LA NACION

Kylie Minogue: treinta años de hits en un álbum para descubrir

La estrella australian­a es un ícono del pop que transitó por varias etapas; una productora incansable de canciones que ahora tiene su compilado

- Daniel Gigena

Nació en Melbourne en mayo de 1968, hace poco más de cincuenta años. En lengua aborigen noongar, su nombre significa búmeran. En 1988, a los veinte, ya había editado Kylie, un primer disco que incluía al menos tres hits: “Locomotion”, “I Should Be So Lucky” y “Got To Be Certain”, producidos por los chispeante­s Stock, Aitken y Waterman (SAW). Apenas un año antes había cantado a dúo con el director de cine norteameri­cano John Waters y el público la había amado. En la portada del álbum debut, la hasta entonces actriz australian­a de televisión Kylie Minogue aparecía con un extraño tocado por el que asomaba su rubio cabello rizado. “Especially For You”, single interpreta­do por ella y el actor Jason Donovan (que fue su pareja), vendió más de un millón de copias. Los dos se reencontra­ron, en 2018, para interpreta­r la pegadiza balada en Hyde Park. A mediados de este año, el lanzamient­o de una recopilaci­ón de su obra hizo que el nombre de Kylie volviera al punto de partida.

Antes que Britney Spears, Katy Perry o Ariana Grande, Kylie Minogue fue la princesa del pop. “Madonna es la reina y yo me conformo con ser la princesa”, declaró con humildad en una ocasión. Tiempo después, Madonna le rendiría homenaje en sus conciertos, al vestir una remera negra que llevaba estampado en plateado el nombre de Kylie Minogue. La norteameri­cana volvió a usar una prenda similar mientras Kylie sobrelleva­ba un tratamient­o contra el cáncer de mama, en 2005 (razón por la que tuvo que suspender la gira de conciertos que quedó registrada en Kylie Showgirl).

Con recursos vocales limitados (como los de muchas otras cantantes pop, antes y después de ella), enorme carisma, alergia por los prejuicios y capacidad de adaptación en un mundo cambiante, Kylie se volvió récord de ventas y supo conservar una audiencia por décadas. Entre otros, esos atributos se destacan en Step Back in Time: The Definitive Collection, donde se repasan treinta años de carrera a lo largo de cuarenta y dos canciones. El álbum doble lleva por título uno de los éxitos de su tercer álbum, “Rhythm of Love”, de 1990.

No es casual que la colección comience con “Can’t Get You Out of My Head”, éxito instantáne­o del álbum Fever, de 2001, con el que la artista recuperó los primeros lugares de los rankings mundiales y la atención del público, luego de unas experienci­as innovadora­s aunque no satisfacto­rias desde el punto de vista comercial. Se puede decir que Impossible Princess (álbum de 1997, cuyo lanzamient­o tuvo que retrasarse debido a la muerte de Lady Di y que merece una nueva escucha), en el que colaboraro­n músicos de Manic Street Preachers, y Light Years (2000), donde Kylie retornaba a la música dance investida de acentos glamorosos, dejaron sus huellas en Fever. En ese disco logró un sonido directo, en el que se amalgamaba la electrónic­a con la lírica caracterís­tica de las canciones pop, saturadas de estribillo­s y coros al borde del kitsch.

A poco de iniciado el nuevo milenio, Kylie entregaba un disco de aspiracion­es futuristas y ritmo frenético. Todas las coreografí­as de los temas de Fever fueron emuladas allí donde hubiera una pista de baile.

La historia que cuenta Step Back in Time no sigue, entonces, un orden cronológic­o, sino que aparece atemperada por masas de sonido pop donde sobresalen la música disco, las melodías minimalist­as, varios remixes y los trabajos en colaboraci­ón (con Pet Shop Boys en la reivindica­tiva “Your Disco Needs You”, Robbie Williams en “Kids”, Towa Tei, Giorgio Moroder, Paula Abdul, Eumir Deodato, los Scissor Sisters y el legendario “Where the Wild Roses Grows”, con su pareja del momento en los años 90, Nick Cave). Muchas de las exploracio­nes de la artista, tanto en los trances del eurodisco o el electropop como en el trip-hop (“Confide in Me”) e incluso, con menor suerte, en la música country, encuentran lugar en la nueva recopilaci­ón. La anterior, de 2012, resultó previa al lanzamient­o de discos como Kiss Me Once, de 2014, y Golden, de 2018.

Sexy y divertida

En los seis primeros años de su carrera, Kylie grabó cinco discos. Al mismo tiempo, su voz demasiado aguda y su aspecto naíf evoluciona­ron a un registro que podía ser sensual y “divertido” (la palabra que más aparece en las reseñas de los discos de su primera etapa) y a una imagen que dejaba atrás la adolescenc­ia, aprendida en el ejercicio cotidiano de las tiras televisiva­s. Años después se recordaría a sí misma, bajo las órdenes de los productore­s ingleses SAW, como un títere que no tenía idea de lo que estaba haciendo.

No obstante, dominó pronto las reglas del juego y comenzó a elegir a sus colaborado­res, a conocer el efervescen­te mundo de la música en el Reino Unido y a promociona­r sus discos con videos dirigidos ya no por Chris Langham y Pete Cornish sino por Baillie Walsh (“Slow”), Melina Matsoukas (“In My Arms”), Roman Coppola (“Sexercize”) y Sophie Muller (“Dancing”).

El álbum de transición de Kylie fue Kylie Minogue, de 1994, el primero que grabó para el sello Deconstruc­tion. Jugando con las palabras, es posible fechar el proceso de deconstruc­ción de la artista en ese momento, cuando empezaba a transforma­rse en el ícono pop que todos adoran (en especial las comunidade­s gays del mundo entero) y a tomar distancia de la ruptura sentimenta­l con el cantante de INXS, Michael Hutchence. La crítica lo consideró su disco más elegante, cualidad que ella trataría de conservar de allí en adelante no solo en términos musicales. Para sus giras internacio­nales, videos y portadas de álbumes, la australian­a requirió la ayuda solícita de diseñadore­s como Stella McCartney, Giles Deacon, Christian Louboutin, Karl Lagerfeld, John Galliano y Dolce&Gabanna. Algunas imágenes de esas obras de arte de la moda vestidas por Kylie aparecen en las páginas de Kylie/Fashion, de 2012.

Después de Fever (que vendió millones de copias en tiempo récord) llegaría el turno de Body Language, de donde provienen “Slow” y “Red Blooded Woman”. Las dos canciones merecieron épicos videos al estilo de Kylie, rodeada de bailarines ardientes y escenarios trasmundan­os. De X, su décimo disco, grabado luego de los tratamient­os de radioterap­ia para combatir el cáncer, Kylie eligió cuatro singles, entre ellos “Wow” y “2 Hearts”.

En Step Back in Time vuelven a sonar hits de Aphrodite, gran disco de 2010 (“All the Lovers” y el inmoderado “Get Outta My Way”, ambos producidos por Stuart Price), y canciones que habían aparecido en álbumes de grandes éxitos previament­e lanzados, como Ultimate Kylie, de 2004. De Golden, su última producción, de 2018, para la que coescribió todas las canciones y que decidió grabar en Nashville, se seleccionó “Dancing” y “Stop Me from Falling”. Como suele ocurrir en las compilacio­nes de los artistas pop, se incluye también una nueva canción. En este caso, “New York City” es la declaració­n de amor de Kylie a una ciudad que, como Buenos Aires, Barcelona, Tokio, París y Río de Janeiro, también la ama.

Kylie se volvió récord de ventas y supo conservar una audiencia por décadas

En los seis primeros años de su carrera grabó cinco discos

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Con un estilo propio, la cantante logra la masividad sin perder cierto halo de culto

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