LA NACION

Lautaro Martínez se afianza Sigue haciendo goles en la selección y apunta a ser el nueve titular del equipo de Scaloni.

Bahiense y fan del básquet, por la mañana de un día que sería inolvidabl­e conoció a Ginóbili; por la noche brilló en la vieja cancha de los Spurs

- Cristian Grosso

Inolvidabl­e 10 de septiembre de 2019 para Lautaro Martínez, vaya obviedad. Tres latigazos, un hat-trick en apenas 22 minutos para clavarse en la historia de la selección y desempolva­r marcas escondidas detrás de décadas. Pero si la noche fue soñada, las primeras horas en San Antonio ya le habían anticipado que se trataría de una jornada de colección. Lautaro nació y creció en Bahía Blanca. En el barrio Villa Mitre, y la pared de su casa lindaba con el club, el ‘Tricolor’, al que alguna vez llevó sus diabluras el Loco Hernán Montenegro. El básquetbol lo atraviesa al Toro. Su hermano Jano, el menor de los tres varones Martínez, es base de Villa Mitre en el Torneo Federal. Por eso desató un ruidoso festejo cuando la Argentina cerró el triunfo sobre Serbia en el Mundial de China, pero de inmediato La u ta ro quedó paralizado cuando le avisaron que Emanuel Ginóbili estaba camino al hotel St. Anthony, bunker de la selección. “¿Viene Ginóbili?”, preguntaba mientras crecí ala ansiedad. Abrazo, fotos, algunas bromas bahienses, obligatori­o scom en tariosbasq­u et bolís tic os y los mejores deseos de Manu para la noche. Vaya talismán.

Lautaro trituró a México. Determinan­te para que la selección construyer­a la victoria desde una voracidad que agradeció todas las desatencio­nes defensivas del equipo de Gerardo Martino. Y el escenario se sumó a una singular cadena de coincidenc­ias. Martínez desenfundó para quedar en el recuerdo en el Alamodome..., que hasta 2002 fue la casa de los Spurs. Templo histórico de la franquicia texana, testigo del primer anillo en la NBA del conjunto de Gregg Popovich. Una cancha en la que Ginóbili no alcanzó a jugar, pero sí visitó en distintas celebracio­nes de los Spurs. Manu nació en Bahía Blanca en 1977. Lautaro… dos décadas después, en 1997. Pero de alguna manera coincidier­on anteayer. Lautaro preparó el tiro y embocó. Infalible en cada lanzamient­o. “Completo, fue el día perfecto desde la mañana hasta la noche”, le contó ayer a a la nacion modo de resumen, poco antes de embarcarse rumbo a Milán. El sábado, Inter será local ante Udinese y Antonio Conte lo espera.

Las vacaciones en Monte Hermoso pertenecen a un pasado no tan lejano para Lautaro; por cierto, el mismo destino en la infancia de

Manu. Conocer a la leyenda lo puso mucho más nervioso que enfrentars­e con el arquero Guillermo Memo Ochoa. “Disfruto tanto de mirar básquet como de ver partidos de fútbol. Me entretengo mucho mirando básquet. Es un deporte que me encanta, lo jugué mucho tiempo. Si no estuviese jugando al fútbol, estaría jugando al básquet. Me he entrenado en ambos deportes y finalmente elegí el fútbol”, le confesó Martínez a a principios de este año. la nacion Ese es Lautaro. El que tirando al aro participó de un homenaje a Andrés Nocioni, el que se emocionó con la visita de ‘Pepe’ Sánchez a la concentrac­ión de Racing, y el que cuando la agenda se lo permita se perderá en el fantástico mundo de la NBA como un espectador más.

Porque si juega Golden State, Lautaro Martínez está pendiente. Trata de no perderse los partidos, intenta seguirlos desde su casa, en la computador­a o en el celular. Especialme­nte si juega Stephen Curry, el base de los Warriors que despierta su admiración. Pero el fútbol es su vida y la selección se frota las manos cuando imagina el futuro de ambos. Puede jugar de 9, o junto con Sergio Agüero compartir el ataque. Lo concreto es que la titularida­d está asegurada. Ya son nueve goles, casi en serie, con Scaloni como jefe: Irak, Venezuela, Nicaragua (2), Qatar, otra vez a Venezuela, y la ráfaga por tres contra México. Todo en menos de un año.

En 2016 llegó a la selección juvenil: ganó el torneo de L’Alcudia, fue el goleador y el mejor futbolista del torneo. En 2017, entre el Sudamerica­no y el Mundial Sub 20 marcó siete goles en 11 partidos. En 2018 debutó en la mayor e integró la lista de 35 premundial­istas de Sampoali. Se perdió el Mundial de Rusia, pero a la vuelta, y ya con Scaloni, marcó su primer tanto ante Irak. En 2019 construyó su primer hat-trick, es el capocannon­iere de la era de la renovación y acaba de igualar un récord que desde hace 42 años permanecía blindado, cuando Daniel Bertoni también convirtió por triplicado en un tiempo, en 1977. Sí, la noche del debut de Diego Maradona contra Hungría, en la Bombonera.

Lautaro vivió en Bahía Blanca. También en Punta Alta y en Olavarría, zarandeado por las propuestas laborales que recibía su padre, Mario, un lateral izquierdo que recorrió muchas canchas desde la Liga del Sur, los viejos torneos regionales y hasta la B Nacional. Lautaro ahora vive en Milán, Milano, como dice él cada vez que cita a la metrópoli de la Lombardía. Tiene domicilio en el centro junto con su novia, la mendocina Agustina Gandolfo. Ayer volvieron a estallar los rumores sobre una futura mudanza a Barcelona. “Sería lindo verlo junto a Leo –coqueteó Alberto Yaqué, su representa­nte–. Fue muy lindo verlo jugar tan suelto y contento. Lo que se propone, lo consigue”.

Los goles lo obsesionan a los 22 años. ¿Cuántos había convertido Diego Maradona después de jugar los primeros 13 partidos en la selección argentina? Cuatro. ¿Y Lionel Messi con el mismo corte comparativ­o? Apenas dos. Atropella Lautaro Martínez, pero lo más trascenden­te es que el tiempo juega en su favor. Apunta y encesta este afilado tirador. La joya de otra Generación.

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