Gracias, padre Opeka
El domingo pasado, dos argentinos ilustres se encontraron en Madagascar. El papa Francisco vio cómo el sacerdote Pedro Opeka, a quien llaman “el albañil de Dios”, logró el milagro de inculcar en una de las poblaciones más pobres del África, la cultura del trabajo: 25.000 personas construyeron sus propias casas en cinco pueblos de la región, 10.000 chicos asisten a las escuelas y 4000 trabajan en canteras, artesanías, fabricación de muebles y servicios comunitarios. “Dios vino al mundo para hacernos libres, no esclavos”, repite como un mantra el cura argentino que figura como candidato para recibir el premio Nobel de la Paz. Discípulo de Jorge Bergoglio, cuando estudiaba Teología en el seminario de San Miguel, el padre Opeka aplica una fórmula infalible para salir de la pobreza: trabajo, disciplina y honestidad. Ojalá estos ejemplos inspiren a otros discípulos del papa Francisco, que lideran los movimientos piqueteros que viven de las dádivas del Estado, e impiden el libre tránsito de quienes deben ir a ganarse la vida y pagar impuestos, para que ellos puedan darse el lujo de vivir sin trabajar.
Luis E. Luchía-Puig luisluchiapuig@gmail.com