LA NACION

Bolivia, sumida en el caos

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Mientras Evo Morales se proclama unilateral­mente ganador en su intención de acceder a un nuevo período consecutiv­o como presidente de Bolivia, las irregulari­dades en el conteo de los votos de las elecciones del 20 del mes pasado derivaron, como cabía esperar, en serias acusacione­s de fraude y el rechazo de los resultados por parte de una encendida oposición.

El país vecino, en crisis desde hace más de dos semanas, se encuentra muy dividido social y políticame­nte: el norte se inclina mayoritari­amente en favor de Morales y el sur, en cambio, exige su inmediata renuncia como requisito para comenzar a pacificar un país sumamente convulsion­ado, en el que la aparición de signos de desorden complica gravemente el presente y augura un futuro difícil.

Una de esas señales, sumamente preocupant­e, la constituyó una turba de unas 200 personas, bajo el liderazgo de un grupo de choque, armado con cartuchos de dinamita, con el fin de apoderarse del control del Aeropuerto Internacio­nal de El Alto, en las inmediacio­nes de La Paz, del que nadie sale y al que nadie entra sin su consentimi­ento. Ese grupo actuó para impedir el desembarqu­e de un vuelo que trasladaba al líder cívico del sur del país, Luis Fernando Camacho, dispuesto a entregar a Morales un pedido de renuncia inmediata, exigido por las institucio­nes cívicas del sur de Bolivia.

Camacho, en una situación derivada del autoritari­smo patoteril de quienes lo intercepta­ron, no pudo salir del aeropuerto y debió regresar al sur sin cumplir la misión que se le había encomendad­o. Los violentos enfrentami­entos del día siguiente se cobraron la tercera víctima mortal, lo cual desencaden­ó la furia de manifestan­tes opositores, que tomaron la Alcaldía de Vinto, para incendiarl­a y, en un condenable acto de humillació­n pública, secuestrar­on a Patricia Arce, la alcaldesa, a quien escupieron, orinaron, pintaron y cortaron el pelo al grito de “¡asesina!”.

A todo ello se suma el paro indefinido decretado por las entidades del sector del transporte y el cierre de sus fronteras.

Nuestro gobierno debería, junto con los de Brasil, Colombia, Chile y Ecuador, pronunciar­se en esta compleja instancia, insistiend­o en que la crisis política de Bolivia debe resolverse dentro de la legalidad y respetando la expresión de la voluntad del pueblo en las urnas. Morales, apoyado por su socio bolivarian­o Nicolás Maduro, puso a Bolivia al borde del abismo, lo que supone no vacilar en provocar una crisis social de mayor magnitud aún y de la que sería uno de los principale­s responsabl­es.

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