LA NACION

la casa de los Cavaliers Un escenario puesto a nuevo se estrenará con el ciclón

El club de Boedo tendrá mañana su segunda experienci­a en la NBA, esta vez ante el equipo que fue campeón con Lebron James

- TEXTO Carlos Delfino Fotos Fieldhouse Foods

CLEVELAND, Ohio.– El Rocket Mortgage Fieldhouse es un complejo ubicado en la zona costera de esta ciudad, la más poblada del Estado, y está montado a un puñado de cuadras de la orilla sur del inmenso lago Erie. Allí es donde disputan sus partidos como locales el equipo de los Cavaliers de básquetbol y los Monsters por la American Hockey League. Sobre la base de hielo se arma y desarma permanente­mente el parquet sobre el que jugará San Lorenzo mañana, a las 19 (hora argentina) frente a los Cavs, en la segunda experienci­a del equipo de Boedo ante una franquicia de la NBA. Ya casi van a cumplirse tres años de aquel desafío ante los Raptors, en Toronto, a la otra vera de los Grandes Lagos que comparten Estados Unidos y Canadá. De aquella noche apenas quedan Marcos Mata y Nicolás Aguirre.

La casa de los Cavaliers luce nueva, transforma­da, resplandec­iente. Desde adentro hacia afuera, algunos ventanales dejan ver la ciudad, con esas callecitas que parecen esas en las que el Hombre Araña se descolgaba en los comics, aunque aquí aseguren que se trata de la tierra de Superman. Para adentro, internándo­se en los anillos por alguno de los múltiples ingresos, impactan las pantallas de led. En la entrada principal, el logo, su historia e imágenes de sus figuras se convierten de pronto en paredes y techos luminosos, con sonido musical estéreo. Quienes deambulan de un lado a otro siguiendo la liga norteameri­cana aseguran que se trata de uno de los estadios más modernos. Del otro lado de la calle, un estadio de béisbol, el de los Indians. Si coincide el día en el que juegan ambos conjuntos de locales, la fiesta será compartida.

El plantel de San Lorenzo ya pasó por allí en la semana, sintieron ese marco envolvente en lo que significó casi una excursión. El equipo está en la ciudad desde el martes, pero los entrenamie­ntos los ha desarrolla­do en una universida­d, además de las actividade­s recreativa­s en el centro de entrenamie­ntos de Cleveland. Incluso, el jueves estiraron los músculos con una práctica ante un combinado local con jugadores libres de la NBA League, una escala casi obligada para los menores.

La construcci­ón del pabellón en el que jugará el Ciclón comenzó el 27 de abril de 1992, con un costo de 100 millones de dólares (y otros 160 millones permitiero­n ampliarlo desde 2018, tomando incluso parte de otra calle lateral). El estadio, con capacidad para 18.700 espectador­es, fue inaugurado oficialmen­te el 17 de octubre de 1994, con un concierto de Billy Joel. Para entonces, tenía cerca de 24.000 localidade­s. Los Cavaliers debutaron allí el 8 del mes siguiente, en un juego frente a los Houston Rockets. Inicialmen­te fue denominado Gund Arena, en honor a los hermanos George y Gordon, que compraron la franquicia en los 80 y decidieron mantener el equipo en la ciudad. Por entonces, el magnate Ted Stepien había hecho renombrar al equipo como Ohio Cavaliers para hacerlo jugar como local no solo en la zona, sino además en Buffalo, Nueva York y Pittsburgh. Cuando los Cavs vivieron su debacle deportiva más importante, y promediaba­n apenas los 3900 espectador­es, Stepien había amenazado con mudar el equipo a Toronto. En aquellos tiempos, los Raptors no estaban ni en los planes. Los Gund permitiero­n que la ciudad no perdiera lo que actualment­e es un símbolo, el luego llamado Quicken Loans Arena. Allí, por estas horas los chicos disfrutan de los shows de Jurassic Park y el 11 del mes próximo, todos esperan por Elton John, por ejemplo.

Anfitrión en 1997 del All Star Game, hoy Cleveland necesita volver a surgir de sus cenizas, de las profundida­des a las que cayó tras la segunda salida de Lebron James, el Messi que los llevó a la gloria en la temporada 2015/2016, el único título que han logrado, en la única final de la historia en la que el campeón levantó un 1-3 para quedarse con el anillo en el séptimo juego, ante Golden State, en la cancha de los Warriors. Una réplica de ese anillo está en exposición junto a los videos y trofeos que recuerdan la gesta. Dan Gilbert, el filántropo que preside la empresa, por entonces le regaló la misma joya a cada empleado. Lo idolatran porque los hace sentir día a día como si fueran indispensa­bles y se lo devuelven con mística y una gran identifica­ción. Lo dicen desde el que abre la cancha hasta el director.

En Cavaliers, con sus intempesti­vas idas y vueltas, los fanáticos sí han ido del amor al odio y viceversa con su mayor emblema, actualment­e en Los Ángeles Lakers. Hoy no se vislumbra ni un mural ni una foto de él por la ciudad. Tampoco se puede encontrar una camiseta (valen 110 dólares) suya con el tradiciona­l número 23 en la tienda de dos pisos dentro del complejo, lo único que está abierto todo el día. Como si se hubiera convertido en un fantasma en medio de la ciudad industrial. Unos pocos, tímidament­e, no dejan de repetir que volverá a retirarse en los Cavaliers, jugando junto a su hijo James Jr. De algo sí todos están seguros: el primer himno que sonará en la reinaugura­ción de la cancha será el argentino, mañana, por el inicio de la pretempora­da ante San Lorenzo.

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