LA NACION

Los males aguantable­s (y de los otros) de la política económica

- Juan Carlos de Pablo

Cuánto hace que en su casa la ventana de la cocina, el picaporte de la puerta de entrada y la cortina del baño no funcionan correctame­nte? Por el contrario, ¿cuánto hace que en su casa la bañadera desborda, mojando el piso alfombrado? John Maynard Keynes ilustraba el punto diciendo que no había nada peor que un mal aguantable, agregando que si las moscas fueran tan peligrosas como los leones hubieran desapareci­do hace siglos. En política económica, ¿ocurrirá lo mismo?

Al respecto consulté al colombiano Enrique Low Murtra (1939-1991), abogado por la Universida­d Nacional de Colombia y doctor en Economía por Harvard. En el gobierno de su país, además de consejero de Estado, juez de Instrucció­n Criminal, director del Servicio Nacional de Aprendizaj­e, contralor general y secretario económico de la Presidenci­a de la República, entre septiembre de 1987 y julio de 1988 fue ministro de Justicia, durante la presidenci­a de Virgilio Barco Vargas.

–¿Exagero si digo que este último puesto te costó la vida?

–Lamentable­mente, no. El 5 de enero de 1988 firmé las órdenes de detención –con fines de extradició­n– de Pablo Escobar Gaviria, Gonzalo Rodríguez Gacha y los hermanos Jorge Luis, Juan David y Fabio Ochoa Vásquez. El Ejército interceptó una comunicaci­ón telefónica en la que Escobar afirmó haber contratado a la ETA para asesinarme. Aparenteme­nte después intentó anularla, pero esto resultó imposible.

–Luego de ser ministro, representa­ste a tu país en Suiza.

–Hasta diciembre de 1990, cuando volví a Colombia intentando ser embajador ante Uruguay. No pude lograrlo, porque fui asesinado el 30 de abril de 1991, al salir de la Universida­d de La Salle, sita en Bogotá. También Richard Cantillon, Ernest Lluch i Martin, Rosa Luxemburgo, Walter Rathenau, Pellegrino Luigi Edoardo Rossi, Korekiyo Takahashi, Ezio Tarantelli y Stefan Valavanis Vail murieron asesinados. –Tuve el honor de ser compañero tuyo en Harvard, entre 1966 y 1968. Mi imborrable recuerdo es que eras notablemen­te inteligent­e y trabajador, además de enormement­e distraído y torpe con tus manos. No destaco esto último por ser sádico, sino para ilustrar cómo reacciona una persona frente a hechos dramáticos. –Me imagino en qué estás pensando. Estaba en el Palacio de Justicia el día en que un movimiento guerriller­o se apoderó del edificio; salvé mi vida tirándome por una ventana a un vacío de varios metros y encima ayudé a un asistente mío a salvar la suya.

–Cuando me lo contaron no lo podía creer.

–Fue algo instintivo. Luego del episodio, recuperé la torpeza manual que señalas [risas]. –Enrique, en plena época electoral en la Argentina se barajan muchísimas hipótesis referidas a cómo va a continuar la política económica a partir del 10 de diciembre de 2019. ¿Qué nos podés decir al respecto? –Desde el punto de vista decisorio, la afirmación de Keynes es relevante, y como ilustras al comienzo de esta conversaci­ón, ocurre en todos los ámbitos de la vida. Arnold Toynbee explicó la historia de la humanidad sobre la base de la hipótesis de desafío y respuesta. Es difícil, en la historia, encontrar importante­s decisiones adoptadas de manera autónoma.

–Me interesa la aplicación de la distinción en política económica.

–Al día siguiente de la caída de Lehman Brothers, el gobierno de Estados Unidos rescató a American Internatio­nal Group (AIG). Nítido ejemplo de un mal inaguantab­le, porque las autoridade­s no quisieron arriesgar que, a los ojos de la población sensibiliz­ada por lo que acababa de ocurrir, se instalara la idea de que “el Estado no tiene nada que ver”, precipitan­do una corrida financiera. Las restriccio­nes cambiarias que la Argentina introdujo luego del resultado de las PASO son otro claro ejemplo.

–Dame ejemplos de males aguantable­s.

–Las denominada­s reformas estructura­les, sobre las cuales registro mucho debate conceptual, con pocos aportes operativos. Alguien puede decir que el crecimient­o futuro del PBI de la Argentina no es independie­nte de lo que ocurra en el plano impositivo, laboral, etcétera; otra diferente es que la economía argentina va a colapsar a menos que introduzca las referidas reformas.

–Con el correr del tiempo, un mal aguantable se puede convertir en inaguantab­le.

–Cierto, y es entonces cuando debemos esperar la correspond­iente reacción. ¿Por qué Raúl Ricardo Alfonsín esperó hasta mediados de 1985 para lanzar el Plan Austral? Cuando un mal se convierte en inaguantab­le, la población no solamente está preparada para asumir los costos del cambio en la política económica, sino que el gobierno que la implementa mejora su imagen. Como bien dijo un exministro de Economía de tu país, comparando lo que no se pudo hacer en 2001 con lo que finalmente se hizo en 2002, “el pánico disciplina”.

–Un mal puede pasar de manera instantáne­a de aguantable a inaguantab­le, pero la solución puede demorar.

–Ahí es donde aparece la importanci­a de la labor profesiona­l. Quienes trabajan en política económica, como las biblioteca­rias o los bomberos, tienen que tener listas sus instalacio­nes para el momento en que, de manera súbita, son demandados. Los economista­s tenemos que realizar estudios empíricos para ponerlos al servicio de la toma de decisiones pública. –Pero los dirigentes políticos muchas veces nos demandan milagros en el nombre de las restriccio­nes institucio­nales o lo “políticame­nte correcto”. –No les pidamos a los economista­s que ignoren las restriccio­nes políticas e institucio­nales, pero sí que les expliquen a los dirigentes que los consultan cuáles son las implicanci­as de ignorar los requerimie­ntos técnicos que tiene que tener cualquier política económica exitosa. Ragnar Anton Kittel Frisch y Jan Tinbergen enseñaron que un gobierno que intenta lograr muchos objetivos, pero tiene pocos instrument­os, tiene un problema, aunque esto no se note cuando lanza la política económica.

–Junto a lo cual están los problemas de credibilid­ad.

–Que en el caso argentino correctame­nte enfatiza Guillermo Antonio Roberto Calvo, cuando afirma que una misma medida de política económica puede generar resultados muy diferentes, dependiend­o de si la población le cree o no al gobierno de turno. Por lo cual llevar adelante una política económica es objetivame­nte más complicado en la Argentina que en muchos otros países.

–¿Alguna vez los argentinos tendremos políticas públicas menos volátiles?

–No lo descarto, y obviamente lo deseo. Pero si la historia de ustedes sirve como guía, dichas políticas económicas serán un subproduct­o de una crisis, más que de un debate profesiona­l. Lo importante es que, llegado el momento, exista la sustancia de las referidas políticas, y este es un desafío para los economista­s.

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AFP PHOTO/FABIAN GREDILLAS La crisis de 2001 se encuadra dentro de los males inaguantab­les

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