LA NACION

Nunca rugieron

Tras el golpazo, los Pumas precisan una reconstruc­ción que empiece desde una profunda autocrític­a

- Jorge Búsico

TOKIO.– Los Pumas no estaban listos para que la gloria los lleve en andas en esta Copa del Mundo de Japón. La noche del sábado 4 de octubre de 2019 en Tokio quedará clavada en el calendario como una de las fechas más negativas en la historia del selecciona­do argentino. Todo lo que no tenía que ocurrir, sucedió. Casi como un sino fatal para un equipo que necesitaba un milagro deportivo y que terminó golpeado de la peor manera: goleado por 39-10, con un jugador menos desde los 17 minutos (no se discute la roja a Tomás Lavanini, pero sí la diferencia de criterios que hay para este tipo de acciones) y afuera de la pelea –aunque hubiera que esperar Francia-tonga esta madrugada– cuando aún le queda un partido por jugar. Pero fue antes y no ayer que los Pumas empezaron a dar señales de que este trayecto tenía corta duración.

Es imposible abstraerse de lo que pasó en la cancha para ir más allá en el análisis global de todo lo que fue la excursión de los Pumas al continente asiático. Porque la expulsión de Lavanini resultó determinan­te. No se podrá saber nunca si los argentinos podían con los ingleses 15 contra 15; lo que sí está claro es que en este nivel es imposible ganar con uno menos. No es el fútbol, en el cual un equipo puede aguantar de distintas formas. Aquí no hay manera. Y con todo lo que se jugaba el selecciona­do, sabiendo que no existía otra posibilida­d que la victoria para seguir en carrera, una tarjeta roja, encima de un segunda línea, ya liquidó el partido cuando recién se estaba acomodando. En el momento en que Nigel Owens, a instancias del TMO, decidió la expulsión, ya se supo que los Pumas se quedaban afuera con un tiempo y medio por disputar. Lo que siguió fue un calvario.

Hay que rescatar lo que hizo el equipo en lo que quedó del partido. Lo peleó como pudo ante un equipo duro y clínico por donde se lo inspeccion­e. Pero era otra la cara que se esperaba de los Pumas en esta Copa del Mundo. Quedaron muy lejos de las expectativ­as que se centraron sobre ellos, aunque si se hilaba fino de lo que transcurri­ó del 2016 para acá, podía pasar lo que pasó. La actuación brillante de Jaguares en el último Súper Rugby no se trasladó al selecciona­do. Quizás haya que entender que son universos distintos. Pero ese es sólo un punto.

La UAR arrancó una nueva etapa a largo plazo en 2016 que tuvo consecuenc­ias en el selecciona­do. Para construir a futuro se tomaron decisiones que fueron en detrimento de los Pumas. Ejemplos: descartar a los que estaban en Europa de un día para otro y priorizar más a la franquicia de Jaguares. Esos elementos no entran en tela de juicio porque formaban parte de un proceso y los procesos son positivos cuando se piensa en el mañana y no en el resultado de ayer.

En estos cuatro años que pasaron desde el cuarto puesto en Inglaterra 2015, los Pumas jugaron muy pocos partidos en buen nivel. Perdieron mucho, con los europeos especialme­nte (sólo una victoria ante Francia, en Tucumán, en 2016). Si bien a Japón llegaron 16 jugadores que nunca habían estado en un Mundial, el recambio no fue suficiente en número ni en calidad internacio­nal. Se cambió el staff y también la manera de jugar. La lista de 31 también ofreció huecos. Entonces, había datos como para suponer que los Pumas iban a tener inconvenie­ntes en pasar la primera rueda. Pero la historia del selecciona­do, el grupo que ya venía jugando junto, un staff con condicione­s y la oportunida­d única que significa un torneo de este tipo, encendían luces de esperanzas. Finalmente, en la cancha

no sucedió nada distinto de lo que venía pasando. Peor aún: el rendimient­o fue más deficitari­o.

No puede soslayarse todo lo que rodeó en estos días las concentrac­iones de los Pumas en Tokio y en Osaka. Aquí mismo y desde la Argentina se generó una usina de rumores para todos los gustos. Hubo de todo tipo de chismorreo­s: que buena parte del grupo estaba peleado con Ledesma; que los jugadores querían acá a Quesada; que Matera se había cruzado con el entrenador; que los jugadores estaban peleados entre ellos; que hubo trompadas. Todo lo que pueda imaginarse. Nada confirmado. Nada comprobabl­e. Pero algo de esto se ventiló desde adentro mismo del plantel. Y eso, más los años cubriendo selecciona­dos y Mundiales, permitiero­n sospechar que no estaba todo lo bien que debería estar un equipo que apunta a tener un buen papel en una competenci­a de este tenor. Había un aire de algo que no venía bien desde antes. Que estaba roto. El partido con Francia lo ahondó. Las exclusione­s de Nicolás Sánchez y Agustín Creevy abonaron ese terreno de malestar.

Hubo errores de conducción y jugadores por debajo de su nivel. Sólo Guido Petti –uno de los mejores del mundo en su puesto– sostuvo un gran rendimient­o en los tres partidos. El trabajo profesiona­l a nivel mental sigue siendo un tema pendiente para el grupo. Acá se volvió a fallar estrepitos­amente. Hay muchas veces discursos uniformes y vacíos. Como si todos estuviesen programado­s.

Tiene razón Ledesma cuando dice que ayer empezó el próximo Mundial. Es un proceso el que viene llevando el rugby argentino. Pero habrá que hacer una profunda autocrític­a. También entender que la Argentina todavía no tiene una infraestru­ctura profesiona­l acorde para pelear un campeonato. Habrá que dejar de lado personalis­mos, egos y revisar ciertos manejos. La UAR también. Un aspecto, por ejemplo, es el vínculo –más allá del negocio– con su sponsor para las plataforma­s de comunicaci­ón. Como poner un plantel a disposició­n a toda hora o llegar a la insólita exclusivid­ad para la foto oficial de la delegación que vino a Japón. Un sistema del que también participan dirigentes y jugadores.

En 2015, mientras los Pumas avanzaban, Inglaterra se iba del Mundial en su propia casa en idéntica situación a la que hoy viven los argentinos: a falta de un partido. Cuatro años después, la situación se revierte. Los procesos mundialist­as son así, salvo para los All Blacks que siempre están en la pelea de arriba. No hay que dramatizar lo que pasó. Era posible. Los Pumas pueden ser candidatos en Francia 2023. Pero todos los involucrad­os deben mirarse en el espejo cuanto antes.

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REUTERS / MATTHEW Child Urdapillet­a trata de consolar a Moroni y Nico Sánchez, que quedó fuera de los 23, no oculta su tristeza tras el lapidario 39-10 de Inglaterra a los Pumas
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CHARLY TRIBALLEAU / AFP Urdapillet­a, Boffelli y Moroni, desarmados ante la superiorid­ad inglesa: el apertura George Ford celebra su try, el cuarto del ganador
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