LA NACION

Platos bien enchilados

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Si nuestra alimentaci­ón se basa principalm­ente en el trigo, la carne vacuna y los tubérculos, la del oeste mexicano se nutre de maíz, mariscos y pescados, aguacate (palta) y pimientos. Ellos lo “enchilan” todo y por eso antes de consumir cualquier comestible los locales aconsejan ser precavidos. Para ello sugieren un ritual sencillo pero eficaz: se trata de embeber la yema del dedo índice en la salsa, el arroz, o el pescado en cuestión y degustar. Como en todo, con poca cantidad, se minimiza el riesgo. Y así se evita el temido enchilamie­nto que, con síntomas variados, puede ser bastante desagradab­le.

Más allá del picor o justamente gracias a él, la comida mexicana se destaca por su sabor. No volverse sin probar: clásicos como aguacate o tacos (en todas las combinacio­nes posibles), huevos rancheros para el desayuno, algo con tamarindo (la pulpa de una fruta que sabe parecido al tomate), aguachiles (una especie de ceviche, típico de Nayarit y Jalisco, que lleva camarones frescos, chile y pepino, para apaciguar el picor), chilaquile­s (tortillas de maíz fritas servidas en una especie de guiso), jugos de todo tipo (atención a los de mamón y el energizant­e yaka) y margaritas. Para los valientes: chapulines, gusanos y hormigas chicatanas. Se sirven salteados y con sal, son crocantes y se maridan con... ¡tequila!

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