Salvia: “Ningún gobierno venció a la pobreza estructural”
La población en situación de pobreza osciló, en los últimos años, entre el 25 y el 30%; ni el gobierno de Cristina Kirchner ni el de Mauricio Macri pudieron revertir este drama estructural en la Argentina, advierte Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica (UCA).
Ambos gobiernos procuraron atender el problema por medio de la instrumentación de múltiples programas sociales y el aumento de las asignaciones; sin embargo, a su juicio, la pobreza sólo decrecerá de sus niveles crónicos si se fomenta la creación de empleos estables y se instrumenta, en paralelo, una política social y de empleo impulsado desde el Estado coordinado y planificado con las provincias y municipios.
“La baja de la inflación puede reducir un poco el índice de pobreza en términos de ingresos, pero ningún gobierno logró perforar hacia abajo el piso estructural que oscila entre el 20 y el 25% de pobres. Ni Cristina, con su política orientada al consumo interno pudo hacerlo, como tampoco Macri, con su modelo aperturista orientado a atraer inversiones. Es que este piso estructural y crónico de la pobreza es el síntoma de un problema más profundo, que es la falta de demanda de trabajo que absorba a ese cuarto o tercio de la población que hoy está afuera del sistema económico y que hoy desarrolla actividades de muy baja calidad, en condiciones precarias, inestables y de muy baja remuneración”, advierte Salvia.
En este contexto, tanto al gobierno de Cristina Kirchner como el de Macri les fue más fácil atender el problema con planes sociales, añade el investigador.
“El 30% de los hogares hoy está recibiendo un programa social”, precisa. “Sin embargo, ninguno de los dos gobiernos apuntó hacia un efectivo desarrollo de la pequeña y mediana empresa (pyme), que son los tomadores de empleo. Hay que fomentar las pyme en los propios barrios donde hay mayor pobreza para que se dediquen a los servicios de cuidado, de mejoramiento de las viviendas, de las calles”, sostuvo.
En paralelo, Salvia sugiere la instrumentación de un programa de empleo, planificado desde el Estado y coordinado y ejecutado por las provincias y municipios, cuyos beneficiarios, a cambio de realizar trabajos sociales y productivos vinculados a las necesidades de cada lugar, reciban un salario mínimo. Esta experiencia, además de generar valor en sus comunidades, facilitará el paso de estos trabajadores al sector formal.
“Distintos gobiernos aplicaron planes de empleo, pero fueron irregulares y espasmódicos. Sólo atendieron a reclamos políticos y sociales de la coyuntura”, sostuvo.