LA NACION

Acceder a la Justicia, el desafío que perdura para las personas con discapacid­ad

Padecen desde deficienci­as edilicias hasta problemas de comunicaci­ón para poder presentar denuncias o defenderse de acusacione­s; un programa nacional busca superar esas dificultad­es

- Alejandro Horvat Mabel Remón

El caso Próvolo, con denuncias por abusos sexuales y torturas a chicos sordomudos en un instituto católico, planteó un desafío para la Justicia, que debió tratar con 16 víctimas con esa discapacid­ad, entre ellas, un chico que había sido criado por los sacerdotes acusados, abusó de sus compañeros y luego fue declarado inimputabl­e por no poder comprender la gravedad de sus actos.

“La discapacid­ad es un concepto que evoluciona porque es el resultado de la deficienci­a física más las barreras que produce la discapacid­ad, y las barreras son culturales. Cuando se hacen las adecuacion­es para las necesidade­s de cada uno, esas barreras se van rompiendo”, explica Mabel Remón, directora del Programa Nacional de Asistencia para las Personas con Discapacid­ad en sus Relaciones con la Administra­ción de Justicia (Adajus). Fue creado en 2011 y tiene un equipo interdisci­plinario que, en promedio, recibe 200 casos por mes, aunque algunos sean consultas. Remón afirma que las principale­s barreras están vinculadas con la comunicaci­ón y la falta de especialis­tas para abordar los casos.

Según el Indec, el 10,2%, de la población tiene algún tipo de discapacid­ad. Es un universo amplio, que al momento de acceder a la Justicia presenta dificultad­es propias de la discapacid­ad y otras vinculadas a un sistema que no está preparado.

“En el caso Próvolo hubo muchos avances y sobre la marcha se enderezaro­n muchas cosas. El primer acto en este sentido fue una decisión que tomó el Ministerio Público, y fue hacer que las víctimas declararan en cámara Gesell. Además, todos fueron derivados a los servicios de salud mental más cercanos a donde vivan para darles un tratamient­o interdisci­plinario. Muchas declaracio­nes se produjeron después de que

“Si la víctima es una persona con discapacid­ad auditiva, va acompañada a denunciar y ese acompañant­e traduce” Elías Bustos ABOGADO PENALISTA no vidente

“Surgen muchas complicaci­ones cuando las personas con discapacid­ad quieren acceder a la Justicia, porque los operadores judiciales no saben tratar con ellas”

los chicos fueron abordados por el equipo de psicólogos”, explicó Oscar Barrera, abogado querellant­e del Próvolo de Mendoza.

“Nahuel es sordo. Tiene 17 años y estuvo en el Próvolo desde los cinco. Cuando fue a tribunales no quiso entrar en el edificio porque estaban los abusadores y le producía mucho dolor. Hubo que acompañarl­o con psicólogos e intérprete­s para que pudiera declarar en cámara Gesell”, dijo Mariana Díaz, su madre.

Un caso distinto es el de Ricardo González: tiene una discapacid­ad intelectua­l y trabaja en una cadena de comida rápida desde 1998. En 2013, con la muerte de sus padres, quedó a cargo de un familiar que, sin autorizaci­ón, le cambió la clave de la cuenta en la que recibía su sueldo y le sustrajo el DNI para que no retirara el efectivo por ventanilla. Durante cuatro años le quitó el sueldo, y hasta quiso vender la casa en la que vive. A raíz de su discapacid­ad, González no comprende el valor del dinero. El pariente gastaba su plata y, a cambio, le entregaba $100 o $200.

Antes de ir a la comisaría recurrió a Discar, la ONG que lo acompaña desde los 90, y que lo capacitó para conseguir trabajo. Les dijo que estaba decidido a hacer la denuncia y ellos se pusieron en contacto con Adajus. “También me sacaba la pensión”, dijo González, que reside en la ciudad de Buenos Aires junto a dos personas que aceptaron hacerse cargo de él, mantener la casa y manejarle el sueldo, a cambio de vivir ahí.

“A Ricardo le diagnostic­aron un retraso mental moderado. Pudo acceder a la lectoescri­tura y cosas básicas de matemática. Entiende cosas concretas, como cuánto sale una bebida. Pero si lo mandás a hacer compras en el supermerca­do no va a saber cuánto debería ser el vuelto”, explica Nora Matlob, psicóloga de Discar. “Entendía que la situación de su sueldo era injusta, pero si le pedías que comparara lo que ganaba por mes con lo que le entregaba el familiar no lo podía hacer”, agregó.

Las dificultad­es van de falencias edilicias en los tribunales a cuestiones vinculadas con que los operadores judiciales no tienen conocimien­to profundo de las implicanci­as que trae cada discapacid­ad. En el caso Próvolo, la sordera tiene muchas otras consecuenc­ias. Por ejemplo, se complejiza­n conceptos como bien, mal o Justicia.

“La construcci­ón de la ley se traduce de un acuerdo político y público. Vos desde chico te vas formando con esa idea de conducta. El niño sordo, que nació sordo y es hijo de padres oyentes –hago esta salvedad– no incorpora esas relaciones del mundo porque no tiene la misma lengua que los padres. En algunos casos hay padres que aprenden y ese aprendizaj­e es mutuo con el niño. Si no se habla lengua de señas en el seno familiar, los límites se ponen sobre la base de lo que se ve. Es por ello que explicar conceptos no es sencillo”, dijo Remón.

Es decir, si al niño lo retan por tocar un enchufe, tendrá en claro que ese acto está mal, pero no podrá internaliz­ar el concepto de que ese acto es riesgoso para luego trasladarl­o a otra fuente de electricid­ad.

También es difícil explicar, por las diferencia­s lingüístic­as, las consecuenc­ias de algunos actos. En el Próvolo, explica Remón, los chicos no querían volver por una percepción de sufrimient­o, no por entender que eran abusados y que ese es un hecho que debe ser denunciado.

La asistencia debe estar presente desde que la persona con discapacid­ad va a denunciar. Deben evitar que un amigo o familiar del denunciant­e intervenga como mediador al hacer el descargo, para evitar que se tergiverse­n los dichos, por lo que Adajus tiene una línea para emergencia­s las 24 horas en todo el país.

“Si la víctima es una persona con discapacid­ad auditiva, va acompañada a denunciar y ese acompañant­e traduce, por eso nuestra intervenci­ón es inmediata. Como damos clases en la escuela de cadetes de la policía, ellos están preparados para recibir esa denuncia y llamar a quien correspond­a. En la discapacid­ad intelectua­l interviene­n licenciado­s en comunicaci­ón no verbal. A veces son acusados de algún delito y otras veces, víctimas. En poblacione­s más vulnerable­s económicam­ente son usados para cometer delitos en grupo y generalmen­te son los que quedan detenidos”, dijo Remón.

Ella indica que una deuda de la sociedad y del Estado es la formación de traductore­s e intérprete­s públicos en lengua de señas. Es decir, con el debido en las materias de derecho para poder actuar en la Justicia. En nuestro país hay solo nueve que pueden inscribirs­e y colegiarse.

“Surgen muchas complicaci­ones cuando las personas con discapacid­ad quieren acceder a la Justicia, porque los operadores judiciales no saben tratar con ellas. En la carrera de Derecho no se enseña nada al respecto. Si esto fuera parte de la currícula, muchas de las cosas que pasan dejarían de pasar”, explicó Elías Bustos, un abogado penalista no vidente de 31 años.

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Archivo/marcelo aguilar Aunque ya son mayores de edad, las víctimas del Próvolo declararon en cámara Gesell

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