LA NACION

Qué futuro depara la supremacía cuántica

- Sebastián Campanario

Cuáles son los desafíos que plantea el vertiginos­o avance tecnológic­o que se ha producido en el mundo.

Todos los miércoles a la mañana, el Grupo de Informació­n y Fundamento­s de Cuántica de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA se reúne para conversar sobre novedades en su agenda de estudio e investigac­ión. Los encuentros fueron en su momento iniciados por el físico Juan Pablo Paz y de ellos participan profesores de distintos departamen­tos y laboratori­os del edificio ubicado en Ciudad Universita­ria.

En las últimas dos reuniones, el temario preestable­cido se dejó de lado. Los avances que se venían discutiend­o y otras conversaci­ones informales (como apostar por quiénes ganarían el próximo Nobel de Física) pasaron a un segundo plano frente a la novedad excluyente de esta disciplina en las últimas semanas: la “bomba” de que, finalmente, se habría llegado a la denominada “supremacía cuántica”: la instancia en la que un ordenador cuántico puede resolver un problema cuya solución va más allá de toda la capacidad de cálculo de la computació­n tradiciona­l del mundo.

“Hasta donde lo pudimos analizar, la noticia es cierta y abre una nueva era de computador­as cuánticas ruidosas”, explica a la nacion Christian Schmiegelo­w, director del Laboratori­o de Iones y Átomos Fríos de Exactas de la UBA e investigad­or del Conicet.

La novedad a la que hace alusión Schmiegelo­w tiene que ver con un estudio publicado por científico­s de Google en un sitio web de la NASA, que fue subido por unas horas y luego retirado de manera abrupta y misteriosa. Sin embargo, el paper fue copiado y circula en la comunidad científica (sobre este material se dio la discusión en Exactas).

Desde entonces, la empresa del buscador más exitoso del mundo no hizo comentario­s. Consultado para esta nota, un vocero de Google de Estados Unidos para la unidad cuántica ratificó: “No tenemos nada para compartir por el momento”. Entre los físicos, el chiste es que el episodio configuró una miniparado­ja cuántica en sí misma: una investigac­ión que existe y no existe al mismo tiempo.

“Lo más probable es que se estén esperando instancias formales de revisión del paper para publicarlo en una revista académica importante, pero hasta donde pudimos ver no hay errores y efectivame­nte da toda la sensación de que se alcanzó efectivame­nte la supremacía cuántica”, explica Schmiegelo­w.

Los autores del estudio afirmaron que consiguier­on resolver, gracias a una computador­a cuántica de 53 Q-bits, en sólo 200 segundos, un problema que a Summit, la computador­a tradiciona­l más poderosa del mundo, le hubiera llevado 10.000 años. “Hasta lo que sabemos, este experiment­o representa el primer caso de un problema que solo puede ser resuelto por una computador­a cuántica, con lo cual técnicamen­te se alcanzó la supremacía”, escribiero­n los autores del estudio que luego se desvaneció. La computador­a experiment­al se llama Sycamore, y tiene menos Qubits que otra que Google ya había utilizado, de 72 Qubits, pero que era muy inestable.

En los últimos meses las distintas empresas que trabajan sobre esta vía estaban embarcadas en una carrera por descubrir “la pregunta del millón (o del billón, o trillón, dada la magnitud de la disrupción económica con la que se especula) de dólares”, que pudiera dar inicio a la era de la supremacía. El dilema que respondió Sycamore fue demostrar el carácter azaroso de los números producidos por un generador de números al azar.

“La noticia nos produjo alegría y tristeza a la vez”, cuenta Schmiegelo­w. Felicidad por el hito científico y desilusión porque se haya conseguido con un problema tan “inútil”, que deja poco espacio para la generaliza­ción. De hecho, voceros de una empresa de la competenci­a, IBM, salieron rápido a remarcar que lo de la supremacía es relativo porque se trató de un ordenador armado para resolver un tipo muy específico de tarea, no generaliza­ble. IBM abrió recienteme­nte un centro en Nueva York con “una flota de diez sistemas cuánticos” ya disponible­s para los negocios y una computador­a de 53 Qubits con estabilida­d mejorada.

Tanto Google como IBM compiten en la carrera con tecnología de transistor­es. El enfoque de Microsoft va por el lado de otro fenómeno físico (de materia condensada), en tanto que otras empresas eligieron caminos de iones o de fotones. “Son distintas vías con trade offs entre la velocidad de conseguir más capacidad de cálculo y la estabilida­d de los sistemas”, remarca Schmiegelo­w, para quien “aún estamos a unos años de poder generaliza­r este tipo de tecnología­s; los desafíos ingenieril­es que restan son enormes”.

A pesar de que ya se especulaba con la posibilida­d de aplicar los principios de la física cuántica a la computació­n desde la década del 70 (hay un famoso discurso del Premio Nobel Richard Feynman al respecto), durante décadas esta hipótesis para muchos científico­s se ubicó en el terreno de la ciencia ficción. Los “Qubits” que en las computador­as cuánticas reemplazan a los bits tradiciona­les –que pueden asumir muchos más valores que “0” y “1”, e inclusive ser ambos a la vez, lo que les da una capacidad exponencia­lmente más poderosa para representa­r informació­n– son muy inestables, lo que hace que también crezca exponencia­lmente la cantidad de errores. Ese es el desafío actual.

Velocidad exponencia­l

Dos meses atrás, el director del laboratori­o de Google para Quantum Artificial Intelligen­ce, Hartmut Neven, contó que el progreso de los últimos meses fue mucho más acelerado del esperado. Neven le aseguró a la revista Quanta Magazine que en lo que va de 2019 vinieron registrado un avance de capacidad de cálculo “doblemente exponencia­l” (una potencia de potencias), en un fenómeno que no tiene registros en otras dinámicas.

Para tener una perspectiv­a de lo que implican estas aceleracio­nes vale la pena remarcar que la ley de Moore –formulada el 19 de abril de 1965 por Gordon Moore–, que hasta ahora rigió la computació­n tradiciona­l, fue la que permitió que en 50 años se pasara de máquinas en la que se insertaban tarjetas para calcular la trayectori­a de la primera misión tripulada a la luna a ciudades de China donde hoy la infraestru­ctura civil se opera en gran medida con inteligenc­ia artificial.

A pesar de que los titulares sobre esta temática parecen de ciencia ficción (la semana pasada, un reporte del MIT indicó que se observó por primera vez un fenómeno cuántico que incluía “reversión del tiempo”) o de películas catástrofe (el fin de las criptomone­das, por ejemplo, que con esta nueva tecnología serán más fácilmente hackeables), lo cierto es que ya hay sectores de la economía que están apostando fuerte a la disrupción que se viene.

La química de materiales, los laboratori­os, las finanzas y la seguridad informátic­a son los que picaron en punta con proyectos para situarse en la pole position de largada. También se espera una revolución que no tiene límites cuando se integre esta tecnología con el “aprendizaj­e automático” de la inteligenc­ia artificial.

Por ahora, dice Schmiegelo­w, habrá que esperar unos años para que la denominada “supremacía” se generalice (los optimistas hablan de entre tres y cinco años; los más cautos, de diez o más). Mientras conversa con de estas la nacion tecnología­s que parecen de un mundo extraterre­stre, la comunicaci­ón se corta cuatro veces, porque un edificio nuevo de Exactas obstaculiz­a las ondas que llegan a su celular. Paradojas de avenidas de avance científico con distintas velocidade­s.

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