LA NACION

dueños de una huella Bianchi y Gallardo, íconos de Boca y River, con mucho en común

En veredas opuestas, Bianchi y Gallardo muestran más similitude­s de las que todos se imaginan

- Texto Christian Leblebidji­an

Uno se transformó en el entrenador más exitoso de Boca, el otro disfruta de ser el mejor técnico en la historia de River. Carlos Bianchi

(70 años) y Marcelo Gallardo (43) tienen más puntos en común que diferencia­s, pero ambos dejaron su huella en los clubes más importante­s del fútbol argentino. Competitiv­os. Esa puede ser la primera palabra en la que pueden coincidir. Porque ganaron, quedaron en la historia y los hinchas los idolatran, porque fueron parte de ciclos únicos, aunque también perdieron y recibieron algunas críticas. El propio Virrey solía decir, en pleno auge boquense, que era muy complejo alcanzar la “unanimidad”, pero (con el tiempo) terminó teniendo su estatua en la Bombonera. La del Muñeco está en construcci­ón, como su ciclo (¿quién sabe cuál será el techo?).

El Virrey ganó 9 campeonato­s en Boca. No hubo ninguno como él: tres Copa Libertador­es (2000,

2001 y 2003), también llegó a la final de 2004, aunque cayó por penales ante Once Caldas; y dos veces conquistó el mundo como técnico xeneize, derrotando a los gigantes europeos Real Madrid

(2000) y Milan (2003), como antes había hecho con Vélez ante el mismo equipo italiano en 1994. En 2001 cayó ante Bayern Munich pero jugó casi todo el partido (más el alargue) con un jugador menos por la expulsión de Marcelo Delgado. Eso también era un rasgo distintivo: ni aún en el piso podía darse por derrotado a Boca. Estaba en la esencia xeneize y en la de Bianchi también. Un centrodela­ntero letal, con la filosofía del “todos los goles valen uno”.

Gallardo conquistó diez títulos en River. Dos Copas Libertador­es

(2015 y 2018), una Copa Sudamerica­na (2014), una Supercopa Argentina (2017) en Mendoza (con el plus de que el rival fue Boca). Sí, después de 42 años xeneizes y millonario­s volvían a verse las caras en una final. Con las Recopas 2015,

2016 y 2019, contribuyó para que el palmarés internacio­nal del club de Núñez creciera notoriamen­te. En el Mundial de Clubes 2015 se topó con el Barcelona de Messi y Luis Enrique. Enganche con clase y muy buena pegada, su premisa como DT fue saldar las deudas internacio­nales que los equipos que él integró como jugador de River no pudieron conseguir.

Bianchi estuvo en tres etapas en Boca, las dos primeras muy exitosas. Ya en el período 19982001 había tocado el cielo con las manos, pero cuando volvió en enero de 2003, dijo: “Para mí Boca no ganó nada. Ya me mentalicé así. Lo que se logró quedó en el pasado y en el fútbol se vive del presente” y cuando le preguntaro­n si con su llegada estaban asegurados los triunfos, respondió: “No soy el dueño del éxito ni soy ningún fenómeno. Lo que pasa es que el hincha de fútbol deposita su confianza en otra persona, eso contagia y produce que se piense que todo es fácil, pero no es tan así. Si Boca quiere lograr algo importante, va a tener que sufrir mucho, empezando por los entrenamie­ntos y siguiendo con los partidos. Mi llegada a Boca no asegura nada, yo puedo aportar un 20 o 30 por ciento, aunque lo más decisivo es contar con un plantel de jugadores inteligent­es”. Pero Boca volvió a ganar todo.

Gallardo lleva más de cinco años como técnico de River. Alguna vez dudó en seguir, alguna renovación le generó incertidum­bre pasajera, pero siempre levantó la guardia para ir por más. Cada jugador de River sabe que les pone la vara alta, que él es el primero en autoexigir­se (estuvo seis días sin dormir en el último viaje, desde que puso un pie en Madrid, caminando por la habitación), pero que la recompensa puede ir de la mano si todos tiran para adelante desde lo grupal. También es alguien que trata de tener un equilibrio entre la forma de tirar la cuerda de la exigencia y los permisos. No le gusta perder a nada y menos cuando analiza que las caídas fueron más por errores propios que por méritos del adversario, pero trata de controlars­e.

Alguna vez, como jugador del París Saint Germain, Bianchi reprogramó entre el túnel del vestuario y el campo de juego una estrategia que el entrenador les había dado en el entretiemp­o que perdían con Saint Etienne 0-2 y así lograron imponerse 3-2. Dos goles fueron suyos, claro, presionand­o alto a los centrales. Sin darse cuenta, ya pensaba como entrenador. Quería ganar y empezaba a vislumbrar a los laterales como claves en las estructura­s futbolísti­cas.

Alguna vez, como jugador millonario, Gallardo se diferenció de un entrenador porque entendía que el estilo de juego no correspond­ía con la historia de la institució­n ni con sus gustos ofensivos. Ya como DT, salvo excepcione­s que confirmaro­n la regla, siempre pregonó equipos protagónic­os que empezaban a imponer sus intencione­s desde los laterales.

Bianchi entró en el corazón de los hinchas por los títulos que ganó, pero también por haber eliminado a River en dos recorridos: en 2000, por los cuartos de final de la Libertador­es, Boca perdió 1-2 en el Monumental, pero luego se impuso 3-0 en la Bombonera, el día que el Virrey mandó a Palermo a la cancha: el 9 volvió luego de la rotura de ligamentos, y anotó el último gol. En la semana previa, el Tolo Gallego, DT millonario, lo había chicaneado cuando le preguntaro­n sobre esa posibilida­d: “Si Bianchi lo pone a Palermo, yo lo pongo a Enzo (por Francescol­i)”. Las semifinale­s de la Copa 2004 fueron electrizan­tes: después del triunfo xeneize con gol de Schiavi en la Bombonera, River llegó la definición a los penales tras ganar agónicamen­te en el descuento 2-1, con el gol de Nasuti. En los remates de los 12 pasos, Bianchi designó a dos juveniles: Pablo Ledesma y Pablo Álvarez. Y pasó Boca, tras el remate atajado por Abbondanzi­eri a Maxi López.

Gallardo ganó titulos como jugador millonario, pero entró en el corazón de los hinchas por su ciclo como DT: las vueltas olímpicas y las finales ganadas a Boca. En la Copa Sudamerica­na 2014 (con el gol de Pisculichi y el penal atajado en el Monumental de Barovero a Gigliotti), en Mendoza, por la Supercopa Argentina 2017 (goles de Pity Martínez y Scocco) y, sobre todo, la llave decisiva de la Libertador­es 2018: tras el empate 2-2 en la Bombonera (y la atajada clave de Armani a Benedetto en el final), River festejó en Madrid 3-1 con la recordada corrida de Pity Martínez sobre el final y el toque a un arco vacío, en un contraataq­ue de un córner a favor del equipo xeneize en el que había ido a cabecear al arquero Andrada.

Ambos lograron mantenerse competitiv­os aún sin contar con sus principale­s figuras. El mejor Boca de Bianchi, el más vistoso, fue con Juan Román Riquelme como la bandera futbolísti­ca, ahora (quizás) el que mejor jugó colectivam­ente y en bloque fue el que ganó la Copa Libertador­es de 2003 con el tridente Barros Schelotto-tevezdelga­do, ganando consecutiv­amente los últimos siete partidos y superando en la final a Santos por un global de 5-1. En aquel partido de 2003 en el Morumbí, el Virrey jugó 4-4-2 con Abbondanzi­eri; Ibarra, Schiavi, Burdisso y Clemente Rodríguez; Villarreal, Cascini, Battaglia y Cagna; Tevez y Delgado. Parecía una construcci­ón más granítica que vistosa, pero terminó dominando América con un fútbol de altísimo vuelo.

El mejor River de Gallardo se vio al principio con Leonardo Pisculichi como enganche desequilib­rante en 2014, pero la mejor expresión futbolísti­ca colectiva (entiéndase por esto la relación defensa-ataque y juego asociado) es la actual, sin el Pity Martínez ni Quintero. ¿Quién lo creía posible luego de que el colombiano se rompiera los ligamentos? Pero entre Enzo Pérez, Nacho Fernández, Exequiel Palacios y De la Cruz lograron rendimient­os equivalent­es a un fútbol total.

En la forma de conducir al grupo, ambos les dejaban en claro a sus dirigidos que nadie tenía el puesto asegurado: “No puede haber nadie tranquilo ni que se relaje, por más que sean jugadores que están en la selección. Hay muchos compromiso­s y todos tienen que estar preparados para entrar cuando les toque”, solía repetir Bianchi. El Muñeco dio varias muestras de que siempre juega el que está mejor. Futbolista­s como Maidana, Ponzio y hasta Pratto, que consiguier­on ser fundamenta­les durante su ciclo, si tuvieron que ser suplentes por bajos rendimient­os o porque un compañero los superó, lo fueron sin que al DT le tiemble el pulso.

Gallardo ganó más títulos en River, pero Bianchi se impuso ante equipos europeos dos veces. El Muñeco todavía está en carrera por saldar ese “pagaré”, como hizo con otras cuentas pendientes.

Bianchi siempre destacó que era más difícil “confirmar” que “llegar”. Que un título se podía seguir por una buena racha o un buen semestre, pero que repetirlo justificab­a que lo alcanzado no había sido de casualidad. Hablaba con sus jugadores para reinventar los objetivos, potenciar que nadie se conforme. Tras ganarle a Real Madrid en Japón cortó el festejo temprano porque en cinco días debían jugar con San Lorenzo. Gallardo es un obsesivo luchando contra la relajación. Por eso tras ganarle la final de la Copa 2018 a Boca dijo: “Es el mejor título de mi carrera. El mejor logro. Va a ser eterno, pero con respecto a lo que viene… Van a ver al mismo insoportab­le de siempre. No es fácil competir y sostenerse, y ese será el desafío”.

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Tan enérgicos como intuitivos y ganadores, Carlos Bianchi y Marcelo Gallardo, los ejes de dos ciclos inolvidabl­es en la historia de Boca y River
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