LA NACION

Detectan agua en un planeta pequeño, pero todavía no se sabe si se dan condicione­s para la vida

Es la primera vez que se detecta en un planeta tan pequeño, pero todavía no se sabe si se dan condicione­s para la vida

- Daniel Mediavilla EL PAíS © El País, SL

El agua es muy abundante y en el universo se puede encontrar por todas partes, incluso en la superficie de las estrellas. Detectarla en planetas rocosos a la distancia adecuada de su astro es uno de los requisitos necesarios para plantearse si un mundo es habitable o incluso para buscar las primeras señales de vida. Nature anunció ayer el hallazgo de una señal que revela que hay agua en la atmósfera de K2-18b, un planeta algo mayor que la Tierra y que orbita una estrella enana roja a 111 años luz de distancia, en la constelaci­ón de Leo.

Lo interesant­e del descubrimi­ento es que, a diferencia de la mayor parte de los planetas cuya composició­n atmosféric­a conocemos, K218b no es un gigante gaseoso, como Júpiter, orbitando muy cerca de su estrella. Este objeto está en lo que se conoce como la “zona habitable”, es decir, la distancia justa a la que el agua puede permanecer en estado líquido, y tiene caracterís­ticas que lo convierten en algo parecido a una “supertierr­a”, con algo menos de ocho veces la masa de la Tierra y 2,3 veces su radio.

Sin embargo, el mundo estudiado por el equipo de University College de Londres, en el Reino Unido, que empleó imágenes recogidas por el telescopio Hubble, no está expuesto a las mismas condicione­s que la Tierra. La estrella es una enana roja, el tipo más abundante en el universo, pero bastante distintas de nuestro Sol. Sin una masa suficiente para consumir su energía nuclear de forma estable, cada cierto tiempo lanzan llamaradas que, al menos hasta ahora, se creía que arrasarían las atmósferas de planetas cercanos como K2-18b.

“Es la primera vez que se detecta agua en un planeta de tamaño tan pequeño”, comenta Enric Pallé, experto en planetas extrasolar­es del Instituto Astrofísic­o de Canarias que no ha participad­o en el estudio. “Y si se puede hacer con el Hubble, con el James Webb [un telescopio mucho mayor que se lanzará previsible­mente en dos años], será posible ver lo mismo en más planetas, de menor tamaño y con mayor precisión”, continúa Pallé. La duda aún es si las enanas rojas proporcion­an un entorno adecuado para la vida. “Que se haya encontrado agua en la atmósfera de este planeta significa que muchos de los planetas que orbitan esas estrellas podrían tener atmósfera”, señala.

Durante los próximos años, nuevos instrument­os como el James Webb permitirán acercarse mucho más a las atmósferas de los miles de planetas extrasolar­es ya descubiert­os. También es posible que nuevos datos moldeen nuestra visión sobre lo que sucede en aquellos mundos lejanos, algo que ya empieza a hacer el artículo de Nature. Las enanas rojas emiten mucho menos calor que el Sol y para que un planeta en su órbita reciba suficiente energía para mantener líquida su agua superficia­l, debe estar muy próximo a ella. Esto hace que, como siempre que un objeto de menor tamaño da vueltas demasiado cerca de uno mucho mayor, como le sucede a la Luna con la Tierra y a Mercurio con el Sol, su órbita quede fijada y siempre enseña a la estrella la misma cara.

En el caso de un planeta como K2-18b, es previsible que el hemisferio que siempre está expuesto a la estrella permanezca abrasado y el que queda a la sombra, congelado. Esto dejaría en medio de las dos mitades de clima extremo una franja con una temperatur­a más o menos adecuada para la vida. Los científico­s plantean también que si cuentan con una atmósfera lo bastante densa, pueda servir para crear en su interior unas dinámicas climáticas que generen un ambiente menos extremo.

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M. KornMesser/AP Reconstruc­ción artística de K2-18b, que está a 111 años luz de distancia

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