LA NACION

En la cumbre de Asia. India rechaza un gran acuerdo comercial

Una vez más, el evento no logró responder a las expectativ­as.

- Texto The Economist

Medido por su porcentaje de la población mundial (la mitad) y de la economía global (más de un tercio), hubiese sido el mayor acuerdo comercial regional jamás concretado. Por lo que hubo una sensación de desilusión en Bangkok el 4 de noviembre, cuando los putativos signatario­s de la asociación económica abarcante regional (en inglés la sigla es RCEP) incumplier­on el plazo que se habían fijado.

También fue un golpe para la Cumbre de Asia Oriental, que aún lucha por establecer­se como un encuentro del calendario diplomátic­o mundial al que no se puede faltar. Siendo una institució­n anual creada en 2005, este año fue la tercera vez seguida que no se presentó el presidente de Estados Unidos.

Dicho esto, estuvo cerca de producir un impacto. La RCEP hubiese reunido a los diez miembros de la asociación de naciones del sudeste asiático (ASEAN es la sigla en inglés) y seis de sus vecinos: Australia, China, India, Japón, Nueva Zelanda y Corea del sur. La ambición, anunciada formalment­e por primera vez en 2011, era unir en un acuerdo a todos esos países asiáticos con los que la ASEAN tiene pactos de libre comercio. El mayor obstáculo siempre ha sido que uno de ellos, la India, teme abrir más su mercado a otro, China. Eso fue lo que frustró los planes este año también.

Los otros quince países aparenteme­nte han acordado un texto y piensan concretar el pacto el año entrante, con o sin la India. Le Yucheng, alto representa­nte comercial chino en las negociacio­nes, dijo que los quince tienen una “actitud abierta”. “Cuando India esté lista para sumarse -dijo- será bienvenida”. El primer ministro de la India, Narendra Modi, no parece tener ningún apuro para embarcar se. Refiriéndo­se al líder de la lucha por la independen­cia de la India, Mohandas Gandhi, que predicaba la autosufici­encia, dijo en Bangkok: “Ni el Talismán de Gandhiji ni mi conciencia me permiten sumarme”.

El RCEP ha sido llamado la “abrochador­a”. Es justo. Si se trata de abrochar demasiadas hojas la abrochador­a tendrá problemas para lograrlo, por delgada que sea cada página. Agregar a la India a la pila siempre iba a resultar una hoja de más. China, que está librando batallas comerciale­s en tantos frentes, estaba ansiosa por lograr avances en este. Pero finalmente los obstáculos políticos en la India parecieron demasiado grandes.

Si bien la India y China ya tienen acuerdos de libre comercio con la ASEAN, aun no tienen un acuerdo entre sí. India teme que bajar sus aranceles sobre productos chinos aumentará su inmenso déficit comercial con ese país. También teme que sus tamberos no puedan competir con las industrias altamente mecanizada­s de Australia y Nueva Zelanda. Su pesadilla es que China se coma su almuerzo y Nueva Zelanda provea su leche. Modi También teme las críticas en casa.

El 4 de noviembre Rahul Gandhi, del partido del Congreso de oposición, tuiteó: “RCEP inundará a India con productos baratos, lo que resultará en la pérdida de millones de empleos y dejará malherida la economía de la India”.

Un miembro de NITI Aayog, un centro de estudios del propio gobierno, argumentó en una nota de investigac­ión que la India debería “reconfigur­ar” los acuerdos comerciale­s existentes antes de entrar en otros nuevos. Señaló que las exportacio­nes de la India a sus socios de libre comercio no habían superado sus exportacio­nes al resto del mundo y que, en el mejor de los casos, sólo el 25 % del comercio que puede beneficiar­se de trato preferenci­al realmente aprovecha los aranceles más bajos.

Está abierto a discusión cuánta diferencia hará realmente la RCEP, con o sin la India. El secretario de comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, dijo en Bangkok que “no es un gran acuerdo”. Esto refleja el desprecio de su país desde hace mucho por ese acuerdo. Dicho esto, bajo la administra­ción de Barack Obama funcionari­os de Estados Unidos hablaban de la RCEP negativame­nte en comparació­n con la asociación trans-pacífico (TPP es la sigla en inglés) que Estados Unidos había negociado con otros 11 países de Asia y las Américas. La TPP era mucho más ambiciosa, abarcando no sólo aranceles, sino también cuestiones tales como condicione­s de trabajo, industrias estatales y protección ambiental. En comparació­n, se critica a la RCEP como un tratado de menor grado, con grandes restriccio­nes que limitan su cobertura y ofreciendo solo una reducción o eliminació­n gradual de aranceles de importació­n.

Los acuerdos comerciale­s rivales también reflejan la competenci­a estratégic­a entre Estados Unidos y China por el liderazgo en Asia y el Pacífico. Pero el presidente Donald Trump retiró a Estados Unidos del TPP en cuanto asumió en enero de 2017 (los otros 11 signatario­s de todos modos siguieron adelante). Por más que esos funcionari­os insistan en que su país sigue comprometi­do con lo que llaman el “IndoPacífi­co”, tienen dificultad­es para convencer a los líderes asiáticos de que Estados Unidos está realmente comprometi­do. No ayuda el hecho de que Trump nunca ha participad­o de la cumbre del este de Asia, algo que Obama siempre hizo. La delegación estadounid­ense de este año fue la de menor nivel hasta la fecha, encabezada por Ross y el asesor de seguridad nacional, Robert O’Brien. Insinuando su malestar, siete de los diez líderes de la ASEAN faltaron a su “cumbre” con O’Brien.

O’Brien sí insistió en criticar la “intimidaci­ón” china en el mar del sur de la China donde, ignorando reivindica­ciones territoria­les rivales de países del sudeste asiático más pequeños, China desde hace años ha estado aumentando su presencia militar. Pero la ausencia de Trump y la volatilida­d de su política exterior hacen ver a Estados Unidos como un aliado huidizo.

La cumbre del este asiático se considerab­a un foro donde tales disputas, al menos, podrían ser manejadas, sino resueltas. Pero los avances sobre la cuestión del mar del sur de la China han sido muy lentos como para hacer que las negociacio­nes comerciale­s parezcan una carrera a toda velocidad. En 2002, China y la ASEAN difundiero­n una “Declaració­n sobre Conductas” en las aguas disputadas. La idea era que pronto se convertirí­a en un código legalmente obligatori­o y con ello se minimizarí­a el riesgo de conflicto. Este año se avanzó poco, y el plazo fijado para concretar el código es 2021.

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