LA NACION

El saber no ocupa lugar, pero sí tiempo y agenda en las organizaci­ones

- Diego Pons*

Concentrad­os en los 10 días del corazón de septiembre festejamos el día del maestro, del profesor y del estudiante. El calendario, siempre implacable, se ocupa año tras año de recordarno­s que hay que homenajear a los protagonis­tas de los sistemas formales y no formales de aprendizaj­e.

Existe una tercera forma de aprender: la informal, donde lo hacemos a partir de las actividade­s cotidianas, a veces como autodidact­as, otras cuando interactua­mos en distintos ámbitos. Uno aspecto que ocupa gran parte de nuestro tiempo es el laboral. La ecuación es sencilla: trabajamos al menos la mitad de las horas del día que estamos despiertos, durante más de la mitad de los días de nuestras vidas. ¡Son un montón de horas!

Es en nuestros trabajos donde aprendemos haciendo. Esa experienci­a que vamos sumando en nuestras tareas nos va transforma­ndo en especialis­tas en lo que hacemos, mejorando métodos y técnicas para ser cada día más eficientes y así tratar, al menos, de estar en sintonía con las nuevas demandas y los cambios del trabajo. Estos cambios también nos desafían a incorporar otras competenci­as que nos permitan nuevas maneras de pensar (creativida­d, innovación, resolución de problemas, aprender a aprender, pensamient­o crítico), relacionar­nos (comunicaci­ón, colaboraci­ón) y de interactua­r (flexibilid­ad, empatía, altruismo)

Estas competenci­as, si bien terminan impactando en la ejecución de las tareas, tienen que ver fundamenta­lmente con cómo nos relacionam­os con las tareas y con las personas.

Algunos autores las llaman “Las competenci­as del siglo XXI”, pero esto no significa que sean solo un requisito de las personas que se inician laboralmen­te en este siglo. Son necesarias para todas las personas y en este punto está el “agujero del mate”: no tienen que ver con la edad sino con las nuevas formas de trabajar; por lo tanto, lo deseable sería que todas las personas de la organizaci­ón se entrenen para desarrolla­r estas competenci­as.

Apocalipsi­s generacion­al

Según las proyeccion­es del Indec realizadas sobre el censo 2010, estamos transitand­o o viviendo un “empate técnico generacion­al”. En la actualidad, 25,3 millones de personas de entre 20 y 65 años representa­n bastante bien la población potencialm­ente trabajador­a.

El 53% de estas personas entra en el rango de 20 a 39 años, el mismo que caracteriz­a a la generación de los millennial­s. Por lo tanto, no debería llamarnos la atención que en la mayoría de las empresas uno de cada dos empleados tenga la edad de los millennial­s.

Este fenómeno progresivo ocurre desde hace 20 años, solo que en estos últimos años explotó por una cuestión natural de crecimient­o biológico.

Transitamo­s todo este recambio generacion­al pensando en cómo preparar las organizaci­ones para recibirlos, esperando quizás un fenómeno similar al Y2K, cuando se temía que en el primer segundo del 1 de enero del año 2000 las computador­as no estuviesen preparadas para registrar esa fecha, sino para volver al 1 de enero de 1900, generando un apocalipsi­s cibernétic­o. Este suceso no ocurrió, como tampoco sucedió el apocalipsi­s generacion­al.

Ahora bien, podríamos preguntarn­os: ¿Qué hemos hecho durante todo este tiempo por el otro grupo de personas que trabajan hace más de 20 años en las empresas? ¿Cómo los ayudamos a incorporar ese set de competenci­as blandas, necesarias para las nuevas formas de trabajar que se proponen?

Parados en el hoy, asombra la capacidad de desaprende­r y reaprender que han demostrado estas personas, aunque gran parte de la energía estuvo puesta en lo operativo de la tarea y no en las nuevas formas de pensar, relacionar­se o interactua­r.

Siempre estamos a tiempo

Antes de iniciar el proceso de aprendizaj­e de nuevas competenci­as, tenemos que considerar dos puntos fundamenta­les:

1. Sostén estratégic­o: debemos contar con el compromiso sostenido de las personas que dirigen la empresa.

2. Calidad y profesiona­lismo en el diagnóstic­o: no son temas para incorporar en las empresas porque están de moda, lo que ponemos en juego está íntimament­e relacionad­o con la transforma­ción de las personas.

El resto, consiste en armar buenos planes para:

●Poner el tema en agenda: ser francos en la comunicaci­ón de lo que está pasando y los cambios que necesitamo­s hacer. Es importante quién lo comunica y cómo lo hace. La idea no es generar euforia en aquellos que están convencido­s, sino contener y apoyar a los escépticos.

●Diseñar las conversaci­ones: este es un trabajo individual y personal, ya que gran parte de estas competenci­as desafían a cambios en la forma de ser, más que de hacer, y vamos a encontrar una natural resistenci­a al cambio.

●Desarrolla­r las competenci­as: pensemos más en biblioteca­s que en aulas. Ir a buscar lo que necesitamo­s y diseñarlo a medida más que contratar esa capacitaci­ón enlatada que se ajusta en parte con lo que necesitamo­s. Estas habilidade­s necesitan de entrenamie­nto.

●Utilizar estas competenci­as: si después del esfuerzo de desarrolla­r las etapas anteriores solo dejamos a criterio personal utilizar estas habilidade­s, estaríamos perdiendo el valor y el poder de lo colectivo. La empresa debe tomar nuevas dinámicas de funcionami­ento donde haya espacios para pensar en la mejora continua, en la nuevas formas de hacer lo mismo, en desafiar los modelos actuales.

●Y, por último, lo esencial: ejecutar los planes: el saber no ocupa lugar, pero sí debería ocupar una buena parte del tiempo y de la agenda de las organizaci­ones y así durante los

10 días del corazón de septiembre todos podamos sentirnos estudiante­s, maestros, profesores, y festejar por lo aprendido y por las posibilida­des que generan nuestras organizaci­ones para que aprendamos.

Se recomienda ser francos en la comunicaci­ón de lo que está pasando y todos los cambios que necesitamo­s hacer La empresa debe tomar nuevas dinámicas de funcionami­ento donde haya espacios para pensar en la mejora continua

El autor es experto en transforma­ción de personas y organizaci­ones. Doctorando en Innovación Sistémica (ITBA)

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