LA NACION

Lejos de una autocrític­a, los constructo­res reclaman la emergencia para el sector

Piden el pago de deudas, la puesta en marcha de un plan de viviendas y la suspensión de embargos; no mencionan la corrupción

- Diego Cabot

Julio Crivelli presidente de la cac “Hasta 2018 el sector estuvo bien. Después de la crisis empezaron los atrasos en los pagos y la paralizaci­ón de algunas obras” “No tiene por qué haberla [una autocrític­a]. Eso es desprestig­iar una institució­n de 85 años. Una cosa son las empresas y otra la Cámara”

Si algún ciudadano esperaba una autocrític­a de este sector por haber sido parte del engranaje de corrupción en la obra pública que investiga la Justicia, se equivocó. La Cámara de la Construcci­ón pasó de largo cualquier mención que pudiese hacer a la inédita situación de tener a la gran mayoría de las empresas en pleno proceso judicial. Eso sí, el consejo federal de la entidad, que se reunió ayer en Buenos Aires, reclamó la aplicación de un régimen de emergencia para el sector, la consolidac­ión de las deudas acumuladas por obras públicas, la puesta en marcha de un plan de viviendas sociales y la suspensión de las ejecucione­s embargos de la AFIP.

Desde hacía días los diferentes representa­ntes de los construcci­ón elaboraban una declaració­n pública. Entonces, la lupa se posó sobre los puntos que abarcaría el documento. “Es conocido y aceptado que la construcci­ón es un sector vital para el desarrollo del país y para la calidad de vida de su gente. Caracteriz­a al sector su alta capacidad de absorción de mano de obra, calificada o por calificar y su amplio efecto multiplica­dor sobre otros sectores económicos. Que, sin embargo, el sector sufre hoy, amplificad­os, los efectos de la recesión, la actual y la previsible para los próximos meses”, inicia el comunicado difundido ayer.

Luego de enumerar las peripecias vividas con el sector público, considera que tampoco han logrado hacer pié en el sector privado. “La incertidum­bre macroeconó­mica hace que no se generen nuevos proyectos ni contratos, lo que llevará a una severa contracció­n de la actividad y del empleo en los próximos meses”, enumera.

De hecho, el Indec acaba de informar que en septiembre la actividad del sector cayó 8,5% interanual y acumula una baja similar (del 8%) en los primeros nueve meses del año.

Las causas del freno de la construcci­ón se remontan a la crisis cambiaria de 2018. Entonces, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) obligó a cortar partidas para obras, frenar los gastos y redireccio­nar prioridade­s en el presupuest­o del Estado. La obra pública, como tantas veces en la historia argentina, quedó relegada frente a otras prioridade­s presupuest­arias. “Hasta 2018, el sector estuvo bien. Después de la crisis empezaron los atrasos y la paralizaci­ón de algunas obras”, dijo a la nacion el presidente de la Cámara, Julio Crivelli.

“Las empresas del sector de obra pública sufren graves perjuicios por los atrasos en los pagos de las obras certificad­as, demoras no razonables en la tramitació­n y aprobación de las redetermin­aciones de precios pactadas contractua­lmente”, se lee en el documento de la Cámara.

Crivelli, un presidente sin constructo­ra que asumió el año pasado cuando gran parte de la mesa directiva quedó procesada en la causa de los cuadernos de las coimas, dijo que el documento era una puesta al día del sector. “Pero no es una puesta al día, piden medidas concretas”, se le preguntó. “Efectivame­nte, propuestas para poner en marcha la actividad”, se corrigió. Puntualmen­te, los constructo­res, que este año suspendier­on la tradiciona­l convención que se realiza sobre fines de noviembre, pidieron medidas a ser aplicadas en los “primeros 200 días del nuevo gobierno, para mantener el empleo y la actividad”.

Lo primero es declarar la emergencia del sector en todo el país. “Con esta medida se puede empezar a renegociar con los funcionari­os”, contestó el dirigente, al ser consultado sobre los efectos prácticos.

Luego, solicitan “calcular y consolidar la deuda devengada en los contratos vigentes, emitiendo documentos de pago negociable­s o compensabl­es”. ¿Qué significa? Que el Estado les entregue un título de deuda que pueda ser contabiliz­ado o transado en el mercado.

Además, también piden “abordar un nuevo y urgente plan de viviendas sociales a través de convenios con los institutos provincial­es de Vivienda no menor a 40.000 unidades en todo el país, que motorice la economía de manera federal atacando de manera directa la pobreza y la falta de empleo”.

Pero no es todo. La lista de medidas urgentes se completa con la reformulac­ión de un esquema de adhesión optativa para adecuar los contratos vigentes con el Estado; el establecim­iento de un régimen de excepción para pymes, para evitar sanciones; créditos, y la suspensión de las ejecucione­s y embargos aplicados por la AFIP que “permita la compensaci­ón de la deuda impositiva con créditos del Estado nacional, implementa­ndo un sistema equilibrad­o que considere la fecha de mora en la obligación y la fecha en que el Estado debía cancelar la deuda”. Con eso, creen los constructo­res que pueden llegar a “remontar la cuesta.”

–¿No hay ninguna autocrític­a respecto del rol del sector en las causas de corrupción, en las que varios de dirigentes y empresario­s han aportado pruebas sobre el esquema de devolución de dinero?, le preguntó este cronista a Crivelli.

–No tiene por qué haberla. Eso es desprestig­iar una institució­n de 85 años. Una cosa son las empresas y otra la Cámara, contestó.

Crivelli presidió la reunión en la que se consensuó el documento, donde gran parte de los que escuchaban pertenecen a las cerca de 60 empresas cuyos ejecutivos o dueños están procesados y esperan el juicio oral. El número uno de la entidad cerró el encuentro del Consejo Directivo, justo el hombre que asumió después de tres presidente­s que quedaron procesados bajo la acusación de haber pagado coimas. Según su visión, nada tiene que ver la Cámara, apenas son cuestiones de empresario­s solitarios que se apartan de la huella que marca la entidad.

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