Liberalismo
En este momento en que surgen grandes polémicas políticas respecto de la economía liberal o controlada (o, mejor dicho, intervenida por el Estado), recuerdo una medida que permitió la exportación de semillas oleaginosas. Durante el gobierno de Perón, su ministro Miguel Miranda, creador del IAPI, líder en el campo de la economía manejada por el Estado, resolvió la prohibición de exportar semillas oleaginosas para fomentar la elaboración local de aceite de lino, que terminó en fracaso. Otro gobierno, con una visión diferente, decidió levantar esa medida y esa fue la partida de nacimiento de la producción de soja. Este episodio, muy poco recordado en la actualidad, permitió que de la nada se llegaran a producir 60 millones de toneladas de soja, y su exportación encandiló a los políticos que creyeron descubrir el oro del mundo. Y esa fantasía los llevó, con la resolución 125, a tratar de apropiarse del máximo posible de lo que producía el agro. El hecho de exportar por miles de millones de dólares solo será superado por Vaca Muerta como demostración de lo que puede la actividad en manos privadas, y puede compararse con los avatares de YPF y Aerolíneas Argentinas, para citar los más trascendentes fracasos del Estado como empresario. Ni hablar del desastre del olvidado IAPI. Podemos agregar, de paso, la creación del polo oleaginoso industrial más importante del mundo, con fábricas que elaboran hasta 20.000 toneladas diarias, creando una inmensa industria y mano de obra que, afortunadamente, está en manos privadas, con 150 millones de toneladas de granos, lo más relevante por lejos de la historia económica argentina.
Carlos Alberto Gietz carlosgietz@yahoo.com.ar