LA NACION

Detectan un posible riesgo de tsunami en el lago Traful

El descenso de la placa sobre la que se asienta el bosque sumergido es veloz.

- Maximilian­o Buss

Una ola gigante emerge desde las profundida­des del lago y arrastra todo a su paso. Como en una escena de la película La última ola (Noruega, 2015), esto podría sucederle (si se diera el peor escenario posible) a Villa Traful, un pequeño pueblo turístico de la provincia de Neuquén.

“No es un mito ni una locura. Luego de varios estudios concluimos que podría ocurrir un tsunami en la costa del lago Traful que podría causar serios problemas si nadie hace nada”, alerta el geólogo de la Universida­d de Buenos Aires (UBA) e investigad­or del Conicet Andrés Folguera. Aunque enseguida aclara que esto podría suceder en un mes o en cien años.

Villa Traful está al borde del lago, dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi. Allí viven unas 400 personas, que aprovechan al máximo la actividad turística de la zona, sobre todo en verano. Una de las atraccione­s es la visita al Bosque Sumergido, una ladera montañosa que en 1940 empezó a desplazars­e hacia el fondo del lago.

“Hicimos un monitoreo a lo largo de los últimos ocho años y notamos que la ladera se mueve de manera acelerada y podría producirse un desmoronam­iento de esa pared con alto riesgo de que se produzca un tsunami”, afirma Folguera a la nacion.

El bloque inestable es de tres kilómetros de ancho y 10 de largo, y se desplaza unos ocho metros cada dos décadas. “Es un movimiento muy rápido. Y si en algún momento se desmoronar­a, se podría generar un tsunami”, insiste.

Andrés tiene 49 años y nació en Chile, pero vive en Buenos Aires desde los tres años. A Villa Traful llegó por primera vez en 2007, cuando paseaba por el sur junto con su familia.

“El lago lo conocí gracias a un poblador dueño de lanchas que me llevó a recorrerlo. Me acuerdo de que me comentó que las ramas de los árboles se hundían cada vez más. Así empezó todo”, cuenta.

Luego de varios estudios, publicados recienteme­nte en la revista científica Journal of South American Earth Sciences, los científico­s determinar­on que en 22 años los árboles se hundieron unos ocho metros. “Muchos árboles que medían 15 metros quedaron debajo del agua”, explica Folguera.

El lago Traful está en un valle de cordones de fractura, como muchos de los lagos del sur, que fueron esculpidos por los glaciares. “Los tsunamis en ese tipo de lagos son comunes, y cuanto más profundos sean, más grande será la ola. Los tsunamis en los lagos son más grandes que los oceánicos”, indica.

El Traful tiene unos 300 metros de profundida­d, por lo que una ola alcanzaría 100 metros de altura y llegaría hasta la costa sur del lago, según los cálculos empíricos que realizaron los investigad­ores para evaluar el riesgo de un potencial tsunami. “En el peor de los escenarios posibles, el tsunami podría generar una ola que arrase con la población, inunde los ríos y desborde los diques que están sobre el río Limay”, dice Andrés.

Qué hacer

“Si fuera un poblador, me preocuparí­a. Si fuese una autoridad competente, me ocuparía”, resume Folguera. Según el investigad­or, debería elaborarse un plan de evacuación masiva para el caso de que fuera necesario, pero antes de eso recomienda instalar un centro de monitoreo en la zona.

“El Estado tiene institucio­nes con los recursos necesarios para controlar el movimiento de las placas. No es necesario evacuar Traful de un día para el otro, pero no podemos descartar que se produzca una desestabil­ización repentina, un proceso catastrófi­co. Hay que considerar que los antecedent­es de actividad sísmica en el área podrían acelerar este proceso”, señala el geólogo.

“Muchos se ríen de eso”

La noticia del desplazami­ento de la ladera empezó a circular entre los pobladores antes de la primera visita de los profesiona­les del Conicet, en 2010. “Los viejos pobladores ya habían notado que las raíces de los arboles se abrían en dos y que las rocas se agrietaban, pero lo veían como algo natural, no como una amenaza”, cuenta una vecina de Traful, Gabriela Canale.

“Con el paso del tiempo empezaron a circular distintas versiones sobre un tsunami, muchas de ellas alimentada­s por los nuevos vecinos de la villa. Pero nunca se notó pánico en la población. De hecho, algún que otro vecino se ríe o bromea con la idea de una ola gigante”, agrega.Gabriela, de 49 años, integra un grupo de prestadore­s turísticos y guías de montaña que van a las escuelas, charlan con los vecinos e informan a los visitantes sobre los movimiento­s de rocas hacia el lago.

“Estamos trabajando en la conservaci­ón del bosque, pero al momento no pedimos al municipio más estudios sobre los movimiento­s de rocas. También aquí hay muchos que consideran que se trata de mala prensa. No sé. La verdad es que si viene un tsunami aún nadie nos dijo cómo, cuándo ni dónde ocurrirá”, comenta.

Para el doctor Víctor Ramos, autoridad mundial en la dinámica de los Andes, aunque un tsunami está dentro del universo de lo posible, se requieren más estudios para poder establecer con má certeza de qué rango de tiempo se puede hablar. “Se necesitan más estudios –subrayó–. Ese bloque podría caer a pedacitos y no tener consecuenc­ias tan graves”.

El fiordo de Tafjord (en noruego, Tafjorden) se encuentra en la parte occidental de la península escandinav­a. En 1934, un imprevisto corrimient­o de tierra creó allí una ola de 64 metros que mató a 47 personas.

“Ese fenómeno es el que podría producirse en el sur argentino. Por eso es importante que el Estado se ocupe”, insiste Folguera.

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