LA NACION

SALE A LA VENTA LA ÚLTIMA DE SUS OBRAS EN MANOS PRIVADAS

Está en España y allí volverá tras la subasta de octubre, en Londres; la historia de Cambó, coleccioni­sta devoto del Quattrocen­to que se emocionaba con el Retrato de Michele Marullo Tarcaniota

- José Ángel Montañés EL PAíS

MADRID.– Retrato de Michele Marullo Tarcaniota, de 1491, considerad­o una obra maestra dentro de la retratísti­ca de Botticelli, es también la última obra del pintor del Quattrocen­to que se conserva en manos privadas. En 1929, lo adquirió el político y mecenas catalán Francesc Cambó (1876-1947). Sus herederos, custodios de la pintura, han decidido ponerla a la venta en la prestigios­a feria Frieze Masters, que se celebra entre el 3 y el 6 de octubre en Londres. Lucirá en el stand de la galería inglesa Trinity Fine Art, como confirma su directora, Valentina Rossi. La galería ha encargado el estudio de la obra al experto Carl Brandon Strehlke, comisario emérito del Museo de Filadelfia, responsabl­e de la exposición “Fra Angelico y los inicios del Renacimien­to en Florencia”. La familia prefiere no confirmar ni desmentir la venta, pero reconocen que “si surge una oportunida­d” la aprovechar­án.

La obra está declarada bien de interés cultural (BIC) desde 1988. Eso impide su salida de España sin el permiso de la Junta de Calificaci­ón, Valoración y Exportació­n de Bienes del Patrimonio Histórico. Fuentes del Ministerio de Cultura señalan que el retrato es inexportab­le, “pero puede salir de España con un permiso de exportació­n temporal, como el que tiene en la actualidad”. “Los propietari­os de esta pintura son consciente­s de que la obra es BIC y que ello comporta una limitación para su venta: pueden ofrecerla, pero el comprador tendrá que ser consciente de que esa pintura no va a poder desvincula­rse de España nunca y que tendrá que cumplir con todos los requisitos y garantías que la normativa exige”.

La obra viajará a Londres para venderla a un coleccioni­sta que no podrá sacarla de España. Sobre si existe interés del Estado en adquirirla, las fuentes ministeria­les dijeron que “serán los propietari­os los que en su momento deban notificar al Estado si existe posibilida­d de venta o no”.

La familia depositó la obra en el Museo del Prado entre 2004 y 2017, decisión que causó malestar en el Museo de Arte de Cataluña (MNAC). Tras el préstamo ininterrum­pido de 12 años acabó por no cerrarse la compra de la obra por el Estado, que en 2010 compró al Prado por 7 millones de euros El vino de la fiesta de san Martín, de Brueghel. Durante su depósito, el gobierno tasó la pieza en 60 millones de euros para asegurarla con la garantía del Estado. Es la cantidad con la que podría salir al mercado, aunque, como ocurre con este tipo de obras, el precio no ha trascendid­o.

“Cambó sentía verdadera veneración por sus obras; más que disfrutarl­as en su visión, las gozaba en su presencia, casi por su compañía”, aseguraba Joan Sureda i Pons en el catálogo de la exposición Colección Cambó, que se montó en el Prado y en el MNAC, entre 1990 y 1991. Tenía sus favoritas, y entre todas “la perla” de su colección era –tal y como dejó por escrito Cambó en sus diarios Meditacion­s– el cuadro en venta: “Qué emoción al ver el gran retrato de Botticelli; he revivido las horas de hechizo que había pasado en Barcelona, contemplán­dolo en mi salón de la [vía] Laietana... En 10 años que lo tengo, solo cuatro ha vivido en mi compañía”.

El conjunto de pinturas del Quattrocen­to que adquirió Cambó tiene un peso capital en su colección. Eran una veintena de obras, de las cuales cinco estaban atribuidas a Botticelli, lo que dio pie a Cambó a afirmar que con alguna compra más su colección del pintor florentino se podría comparar con la de los Uffizi. Aunque hubo matices sobre las atribucion­es de alguna de las piezas, nadie pone en duda la mano de Botticelli en el retrato del soldado, poeta y humanista Marullo Tarcaniota, “verdadera obra maestra no ya del autor, sino del género del retrato renacentis­ta”, según Sureda i Pons. La huella del maestro se descubre en la concisión del contorno de la figura y en la mirada severa, heredada de Masaccio. La obra fue realizada al temple sobre tabla, pero fue traspasada a tela y recortada en sus dimensione­s en 1864. Las muchas restauraci­ones sufridas dificultar­on la atribución del cuadro, que fue aceptada definitiva­mente de 1906. Durante muchos años se pensó que era obra de Filippino Lippi. Siempre han llamado la atención la fuerza de la figura que emerge sobre el negro y el castaño de los cabellos. Temible y elegante.

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Realizada hacia 1491, es una de las joyas de la retratísti­ca de Botticelli

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