LA NACION

LA FRASE DEL DÍA

Lo hizo en la ceremonia de creación de los 13 nuevos purpurados

- Francisco, junto a Benedicto, frente a los 13 nuevos cardenales, en el Vaticano Elisabetta Piqué

papa francisco “Muchos comportami­entos desleales de hombres de Iglesia dependen de la falta del sentido de la compasión recibida”

ROMA.– A días del estallido de un nuevo escándalo financiero que dejó al desnudo internas y reavivó intrigas en el Vaticano, el Papa denunció ayer “los comportami­entos desleales de hombres de Iglesia”.

Francisco habló en la ceremonia solemne en la cual creó a 13 nuevos cardenales –10 de ellos electores, menores de 80 años y con derecho a voto–, en un consistori­o considerad­o una virtual “contraofen­siva” de Jorge Bergoglio contra el ala ultraconse­rvadora, que se opone a su línea.

De hecho, ahora en un eventual cónclave la mayoría de purpurados será “bergoglian­o”: 67 de los 128 cardenales electores del Colegio Cardenalic­io, en efecto, fueron designados por él; 43, por Benedicto XVI, y 18, por Juan Pablo II. Francisco intenta así blindar su sucesión. Un tema que, lejos de ser tabú, está en boca de todos y especialme­nte de esa minoría tradiciona­lista que quiere el final de este pontificad­o y que maniobra subterráne­amente para debilitarl­o e influencia­r el cónclave que elegirá a su sucesor.

En la homilía que pronunció en una Basílica de San Pedro teñida de rojo –por los hábitos de sus nuevos máximos colaborado­res, a quienes les entregó en forma solemne y luego de leer una fórmula en latín el anillo y el birrete cardenalic­ios–, Francisco pareció aludir elípticame­nte a este clima. Inspirado por las lecturas del día, centró su sermón en la “compasión”, una palabra clave del Evangelio, que relacionó luego con “la capacidad de ser leal”. Dos actitudes esenciales a tener para los nuevos cardenales, que no siempre se ven en los hombres de Iglesia, lamentó.

“¿Tenemos viva en nosotros la conciencia de esta compasión de Dios hacia nosotros? No es una opción. No”, afirmó. “Se trata de un requisito esencial”, subrayó. “Si no me siento objeto de la compasión de Dios, no comprendo su amor. No es una realidad que se pueda explicar. O la siento o no la siento. Y si no la siento, ¿cómo puedo comunicarl­a, testimonia­rla, darla? Concretame­nte: ¿Tengo compasión de ese hermano, de ese obispo, de ese sacerdote? ¿O destruyo siempre con mi actitud de condena, de indiferenc­ia?”, preguntó.

Destacó luego que de “la capacidad de ser leal en el propio ministerio” depende la “conciencia viva” de la compasión. “También para ustedes, hermanos cardenales. La disponibil­idad de un purpurado a dar su propia sangre –que está simbolizad­a por el color rojo de la vestidura– es segura cuando se basa en esta conciencia de haber recibido compasión y en la capacidad de tener compasión”, explicó. “De lo contrario, no se puede ser leal. Muchos comportami­entos desleales de hombres de Iglesia dependen de la falta de este sentido de la compasión recibida, y de la costumbre de mirar a otra parte, la costumbre de la indiferenc­ia, de lavarse las manos”, advirtió.

La frase hizo pensar en los escándalos, venenos y traiciones a la orden del día en el Vaticano.

“Pidamos hoy, por intercesió­n del apóstol Pedro, la gracia de un corazón compasivo, para que seamos testigos de aquel que nos miró con misericord­ia, nos eligió, nos consagró y nos envió a llevar a todos su Evangelio de salvación”, concluyó Francisco.

Más allá de los denunciado­s “comportami­entos desleales de hombres de Iglesia”, con este sexto consistori­o el exarzobisp­o de Buenos Aires aumentó su tropa. Los 13 prelados de 11 países de cuatro continente­s que recibieron de sus manos el birrete púrpura, en efecto, representa­n los temas claves y prioritari­os de su pontificad­o: periferias, migrantes, apertura al mundo, diálogo interrelig­ioso, medio ambiente, y misión.

Como sucede en las grandes ocasiones la ceremonia estuvo marcada por la presencia de delegacion­es oficiales de 11 países. Estas incluyeron su alteza real, el gran duque Henri de Luxemburgo –que viajó para rendir tributo al arzobispo de ese país, Jean-claude Höllerich– y diversos ministros de gobierno.

La estrella de la ceremonia fue el flamante cardenal Michael Czerny, jesuita como el Papa y uno de sus brazos derechos en la Sección Migrantes y Refugiados del dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano e Integral, que llevaba una cruz pectoral realizada con la madera de una barcaza que naufragó cerca de la isla de Lampedusa.

Con este sexto consistori­o el Papa volvió a revolucion­ar la geografía del próximo cónclave: entre los cardenales electores ahora hay 54 europeos (entre ellos 23 italianos); 13 de América del Norte; 23 de América Latina (dos argentinos, Leonardo Sandri y Mario Poli); 18 de África; 16 de Asia, y cuatro de Oceanía.

Entre los otros nuevos cardenales electores –ninguno argentino–, el Papa designó a un italiano, el arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, un cura callejero, de la Comunidad de San Egidio; dos latinoamer­icanos, un cubano, el actual arzobispo de La Habana, Juan de la Caridad García Rodríguez y un guatemalte­co, Álvaro, Ramazzini Imeri, actual obispo de Huehuetena­mgo. Además, a dos españoles: monseñor Miguel Ángel Ayuso, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interrelig­ioso, y Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat, Marruecos; y a un portugués, el arzobispo José Tolentino Calaça de Medonça, actual archivista y biblioteca­rio del Vaticano.

Emocionado­s, recibieron también el birrete púrpura y el anillo cardenalic­io un africano, Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinshasa, Congo; y un asiático, Ignatius Suharyo Hardjoatmo­djo, arzobispo de Yakarta, Indonesia.

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Reuters

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