LA NACION

Yvon Chouinard

“Hay que reinventar el capitalism­o por completo”

- Texto Jeff Beer | FAST COMPANY

“Quieren saber la verdad. No hay esperanza. No hay ninguna esperanza”. Eso es lo que el fundador y presidente de Patagonia Yvon Chouinard le dijo al diario L.A. Times en

1994. A pesar de ello, Chouinard y su compañía han dedicado décadas-y millones de dólares-a combatir por causas ambientale­s en todo el mundo invirtiend­o al mismo tiempo en prácticas de negocios más sustentabl­es. Lo que es más, Patagonia ha abrazado y promovido el movimiento de corporacio­nes B, mientras que Chouinard encabezó esfuerzos como “El 1% por el planeta”, un colectivo de compañías que se comprometi­eron a donar el 1% de su ganancias a grupos ambientali­stas y que desde

2002 lleva reunidos más de US$225 millones.

Mientras tanto a lo largo de los últimos 46 años, Patagonia se ha convertido en una marca global valorada en miles de millones de dólares, lo que la convierte en el ejemplo de una compañía a la que le va bien y hace el bien.

Pero Chouinard sigue insatisfec­ho. A los 81 años está más concentrad­o que nunca en demostrar, con el ejemplo de Patagonia, a qué extremos puede llegar una compañía para proteger el planeta. Tomándose un descanso de sus jornadas de pesca cerca de su hogar en Wyoming, Chouinard se muestra tanto apasionado como irónico al hablar de su filosofía de negocios, lo que entendemos mal acerca de la sustentabi­lidad, porque lo entusiasma tanto la agricultur­a regenerati­va y la maquinaria política de Patagonia en ascenso.

-¿Cómo se lleva con la idea de que estar en los negocios significa necesariam­ente que se está contribuye­ndo a la polución y el daño del planeta?

-Todo lo que el hombre hace provoca más daño que bien. Tenemos que aceptar ese hecho, no engañarnos pensando que algo es sustentabl­e. A partir de ahí uno puede tratar de lograr una situación en la que cause el menor daño posible. Esa es nuestra manera de ver las cosas. Es una cumbre que nunca se alcanza. Uno siempre está tratando de alcanzarla. Nunca se llega a la cima, pero ese es el viaje.

-Hace unos ocho meses usted escribió una nueva declaració­n de misión para la compañía: “Patagonia está en el negocio de salvar a nuestro planeta”. ¿Qué impacto ha tenido eso hasta ahora?

-Afecta el trabajo de todas y cada una de las personas. Algunos más que otros, pero puso a todos a pensar. Hicimos el compromiso de estar libres de combustibl­es fósiles para 2025. Hemos invertido en compañías que están trabajando en cultas tivar las fibras sintéticas, cosas hechas a partir de plantas en vez de petróleo. No sólo estamos limpiando nuestros edificios y nuestras cosas, vamos a nuestros proveedore­s y los convencemo­s de que usen energía más limpia. Además seguimos trabajando en salvar grandes áreas del planeta que captan mucho carbono. Personalme­nte estoy trabajando en un nuevo parque publico en la punta de América del Sur, alrededor de 325.000 hectáreas de turberas y pantanos y 81.000 hectáreas de mar, que “secuestra” más carbono que casi cualquier otra zona en la tierra.

-Hace diez años usted empezó a introducir­se en el negocio de los alimentos, lanzando Patagonia Provisions. Y trabajan con la agricultur­a regenerati­va. Ahora usted ha llevado esos principios regenerati­vos a su cadena de provisión de algodón. ¿Siempre vio eso como lo que había que lograr?

-Esto es todo bastante nuevo. Los científico­s recién ahora están descubrien­do lo importante que es la producción agropecuar­ia para el cambio climático, tanto en términos negativos como positivos. El ambientali­sta y empresario Paul Hawken tiene un libro que enumera 100 cosas que podemos hacer para combatir el cambio climático (titulado Drawdown: el plan más completo que se ha propuesto para revertir el

calentamie­nto global). De esas 100 cosas, lo más importante que se relacionab­a con nosotros era la agricultur­a, por lo que nos concentram­os en la agricultur­a orgánica regenerati­va. Estamos trabajando en una nueva certificac­ión que va más allá de lo orgánico. Hemos estado usando algodón cultivado orgánicame­nte durante años, pero todo lo que hace es causar un poco menos de daño. Por lo que decidimos comenzar a cultivarlo de manera regenerati­va y orgánica. Comenzamos con ciento cincuenta productore­s en la India, campesinos a pequeña escala. Los convencimo­s de cultivar el algodón con una cantidad mínima de labranza. Incluso con el algodón ahora, secuestram­os carbono. Esto es importante. La agricultur­a regenerati­va no puede hacerse a gran escala. Simplement­e no se puede. Esta gente mata los parásitos aplastándo­los con sus dedos. Ponen luces para atraer a los insectos de noche y usan métodos naturales. Y usan cultivos de cobertura: garbanzos y cúrcuma, para la que hay gran demanda. Y usan abono. Les pagamos 10% extra, así que casi han aumentado al doble sus ingresos. El año que viene vamos a tener 580 pequeños productore­s que cultivarán algodón de este modo.

-¿Y qué piensa de que Jeff Bezos y Elon Musk impulsen el viaje interplane­tario para llegar a Marte y colonias en la luna, porque no parecen creer que podemos salvar nuestro planeta?

-Creo que es bastante tonto. Y no sólo tonto, realmente es una lástima. Los fondos que van a destinar a la exploració­n del espacio debieran usarse para salvar nuestro propio planeta ahora mismo. Estamos en una situación de emergencia. Las cosas se ven tan mal. Es la tercera guerra mundial. Yo viví la segunda guerra mundial y recuerdo lo que tuvo que hacer el país para movilizar. No se podía comprar azúcar. No se podía comprar carne. Siendo canadiense­s del lado francés, teníamos suerte si conseguíam­os carne de caballo. [Ríe] Eso es lo que tiene que suceder con este asunto del calentamie­nto global. Estamos desperdici­ando el dinero en esto de ir a Marte. Quiero empezar a fabricar remeras que tengan una trucha y que diga que no hay truchas en Marte o con la leyenda “a la mierda con Marte”. Tenemos que hacer eso.

-Ha sido bastante claro respecto de su pesimismo en relación al destino del planeta al mismo tiempo que está comprometi­do con tratar de arreglarlo. ¿A qué atribuye su capacidad de no ser nihilista y seguir avanzando hacia una cumbre que nunca se alcanza?

-La solución para la depresión es la acción y yo tengo una idea clara de lo que tengo que hacer. Mucha gente quiere hacer algo respecto al calentamie­nto global, pero no sabe por dónde comenzar. Es una falta de introspecc­ión e imaginació­n. Un técnico de nuestro laboratori­o de tejidos se comunicó con uno de nuestros proveedore­s en Japón y le dijo: “oiga, veo que usted compra su energía de usinas a carbón. ¿Por qué no se pasa a energía verde?” Se trata de una fábrica japonesa gigante. El hombre dijo: “No lo había pensado”. Lo analizaron, se pasaron a energía verde y sólo les cuesta US$7000 más al año. Ahí tiene. El tipo nunca lo había pensado, pero sonaba como una buena idea. Hay mucha fruta al alcance de la mano.

-¿Qué rol ha tenido su budismo a la hora de encontrar ese enfoque?

-Uno puede abordar el zen de distinmane­ras. Una manera es que uno puede sentarse y contemplar­se el ombligo todo el día. Yo simplement­e lo abordó a través de la acción, sea deportes o negocios.

-Usted ha dicho que podía convencer a cualquiera mano a mano de que buscar el crecimient­o por el crecimient­o mismo es malo y abrazar los ideales de la sustentabi­lidad o la responsabi­lidad lo hace a uno más rentable. ¿Qué le diría a los CEO de Jpmorgan Chase o Apple?

-Si tuviera suficiente tiempo les daría un ejemplo tras otro de cómo hacer lo correcto término dándonos más dinero. Y la motivación adicional fue simplement­e creer en el karma. Siempre vuelve.

-¿Si la idea es crear una mejor versión del capitalism­o que cree que debe hacerse con las compañías que cotizan en bolsa?

-Hay que reinventar el capitalism­o por completo. El capitalism­o lleva a que haya un montón de gente pobre y muy poca gente extremadam­ente rica. De últimas el capitalism­o va a perder su clientela. No va a haber nadie que pueda comprar el producto porque todos van a ser tan pobres. Todo se va a hundir antes de la próxima elección, probableme­nte. Va a haber otra inmensa recesión y todo el mundo va a perder con sus acciones. otra vez. Es un sistema que tiene que cambiar. Todo el asunto de las acciones depende del crecimient­o. Un ejemplo es el de Amazon. Hoy Amazon no tiene ganancias. No paga impuestos. Nada. Pero la empresa está creciendo como locos. Es todo crecer, crecer, crecer y es eso lo que está destruyend­o el planeta. Yo mismo me enfrento a este dilema. Somos una compañía de US$1000 millones. Y yo no quiero una compañía de US$1000 millones. El día que me lo anunciaron bajé la cabeza y dije: “Ay Dios, yo sabía que íbamos a llegar a esto”. Estoy tratando de pensar cómo hacer que Patagonia vuelva a actuar como una pequeña compañía.

-Mucha gente se inspira en usted. ¿Pero quién lo inspira a usted? ¿Quién es el Yvon Chouinard de Yvon Chouinard?

-[Ríe] Creo que… No sé. Hay unas cuantas personas en el mundo que están haciendo cosas realmente buenas. Huey Johnson, que tiene una entidad sin fines de lucro en Marin County, San Francisco, ha estado haciendo cosas por mucho tiempo. Él creó Conservati­on Internatio­nal, Nature Conservanc­y, Trust for Public Land, y tiene una organizaci­ón llamada Resource Renewal Institute. El tipo nunca se rinde. Es un optimista. Yo soy pesimista. El ha sido una inspiració­n para mí. El ambientali­sta David Bower. La oceanógraf­a Sylvia Earle. Jane Goodall está tratando de salvar sus chimpancés que van camino de la extinción. Es algo parecido a la tarea que hacen los amigos del oso polar. Igual creo que hay que olvidarse de salvar al oso polar. Hoy, hay que salvar al planeta para salvar al oso polar. Eso es deprimente pero sigue la pelea. Goodall está en la ruta más de 360 días al año. A mí me mata pasar unos días. Yo acabo de volver de Labrador y por Dios, es duro…

-Eso queda lejos de Wyoming ...

-Volver de Labrador a Jackson Hole fue un esfuerzo. Corrí de una punta del aeropuerto de Boston a la otra, porque mi avión desde Halifax estaba atrasado. Pase 36 puertas y no llegaba porque los vuelos estaban en distintas terminales. Casi tuve un ataque al corazón. [Ríe] Y cuando llegué el vuelo ya estaba cerrado. El avión estaba listo para despegar. Ahí un tipo me dice: “oiga yo sé quién es usted. Les dije que mantuviera­n abierto el portón un par de minutos más. Yo sabía que iba a llegar”. Y lograron que subiera. El tipo dice: “oiga, yo soy cineasta. Conozco lo que usted hace. Siga con el buen trabajo”. Y se fue. Yo pensé: “Este tipo es un ángel”. [Ríe] Esa es la devolución kármica de la que hablo.

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Fast company / retoque digital: sebastián feldman

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