Historia íntima, poética y sensible

libro: Alfredo Staffolani. dirección: Luciano Suardi. intérpretes: Eugenia Mercante, Willy Prociuk, María Inés Sancerni. escenografía y vestuario: Rodrigo González Garillo. luces: Ricardo Sica. teatro: Anfitrión, Venezuela 3340. funciones: viernes, a las 21. duración: 60 minutos.

Ya es una costumbre para el teatro independiente el centrarse en esas historias en apariencia pequeñas, sencillas, íntimas pero que esconden mucho más, o asoman en esa pequeña trama solo un ápice de los personajes que se presentan. Como la teoría del iceberg que supo cosechar el mayúsculo autor Hemingway, aquí en Atlántico, la obra de Alfredo Staffolani que el conocido actor y director Luciano Suardi sube a escena, parece suceder eso: pocas palabras pero cargadas de climas, poco manifiesto y claro pero lleno de sentidos posibles que cada quien, como libre interpretante, irá completando, cargando más de sí a medida que la obra evoque atmósferas seguramente reconocibles para casi todos. Así lo simple se carga de lo complejo de la humanidad.

Diego (Willy Prociuk) e Inés (María Inés Sancerni) no se ven hace un año. Ya de entrada, con esos pocos elementos se configura un amor que podría ser, luego se confirma, de verano. Es que están en Necochea, ella vive allí, él viene. Casi como un alterego del héroe del western, de su pasado poco se sabe, todo su ser se va construyendo por el encuentro con esta mujer. Se gustan, está claro, pero él también está enamorado de la Rubia, personaje que completa este triángulo amoroso.

Para estar en sintonía con la dramaturgia, la escenografía creativa y sugerente transita ese camino minimalista. Un solo objeto en medio de la escena que evoca inmediatamente a la playa, con sus colores de arena, mar y cielo, protagonista absoluto, se desarma y se vuelve a armar para de playa transformarse en habitación, bar, auto. Lo que sea. La iluminación precisa y poética baña la escena y ayuda a marcar el paso del tiempo.