En un clásico atravesado por varias polémicas con el árbitro Espinoza, Huracán derrotó 2-0 a San Lorenzo
El futbolista que construyó una respetable trayectoria es capaz de reponerse a una circunstancia adversa. Si demostró condiciones a lo largo del tiempo, un error puntual no lo sepultará, sabrá tomarse revancha. Lucas Barrios, de 34 años, con un recorrido por el fútbol europeo, sudamericano y un Mundial con Paraguay, había quedado marcado en el clásico ante San Lorenzo por la Copa de la Superliga. En abril, en el desquite de la serie, desperdició dos penales, uno en los 90 minutos y otro en la definición. Una noche aciaga, dos fallos influyentes en la eliminación del Globo y en la salida de Mohamed.
Al golpazo anímico le siguió una lesión que lo sacó durante largo tiempo de las canchas. En esta Superliga solo había disputado 20 minutos frente a Argentinos. Néstor Apuzzo, ese entrenador que es una especie de sanitarista cada vez que el Globo está en emergencia, lo vio bien en la semana, le gustó cómo se había entrenado. Y le dio la titularidad por primera vez en el torneo. “Lucas nos aporta jerarquía. Tiene una carrera con más de 200 goles, ganó la Copa Libertadores, jugó un Mundial. Es un gran profesional, me pone muy feliz el partido que hizo. No pensé que iba a aguantar tanto después de tanto tiempo sin jugar, habíamos previsto sacarlo un rato”, expresó Apuzzo en la conferencia de prensa.
Barrios volvió en un clásico para saldar deudas, para que su última imagen no fuera la de la decepción. Se insertó en este Huracán pujante y vigoroso de Apuzzo. Jugó con el manual del N° 9 y la experiencia de haber transitado tantas canchas. Fue pivote cada vez que lo buscaron por arriba de espaldas al arco. Se juntó para tocar e ir en busca de la descarga. Necesitaba un pie dúctil y punzante que supiera buscarlo. De esa función se encargó Droopy Gómez, dueño de una derecha que despide la pelota con tensión y potencia. “Le dije a Droopy que con su juego le tenía que meter presión a Scaloni. Ya no quedan enganches como él”, lo estimuló Apuzzo.
Huracán era más que San Lorenzo. Sentía el clásico en el cuerpo, lo disputaba con músculo fuerte y mente decidida. Con esa actitud, el juvenil lateral Ibáñez engulló a Belluschi en un anticipo. La pelota derivó a la derecha, donde estaba Gómez, que sacó un centro combado, una delicia para Barrios, que se elevó entre los centrales de San Lorenzo para cruzar el cabezazo. Todos los compañeros fueron a abrazar al goleador, que hizo un gesto de disculpas a los hinchas y se besó el escudo. Se había redimido, aquella culpa quedaba compensaba por esta virtud. Cambió aquella tristeza por esta satisfacción, dos estados de ánimo muy fluctuantes en el fútbol. Después de una inactividad de seis meses, el partido se le hizo largo y fue reemplazado a los 24 minutos del segundo tiempo. El clásico seguía marcado por la huella de su cabezazo. “Huracán es mi casa, estoy feliz por esta revancha. La sufrí, pero sabía que la iba a dar vuelta. Agradezco el apoyo del grupo”, dijo Barrios apenas terminó el cotejo.
Si Apuzzo levantó al alicaído Huracán que le dejó Vojvoda, Pizzi no consigue armar a San Lorenzo. Ni en nombres –hubo seis cambios tras la goleada ante Central Córdoba– ni en estilo de juego, una carencia reconocida por el DT. Ni siquiera el clásico el encendió el espíritu al Ciclón, un equipo tibio, inconexo, aceptándose mediocre e intrascendente. Acentuó todos los males que arrastraba.
Esta fue la cuarta derrota de San Lorenzo en las últimas cinco fechas. Desvalido en la cancha, afuera tiene que soportar que algunos hinchas vayan a pedir explicaciones en un entrenamiento. Su actualidad está muy lejos de representar una vuela de página al frustrante ciclo de Jorge Almirón. Cambiaron nombres, pero la desorientación se alarga.
Apuzzo transita por el récord mundial de un noveno interinato. Huracán venía de recibir ocho goles en los últimos dos partidos con Vojvoda. Con Apuzzo, mantiene la valla invicta en cuatro encuentros. Su equipo aprieta líneas, va a recuperar cada pelota con determinación y no escatima pierna.
Todo lo contrario de San Lorenzo, que en el segundo tiempo ejerció un dominio infructuoso, casi desganado. oscar Romero reemplazó a Belluschi, que pareció pagar la liviandad con que perdió la pelota en el gol de Huracán, que en la segunda etapa se retrasó en exceso, le dejó regaló la iniciativa al rival y reforzó la contención con cambios defensivos (Bettini por Garro y Calello por Briasco).
Pero está tan derecho Apuzzo, que acertó con la elección que aseguró el triunfo. Coniglio, que estando en el banco había sido amonestado por protestar, fue otro beneficiario de la pegada de Droopy Gómez. Con el 2-0, Huracán volvió a ganar un clásico después de cuatro años. Desde aquel 1-0 de 2015 con un tiro libre de Toranzo. Atrás quedaron cinco empates y tres derrotas. Este Huracán que resurgió en la Superliga también cambió su destino en el clásico.
Hicimos un partido espantoso, pero tengo fuerzas para continuar. Necesito respuestas de los jugadores para revertir esto” JUAN PIZZI DT DE san lorenzo