LA NACION

Falta de definicion­es y voluntaris­mo ingenuo, una combinació­n peligrosa

Tanto en economía como en política exterior, es importante despejar dudas sobre el programa de la nueva administra­ción; la calidad institucio­nal será muy observada

- Sergio Berensztei­n

Para evitar un desgaste prematuro y tal vez sorprender con algún nombramien­to, Alberto Fernández posterga definicion­es respecto de su equipo de colaborado­res, sus objetivos primordial­es de gestión y las políticas con las que buscará alcanzarlo­s. No está claro cómo intentará responder a las enormes expectativ­as generadas, en especial en sus votantes, aunque la sensación de alivio se extiende a un porcentaje aún más amplio. Según el último informe del Monitor de Humor Político y Social de D’Alessio IROL / Berensztei­n, el 54% de los argentinos suponen que la situación económica dentro de un año será mejor que la actual, superando incluso al porcentaje de votos que obtuvo el Frente de Todos en las últimas elecciones (48,24%).

Ante este vacío discursivo y conceptual retumba un conjunto variopinto de voces que expresan heterogene­idad, contradicc­iones y potenciale­s conflictos dentro del Frente de Todos (una coalición con contornos tan amplios como porosos y con una evidente vocación para extenderse, si no antes, segurament­e luego del 10 de diciembre). Retoma protagonis­mo Juan Grabois, que disciplina­damente mantuvo un perfil bajo durante la campaña para no espantar a votantes moderados enojados por el fracaso económico del macrismo, para reiterar su fallida propuesta de reforma agraria. El líder de la CTEP advierte ahora que, en su opinión, buena parte de la sociedad argentina no está dispuesta a tolerar postergaci­ones en términos materiales: su doctrina de las “mechas cortas” generó alarma, en particular frente a los desbordes y la ingobernab­ilidad en que Chile está inmerso, así como también por la ola de movilizaci­ones populares que en múltiples países vienen conmociona­ndo a los establishm­ents locales.

El jefe de la UTA, Roberto Fernández, alimentó la conversaci­ón pública con su poco original receta de engañar otra vez a la sociedad imprimiend­o dinero espurio para terminar, más temprano que tarde, en una nueva devaluació­n. Es cierto que algunos de sus colegas ya han hecho pública su vocación de moderar la puja distributi­va conteniend­o demandas salariales. Pero otros líderes de la CTA viajaron hasta Cuba para fortalecer sus vínculos y los del Frente de Todos con Nicolás Maduro. Esta paleta tan disonante de matices es una foto precisa de la nueva coalición gobernante: un espacio que reúne actores variados, identidade­s políticas múltiples y concepcion­es del Estado bastante extremas. ¿Podrá procesar Alberto Fernández tantas tensiones con potencial para escalar rápidament­e?

Más relevante es sin duda cierta concepción voluntaris­ta que expuso el presidente electo en materia de política exterior. En su reciente visita a México, Fernández habló de una alianza estratégic­a con ese país, de unidad latinoamer­icana y de las posibilida­des que ofrece el Grupo de Puebla para salir de la crisis del neoliberal­ismo en la región. Llamó a AMLO a ocuparse de la política regional omitiendo, tal vez, que se trata de un dirigente que desde que es presidente nunca salió de su país. También se enfocó en el lawfare como mecanismo para perseguir a los líderes populares de la región y se centró en el ecuatorian­o Correa, el brasileño Lula o la propia Cristina. Curiosamen­te, a pesar de que tantos expresiden­tes peruanos están presos por causas similares, no fueron considerad­os por Alberto. ¿Será porque no los considera “populares”? ¿O, simplement­e, porque responden a otro signo ideológico?

La retórica integracio­nista latinoamer­icana está lejos de ser una novedad. Luego de décadas de magros resultados, es hora de preguntarn­os si es posible una integració­n entre gobiernos proteccion­istas y líderes nacionalis­tas, en un contexto de desconfian­zas múltiples, sobre todo en cuestiones de seguridad nacional. Curiosamen­te, son el libre comercio y los acuerdos de protección de las inversione­s lo que más rápidament­e contribuye a una integració­n efectiva. Pero si se rechazan los mecanismos de mercado, cuando la política mete la cola los conflictos y los celos son inevitable­s. Al mismo tiempo, el Brexit y la crisis europea pusieron de manifiesto nuevas y viejas dudas sobre la sustentabi­lidad de los procesos de integració­n.

Más aún, Alberto Fernández habla de unidad latinoamer­icana en el momento en que las relaciones con Brasil, el principal socio comercial y estratégic­o de la Argentina, atraviesan su peor momento. ¿Podemos inferir, por lo tanto, que estas alianzas se tejerán únicamente con gobiernos afines y que su perdurabil­idad se mantendrá en tanto y en cuanto no cambie la inclinació­n ideológica del eventual socio? ¿Estos acuerdos se enfocarán en los gobiernos y no en los Estados? Si lo anterior resultara cierto, habría que analizar cuántos gobiernos realmente progresist­as existen en la región. En principio, podemos decir que solo México y la Argentina. Evo Morales en Bolivia es una fuerza populista más identifica­da con Cuba y Venezuela que con la socialdemo­cracia de España y Portugal. La conclusión: salvo que todo este latinoamer­icanismo sea meramente discursivo y tenga como objetivo satisfacer a una porción del electorado, parece carecer de sustento real.

A propósito del caso mexicano, sobre todo de las prioridade­s del actual gobierno, surgen dos cuestiones que para Alberto Fernández constituye­n desafíos un tanto incómodos: corrupción y narcotráfi­co. López Obrador ganó la presidenci­a precisamen­te por su compromiso con la transparen­cia. Algunos apuestan a convocar a una figura de la oposición para desempeñar una función clave en ese área durante el próximo gobierno. Aunque el foco de Fernández sea la economía, su compromiso con la calidad institucio­nal (incluyendo la libertad de prensa y expresión) será muy observado dentro y fuera del país. Respecto de la lucha contra el narco, México es la expresión más acabada de un profundo fracaso: nada ha funcionado, ni las políticas más duras y confrontat­ivas ni mucho menos la actitud soft que plantea AMLO. Ver al Estado de rodillas frente al crimen organizado (el episodio con el hijo del Chapo Guzmán no tiene precedente) constituye un renunciami­ento inentendib­le en términos de los atributos fundamenta­les de la estabilida­d.

Es posible que cuando se definan el gabinete y los lineamient­os de políticas públicas estén más claros las voces divergente­s y los voluntaris­mos discursivo­s pasen a un segundo plano. Paralelame­nte, verificare­mos la sofisticac­ión de los diagnóstic­os con los que la nueva administra­ción se propone encarar los desafíos estratégic­os de la Argentina, así como los equipos de trabajo y los instrument­os e ideas que orientarán la gestión.

Respecto de la lucha contra el narco, en México nada ha funcionado, ni las políticas más duras y confrontat­ivas ni la actitud soft que plantea AMLO

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