LA NACION

La hipoteca social apunta a toda la política

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

Para Carolina Stanley, ministra de Salud y Desarrollo Social de la Nación, hay una grieta mucho peor que la existente, desde el conflicto con el campo, entre ultrakirch­neristas y ultra anti kirchneris­tas. Ni siquiera es pobres versus ricos, sino entre la creciente cantidad de personas caídas del sistema y cierta parte de la clase media.

El argumento de “la culpa la tienen ellos” y que son pobres por ser “vagos que no les gusta trabajar” es una manera frívola y desaprensi­va de barrer debajo de la alfombra el más crítico problema de una sociedad que dejó de ser respetable­mente justa, digna e igualitari­a ya hace 45 años y que cada vez más ensancha ese dramático cráter social.

El índice de pobreza, conocido el lunes último, que saltó al 35,4% de la población –casi 16 millones de personas con sus demandas básicas insatisfec­has–, es la fuente principal de los males de esta sociedad. Peor aún: 52,6% son menores de edad, lo que significa que más de la mitad de los chicos en la Argentina son pobres, algo directamen­te criminal y que hipoteca el futuro del país. Cómo solucionar­lo es el gran desafío pendiente de las clases dirigentes, algo que no sucederá en tanto que el tema solo sea un mero estandarte ideológico para agitar enfrentami­entos políticos estériles.

El odio virtual que fogonean algunas redes sociales ahonda el prejuicio y ha reducido al pobre a la estigmatiz­ada y estereotip­ada figura del “choriplane­ro”, asociada al que corta, acampa y ensucia la avenida 9 de Julio, confundien­do a movimiento­s sociales con la totalidad del sector más castigado de la población.

El Gobierno podría haber contribuid­o a amortiguar ese estereotip­o no solo con una política económica menos fallida, sino con dos acciones importante­s en la comunicaci­ón oficial, que no se interesó en desarrolla­r en lo más mínimo: 1) evitando los discursos equívocos que pueden interpreta­rse como de escasa sensibilid­ad y hasta de odio social, que fogonean consciente o inconscien­temente unos pocos pero muy notables funcionari­os y que contrastan con los mensajes de “cercanía” que Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y otros dirigentes producen sin pausa en sus propias redes sociales al visitar a personas carenciada­s y 2) con una actitud más proactiva y permanente para disolver ese malentendi­do que aún persiste: que las organizaci­ones sociales que ocupan las calles y atacan al Gobierno son sostenidas paradójica­mente por el propio oficialism­o.

Una vez más hay que explicarlo, aunque de poco servirá porque una versión falsa se ha extendido de tal forma que requeriría de una acción mucho más ambiciosa y sistemátic­a por parte del Gobierno, que, sorprenden­temente, no se muestra interesado en atacar de frente esa fake news (con la que algunos de sus principale­s referentes, incluso, hasta parecen estar a gusto).

Aunque la atacan siempre por eso, fue precisamen­te la ministra Stanley quien ya en el primer año de la administra­ción de Cambiemos terminó con la intermedia­ción de las organizaci­ones en el reparto de las ayudas sociales. Al día de hoy persisten 400.000 planes sociales de $7500 cada uno debidament­e registrado­s y que los beneficiar­ios cobran de manera directa con su propia tarjeta de débito. Están censados y tienen que cumplir con una serie de requisitos. Los más importante­s son terminar el secundario y elegir una capacitaci­ón en algún oficio práctico (electricid­ad, carpinterí­a, herrería, etcétera). Cada cuatro meses deben presentar actualizad­o el certificad­o de escolarida­d y capacitaci­ón, en tanto que un aveza laño concurren a una entrevista más larga en la a ns es. el ministerio de salud y Desarrollo social advierte desde su sitio en internet que nadie puede pedir dinero por pertenecer a ese programa asistencia­l y mucho menos ser obligado a ir contra su voluntad a un acto. Por eso, suministra una línea gratuita para denunciar cualquier anomalía al respecto(0800-2223294)y un mail(economiaso­cialmds@desarrollo­social.gob.ar). Por estos medios, se recibieron tres mil denuncias, 25 de las cuales ya están en tribunales.

Es un verdadero enigma por qué las huestes de Marcos Peña y Jaime Durán Barba no han considerad­o suficiente­mente importante no dejar crecer tan inexacta informació­n, pudiendo haberle cerrado el paso de manera eficiente antes de que se convirtier­a en un prejuicio arraigado.

Stanley, que rechazó dos veces ser candidata a senadora, prefiere la acción en territorio­s. Visita comedores y merenderos, recorre a pie y hasta en bicicleta villas y barrios humildes para tomar la “temperatur­a” in situ de carencias y broncas, relevar necesidade­s y satisfacer­las en la medida de las posibilida­des de su área, que no son muchas (3% del presupuest­o nacional, sin contar Anses).

Si Juntos por el Cambio gana, nadie sabe si Stanley querrá seguir como ministra o elegirá continuar trabajando en el campo social, pero desde otro lugar. Si el oficialism­o llegara a “darla vuelta”, como se canta por estos días en las marchas del “Sí se puede” por distintas ciudades del país, se prepara, eso sí, para amortiguar un diciembre que, en ese caso, no duda de que podría complicars­e mucho por el malhumor que desatarían los derrotados. Tal vez sería su último servicio antes de partir hacia otro destino.

Ninguna organizaci­ón recibe planes, no hay intermedia­ción y van a personas concretas

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