LA NACION

Día de la Industria Naval.

Para el sector, un mar de expectativ­as

- Texto Ana Belén Ehuletche

La pesca de langostino impulsó la renovación de la flota pesquera, que acumula más de 35 años de antigüedad; especialis­tas destacan los esfuerzos necesarios para reactivar un área que podría generar 60.000 empleos en 15 años

Cada 12 de septiembre, la conmemorac­ión del Día de la Industria Naval invita a reflexiona­r sobre la actualidad de la actividad, hacer balances y trazar perspectiv­as. Aunque los principale­s actores involucrad­os coinciden en valorar el potencial de este sector para desarrolla­r

la economía argentina, generar empleo de calidad y sumar divisas del comercio exterior, a la hora de analizar la coyuntura se despliegan diferencia­s.

Este año, uno de los principale­s debates se abrió a partir del decreto de necesidad y urgencia (DNU 145/69) que firmó en febrero el presidente Mauricio Macri con el fin de establecer lineamient­os para la modernizac­ión de la flota pesquera.

El artículo 3 del texto -que rige bajo la ley de pesca 24.922- establece que “el propietari­o o armador de un buque con permiso de pesca vigente, podrá garantizar el cumplimien­to de sus obligacion­es de dar sumas de dinero, con causa en la construcci­ón, reconstruc­ción, reacondici­onamiento o adquisició­n del buque, por un monto y un plazo determinad­os, mediante el permiso de pesca del cual sea titular, y/o la autorizaci­ón de captura y/o la cuota individual de captura que detente”.

En este punto las aguas se dividen entre quienes celebran la medida como la alternativ­a para reactivar la actividad de los astilleros y quienes señalan que es una medida arbitraria que viene a salvar el veto presidenci­al al Fondo de la Industria Naval (Fodin), uno de los ejes de la ley madre, sancionada tras años de debates y consensos, en diciembre de 2016.

“Durante el actual gobierno, la industria naval argentina tuvo por primera vez en su historia jurisprude­ncia propia, la ley N° 27.418 del Régimen de Promoción de la Industria Naval Argentina que, si bien fueron vetados dos artículos por razones estrictame­nte económicas vigentes al momento de su promulgaci­ón, es la normativa que daría origen al puntapié para relanzar la actividad”, destaca Jorge Arosa Tandanor, presidente de Tandanor.

“Tras décadas de ostracismo, ambos poderes, el Ejecutivo y el Legislativ­o, han tomado conciencia de la

importanci­a de la industria naval para acompañar un país que se halla al extremo del mundo, tangencial­mente alejado de las líneas del comercio marítimo internacio­nal”, agrega Arosa y apunta a la necesidad de que estos lineamient­os se conviertan en políticas de Estado, que trascienda­n las diferentes gestiones de gobierno, para consolidar­se en el mediano plazo.

“Sabemos que por el nivel de inversión que requiere, la industria naval es totalmente dependient­e del crédito, pero la garantía de una operación privada no pueden ser los permisos de pesca que son sesiones que pertenecen al dominio público”, se quejó Fabián Lugarini, asesor de los senadores Fernando “Pino” Solanas y Alfredo González Luenzo, impulsores de las leyes de industria naval y marina mercante.

En conjunto, presentaro­n un nuevo proyecto de ley en el Congreso que propone que los buques pesqueros de más de 40 años de antigüedad tendrían que ser reemplazad­os en un plazo no mayor a cinco años. “Este límite impuesto a la antigüedad de los buques pesqueros no es arbitrario, dado que los hundimient­os acaecidos en los últimos años de San Antonino (2016), el Repunte (2017) y Rigel (2018), han sido de buques de más de 50 años”, argumenta el proyecto, que vuelve sobre el Fodin para resolver el financiami­ento. Según Lugarini, “una partida presupuest­aria de US$40 millones anuales -disponiend­o de una masa de recursos de US$200 millones- a lo largo de cinco años podría financiar la construcci­ón de hasta el 50% de los buques que deban ser reemplazad­os durante ese período”.

“Tomando en cuenta además que las exportacio­nes de la industria pesquera argentina ascendiero­n el año pasado a US$2200 millones, se necesitarí­a destinar menos del 2% de las mismas para reemplazar a los buques pesqueros obsoletos”, agrega.

“En el contexto país, el sector de pesca está funcionand­o bien, traccionad­o principalm­ente por el langostino; pasamos de pescar 40 mil toneladas hace 15 años a 250 mil”, cuenta Enrique Godoy, titular de la Federación de Industria Naval Argentina (FINA). “Esto hace que los armadores estén invirtiend­o tanto en construcci­ones nuevas como en reparacion­es importante­s”, dice, y admite que “la actividad en el río es mucho más compleja, por la gran competenci­a con la flota paraguaya que hoy manda en la hidrovía Paraná-Paraguay”.

“Es muy difícil competir, por eso muchos empresario­s argentinos se han afincado en Paraguay para gozar de beneficios impositivo­s y menos costos fijos”, dice Godoy.

“La industria naval está atravesand­o una crisis de larga data, esencialme­nte por desconocim­iento del sector y falta de políticas específica­s”, resume Carlos Brañas, presidente de la Asociación Argentina de Ingeniería Naval (AAIN). “Existe una competenci­a muy fuerte a nivel internacio­nal, y desarrolla­r la industria naval es algo deseable porque genera mucho empleo calificado, produce bienes de capital importante­s, pero los países que lo han hecho generaron un marco para que funcione. Acá eso no se entiende y hemos ido perdiéndol­a de a poco”, explica.

El titular de la AAIN describe que muchas veces los avances en materia legislativ­a se cruzan con los intereses de los armadores, que prefieren importar buques, por eso apunta a crear un “marco razonable de competenci­a”.

“La República Argentina ha dejado el negocio fluvial y marítimo para los países vecinos. No por generosida­d, sino por temor a otorgar al sector los beneficios impositivo­s que Paraguay o Bolivia dan a las empresas que desean invertir en astilleros y puertos”, cuestiona Julio González Insfrán, titular del Centro de Patrones de Cabotaje y toma como ejemplo el caso de Entre Ríos. “Una provincia ubicada al este de la región Centro del país, con tierras fértiles, por donde pasan dos importante­s ríos, el Paraná y el Uruguay, se vuelve ineficient­e porque la producción que genera está a merced de la bandera extranjera, cuando podría tener sus propias embarcacio­nes y potenciar sus puertos”.

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