LA FRASE DEL DÍA
Lo hizo en la ceremonia de creación de los 13 nuevos purpurados
papa francisco “Muchos comportamientos desleales de hombres de Iglesia dependen de la falta del sentido de la compasión recibida”
ROMA.– A días del estallido de un nuevo escándalo financiero que dejó al desnudo internas y reavivó intrigas en el Vaticano, el Papa denunció ayer “los comportamientos desleales de hombres de Iglesia”.
Francisco habló en la ceremonia solemne en la cual creó a 13 nuevos cardenales –10 de ellos electores, menores de 80 años y con derecho a voto–, en un consistorio considerado una virtual “contraofensiva” de Jorge Bergoglio contra el ala ultraconservadora, que se opone a su línea.
De hecho, ahora en un eventual cónclave la mayoría de purpurados será “bergogliano”: 67 de los 128 cardenales electores del Colegio Cardenalicio, en efecto, fueron designados por él; 43, por Benedicto XVI, y 18, por Juan Pablo II. Francisco intenta así blindar su sucesión. Un tema que, lejos de ser tabú, está en boca de todos y especialmente de esa minoría tradicionalista que quiere el final de este pontificado y que maniobra subterráneamente para debilitarlo e influenciar el cónclave que elegirá a su sucesor.
En la homilía que pronunció en una Basílica de San Pedro teñida de rojo –por los hábitos de sus nuevos máximos colaboradores, a quienes les entregó en forma solemne y luego de leer una fórmula en latín el anillo y el birrete cardenalicios–, Francisco pareció aludir elípticamente a este clima. Inspirado por las lecturas del día, centró su sermón en la “compasión”, una palabra clave del Evangelio, que relacionó luego con “la capacidad de ser leal”. Dos actitudes esenciales a tener para los nuevos cardenales, que no siempre se ven en los hombres de Iglesia, lamentó.
“¿Tenemos viva en nosotros la conciencia de esta compasión de Dios hacia nosotros? No es una opción. No”, afirmó. “Se trata de un requisito esencial”, subrayó. “Si no me siento objeto de la compasión de Dios, no comprendo su amor. No es una realidad que se pueda explicar. O la siento o no la siento. Y si no la siento, ¿cómo puedo comunicarla, testimoniarla, darla? Concretamente: ¿Tengo compasión de ese hermano, de ese obispo, de ese sacerdote? ¿O destruyo siempre con mi actitud de condena, de indiferencia?”, preguntó.
Destacó luego que de “la capacidad de ser leal en el propio ministerio” depende la “conciencia viva” de la compasión. “También para ustedes, hermanos cardenales. La disponibilidad de un purpurado a dar su propia sangre –que está simbolizada por el color rojo de la vestidura– es segura cuando se basa en esta conciencia de haber recibido compasión y en la capacidad de tener compasión”, explicó. “De lo contrario, no se puede ser leal. Muchos comportamientos desleales de hombres de Iglesia dependen de la falta de este sentido de la compasión recibida, y de la costumbre de mirar a otra parte, la costumbre de la indiferencia, de lavarse las manos”, advirtió.
La frase hizo pensar en los escándalos, venenos y traiciones a la orden del día en el Vaticano.
“Pidamos hoy, por intercesión del apóstol Pedro, la gracia de un corazón compasivo, para que seamos testigos de aquel que nos miró con misericordia, nos eligió, nos consagró y nos envió a llevar a todos su Evangelio de salvación”, concluyó Francisco.
Más allá de los denunciados “comportamientos desleales de hombres de Iglesia”, con este sexto consistorio el exarzobispo de Buenos Aires aumentó su tropa. Los 13 prelados de 11 países de cuatro continentes que recibieron de sus manos el birrete púrpura, en efecto, representan los temas claves y prioritarios de su pontificado: periferias, migrantes, apertura al mundo, diálogo interreligioso, medio ambiente, y misión.
Como sucede en las grandes ocasiones la ceremonia estuvo marcada por la presencia de delegaciones oficiales de 11 países. Estas incluyeron su alteza real, el gran duque Henri de Luxemburgo –que viajó para rendir tributo al arzobispo de ese país, Jean-claude Höllerich– y diversos ministros de gobierno.
La estrella de la ceremonia fue el flamante cardenal Michael Czerny, jesuita como el Papa y uno de sus brazos derechos en la Sección Migrantes y Refugiados del dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano e Integral, que llevaba una cruz pectoral realizada con la madera de una barcaza que naufragó cerca de la isla de Lampedusa.
Con este sexto consistorio el Papa volvió a revolucionar la geografía del próximo cónclave: entre los cardenales electores ahora hay 54 europeos (entre ellos 23 italianos); 13 de América del Norte; 23 de América Latina (dos argentinos, Leonardo Sandri y Mario Poli); 18 de África; 16 de Asia, y cuatro de Oceanía.
Entre los otros nuevos cardenales electores –ninguno argentino–, el Papa designó a un italiano, el arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, un cura callejero, de la Comunidad de San Egidio; dos latinoamericanos, un cubano, el actual arzobispo de La Habana, Juan de la Caridad García Rodríguez y un guatemalteco, Álvaro, Ramazzini Imeri, actual obispo de Huehuetenamgo. Además, a dos españoles: monseñor Miguel Ángel Ayuso, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, y Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat, Marruecos; y a un portugués, el arzobispo José Tolentino Calaça de Medonça, actual archivista y bibliotecario del Vaticano.
Emocionados, recibieron también el birrete púrpura y el anillo cardenalicio un africano, Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinshasa, Congo; y un asiático, Ignatius Suharyo Hardjoatmodjo, arzobispo de Yakarta, Indonesia.