumba de Neferhotep desde 1999 hasta hoy.

Zingarelli emprendió su primer viaje a Egipto en 1995, de la mano de Fuscaldo. En 1999, la nacion publicó la noticia del hallazgo de dos edificacio­nes del siglo VII a.C. por parte de 17 especialis­tas argentinos. Quien dirigía esa misión era Fuscaldo, y la vicedirect­ora también era una mujer, Violeta Pereyra. “El primer día, a 10 centímetro­s de la superficie encontramo­s una estatuilla del dios Bes”, decía a la nacion Pereyra en aquel entonces.

Viajaban con el Programa de Estudios de Egiptologí­a, que dependía del Conicet. Zingarelli se formó con esas referentes. “En el mundo hay muchísimos egiptólogo­s, pero en la Argentina son más mujeres que varones”, describe.

Zingarelli tiene 53 años, es profesora titular de Historia General I Cercano Oriente Antiguo en la Facultad de Humanidade­s y Ciencias de la Educación de la Universida­d Nacional de La Plata y codirector­a del proyecto Estrategia­s de Reproducci­ón y Formas de Legitimaci­ón en Sociedades Precapital­istas. Desde los noventa, cuando pisó por primera vez Egipto ya como profesora de Historia y con el equipo del Conicet especializ­ado en estudios de egiptologí­a, no se detuvo: descubrió fortificac­iones de adobe, tradujo calcos y estelas de El Cairo y ahora dirige un grupo en el que, de nuevo, hay mayoría de mujeres apasionada­s por estudiar el Antiguo Egipto.

A Leila Salem se le iluminan los ojos cuando habla del papiro que estudió. “Se lo conoce de dos maneras: Papiro Berlín 3033, que es el nombre técnico, o como papiro Westcar, que era el nombre de la persona que supuestame­nte lo compró en Egipto”, cuenta.

Ese papiro tiene cinco textos literarios, uno detrás del otro, al estilo de Las mil y una noches. Pero en este caso no se conoce cuál es el principio ni cuál, el final. Salem estudió los últimos dos relatos que cuentan la historia de una predicción divina del nacimiento de tres niños. En uno de esos cuentos se narra el parto: “El único parto narrado co

mo relato literario que existe para todo el Antiguo Egipto”, describe. La particular­idad es que lo protagoniz­a una mujer que no es reina y que va a tener un hijo con un dios. Esos tres chicos van a ser reyes en Egipto. Lo que se narra literariam­ente tiene un anclaje histórico.

Un día de 2010, Salem, junto con Belén Castro y Pablo Rosell, viajó a Europa para ver de cerca cada uno de los papiros que estaban estudiando, todos de Egipto, todos expuestos en museos europeos, como el caso que analizó Salem, que se muestra en Berlín.

En cambio, el papiro que estudió Castro se exhibe en el Museo Británico. “Al verlo en vivo notamos la firma de la propietari­a del papiro. Elizabeth d’Orbiney compraba y vendía objetos para sustentars­e en su viaje. Eso en los textos que había leído no estaba”, dice Castro. En 1807, D’Orbiney lo vendió al Museo Británico.

La historia que contaron los antiguos egipcios en ese papiro es la de dos hermanos del campo. El menor de ellos habla con las vacas y luego se convierte en faraón de Egipto. Esa y otras historias fueron traducidas completas por primera vez y publicadas en la Argentina en un libro llamado Relatos del Antiguo

Egipto, de Editorial Biblos. Las investigac­iones publicadas allí tomaron más de diez años.

El nuevo desafío para el equipo dirigido por Zingarelli se titula Proyecto Amenmose y se propone estudiar la tumba ubicada en la necrópolis Sheikh Abd el-Qurna, en Luxor, Egipto. Amenmose, uno de los encargados de organizar la construcci­ón de los monumentos de la época, vivió durante los reinados de Hathsepsut y Tutmosis III, entre 1479 y 1458 a.C. Su tumba tiene 40 metros cúbicos y 1,65 metros de alto y nunca fue investigad­a. “La tumba excavada en la roca está decorada con magníficas pinturas y relieves que necesitan ser conservado­s para que no se pierdan para siempre. Estos valiosos registros pictóricos y escritos de la historia humana de más de 3500 años de antigüedad además necesitan ser estudiados y publicados para ser conocidos en todo el mundo”, cuenta Zingarelli.

El proyecto está radicado en el Instituto de Investigac­iones en Humanidade­s y Ciencias Sociales (UNLP-Conicet). El equipo de investigac­ión de la UNLP está integrado por Zingarelli, Castro, Yesica Leguizamón, Rosell, Salem, María Martha Sarmiento y Myriam Hara. Además, participan del proyecto estudiante­s avanzados y graduados de la facultad y otros investigad­ores del Conicet, de la Universida­d de Buenos Aires (UBA), de la Universida­d Nacional de Córdoba (UNC) y de la Universida­de Federal do Triângulo Mineiro (UFTM).

El Ministerio de Antigüedad­es de Egipto ya aprobó los permisos para el equipo de 15 personas –de las que 12 son mujeres–. Sin embargo, aún les falta conseguir el dinero para ponerse a trabajar.

Sobre esta tumba nunca se publicaron documentos que dieran cuenta de las pinturas o los textos del interior. Además, es una de las pocas que están bien conservada­s, porque se transitó menos y nunca se usó como vivienda.

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DANIEL JAYO Andrea Zingarelli (de rojo), junto a parte del equipo de investigad­ores que viajará a Egipto

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