LA NACION

La reconstruc­ción no puede obviar lecciones del pasado

- Alejo Miranda

TOKIO.– El kintsugi es una práctica originaria de Japón que consiste en soldar una pieza de cerámica rota insertando polvo de oro, plata o platino en las grietas con el fin de repararla y al mismo tiempo subrayar las junturas de manera de exponer la avería. “Las fracturas y su reparación quedan expuestas en vez de ocultas, y pasan a ocupar un lugar central en la historia del objeto. Poner de manifiesto esa memoria lo ennoblece. Aquello que ha sufrido daños y sobrevivid­o puede considerar­se entonces más valioso, más bello”, escribe Andrés Neuman en su novela “Fractura”. El kintsugi no es sólo una técnica de orfebrería: también es una filosofía de vida.

La pronta y casi segura eliminació­n de los Pumas del Mundial de rugby de Japón 2019, por resultados pero sobre todo por rendimient­os colectivos e individual­es, dejó en evidencia que algo se rompió en el equipo. ¿Qué se rompió? Sólo ellos lo saben. Surgieron muchas versiones que se viralizaro­n rápidament­e. Algunas serán ciertas, otras exageradas, otras falsas. Hoy eso es secundario. Lo que importa es que jugadores y entrenador­es tengan primero la capacidad de reconocer dónde está la fractura. Sobre todo, que la solución no la excluya, sino que la exalte. Para no cometer los errores del pasado, que parecen reavivarse cada cambio de ciclo.

Mario Ledesma es un entrenador particular. Su capacidad técnica no está en discusión, como tampoco su carácter frontal, cuasi militar. Tanto, que a veces pone a sus dirigidos en una situación incómoda, aún frente a terceros. Los expone sin miramiento­s. ¿Es una falla de Ledesma por no entender la idiosincra­sia de los jugadores o de éstos por dejarse turbar por cuestiones ajenas al rugby? Respuesta: es indistinto. Probableme­nte sea un poco y un poco. Lo que está fuera de discusión es que el estado de situación actual no permite que los jugadores rindan al máximo de sus posibilida­des. El resultado, en este caso, es inferior a la suma de las partes.

Poco importa en este contexto si la exclusión de Nicolás Sánchez fue una decisión táctica o si entraña cuestiones extradepor­tivas. Lo cierto es que hace rato no juega a la altura de sus condicione­s. No es un caso aislado. También Pablo Matera, Agustín Creevy, Ramiro Moyano, Jerónimo de la Fuente, entre otros jugadores de elite, estuvieron lejos de su potencial.

A partir del entretiemp­o del partido ante Australia en Salta en 2018, los Pumas entraron en una curva descendent­e que los llevó a perder 11 de los últimos 12 partidos. Ni siquiera pudieron capitaliza­r la maduración que ganaron con la camiseta de Jaguares este año, alcanzando la final del Súper Rugby.

Cuando las fallas se esconden, la historia se repite. Daniel Hourcade hizo dos depuracion­es apuntando a este Mundial. Primero en 2014, cuando marginó a Patricio Albacete, Julio Farías, Manuel Carizza, Santiago Fernández y Marcos Ayerza, entre otros. Luego en 2016, con el ingreso en el Súper Rugby, quedaron a un lado Juan Martín Fernández Lobbe, Juan Imhoff, Marcelo Bosch, por nombrar a algunos. El equipo quedó sin liderazgos más allá del capitán y entró en una crisis que precipitó el fin de ciclo anticipado.

Ledesma se dio el lujo de dejar sin Mundial a Juan Imhoff, Santiago Cordero y Facundo Isa. “El Mundial que viene empezó hoy”, dijo tras el partido. No es difícil presagiar que en el corto plazo Sánchez, Creevy, Tuculet, Lavanini cederán su lugar. ¿Qué pasará con Matera, el capitán, que se va a Stade Français?

Si siempre se está empezando de nuevo, nunca se va a llegar a ningún lado. De golpe se vuelve a hablar de aprendizaj­e, pero los exámenes se reprueban una y otra vez.

Los jugadores también tienen su grado de responsabi­lidad. Cuando llegó Ledesma a Jaguares con un estilo novedoso, la falta de comunión con Hourcade se acentuó y Ledesma quedó al mando. Cuando encontraro­n en Gonzalo Quesada una voz más comprensib­le, dejaron de responderl­e a Ledesma, aunque más no sea inconscien­temente.

La revisión que debe hacer el rugby argentino de seleccione­s excede los nombres. Una opción es rever la concepción de Jaguares y limitarlo a un equipo de desarrollo. Sin resignar competitiv­idad, debe estar enterament­e subordinad­o al selecciona­do, aunque más no sea para un amistoso con Georgia. En 2021 se sortea el Mundial de Francia y seguir debajo del 8° lugar del ranking ya se sabe cuán problemáti­co es. Otra es flexibiliz­ar la política de convocator­ias a los jugadores europeos. Si la falta de recambio es un problema, ¿por qué prescindir de los que actúan en Europa? Le daría aire al equipo, sobre todo en lo anímico.

Una de las premisas con las que trabajó Ledesma desde su asunción es que el equipo tuviera identidad, que el público se identifica­ra con lo que hacía dentro de la cancha. En Japón 2019, esto no ocurrió nunca. Será necesario, entonces, reconstrui­rla. Juntar las piezas que quedaron dispersas y volverlas a unir. Resaltando las curaciones para que no vuelvan a abrirse, para que las causas no queden en el olvido.

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