LA NACION

Maria Perego.

La mamá del Topo Gigio

- Marcelo Stiletano

Cada vez que se le pedía a Maria Perego que revelara alguno de los secretos de la técnica que usaba para darle vida al Topo Gigio respondía con pocas palabras y una inmensa sonrisa: “A Gigio se lo maneja con el corazón”. No había otra explicació­n posible. Gigio estaba hecho de la misma materia prima que los Muppets: una mezcla única entre el talento oculto de sus animadores (siempre inspirados, siempre originales) y una puesta en escena que interpelab­a a la vez a los chicos y a los grandes. Las ocurrencia­s de Gigio nunca eran pueriles o recurrían a lugares comunes. Tampoco había pereza o voluntad de repetición en sus creaciones.

Perego murió antenoche en su casa de Milán mientras seguía imaginando nuevos mundos y posibilida­des para su personaje más famoso. Le faltaba apenas un mes para cumplir 96 años y seguía trabajando. “Tenía mil proyectos hasta ayer [por anteayer], pero recibimos una llamada desde su casa y llamamos a emergencia­s porque no se sentía bien. Se fue antes de que llegara la ambulancia”, dijo Alessandro Rossi, administra­dor de la empresa que manejaba la marca del personaje al anunciar el deceso de su creadora.

Gigio fue siempre igual a sí mismo en cada una de sus encarnacio­nes (podía ser astronauta, bombero, gaucho o deportista), pero el modo en que se movía en su eterno mundo de fondos negros siempre nos sorprendía. Siempre nos alegraba. Proponía juegos, reaccionab­a con ocurrencia­s inesperada­s, era tierno y dulce frente a los adultos sin caer en el edulcorami­ento, cantaba y bailaba. Y tenía sus marcas identifica­torias: los parpadeos, la risa en movimiento, algunas frases (“¡Lo dije yo primero”) y el pedido para que le dieran el “besito de las buenas noches”, que era nuestra consigna para dejar de ver la televisión e irnos a dormir. Ese ritual atravesó varias generacion­es, aquí y en el mundo, a lo largo de los últimos 60 años. Y seguirá repitiéndo­se de aquí en adelante.

Cuando Perego creó a Gigio en 1959 ya era una animadora reconocida en el mundo artístico y televisivo de Italia. Había nacido en Venecia el 8 de diciembre de 1923 y su trabajo artístico, que iba y venía entre el teatro y la animación, la llevaba todo el tiempo entre esa ciudad y Roma, donde terminó afincándos­e. Hasta que en 1959 llegó, después de muchas creaciones para el público infantil, el personaje que le cambió la vida. Inspirada en el célebre Topolino (el nombre que tuvo en Italia el ratón Mickey) creó junto a su marido, Federico Caldura, a Gigio, un pequeño muñeco de gomaespuma (38 cm de altura) lleno de dulzura, sencillo, ingenuo, siempre amable y dispuesto a hablar con los adultos. Topo, en italiano, es ratón.

A Perego le llevó casi dos años perfeccion­ar el mecanismo que transformó a Gigio en un personaje casi perfecto, que recorrió el mundo y todavía divierte y asombra a los públicos más diversos. Esa mecánica, que mezcla el viejo arte de los títeres de puño y el teatro negro, fue explicada muchos años después por Juan Carlos Mareco en el libro Estamos en el aire (Una historia de la TV en la Argentina), escrito por Carcarámbu­la los Ulanovsky, Pablo Sirvén y Silvia Itkin. “A Gigio lo manejaban cuatro personas entre las que estaba, por supuesto, su creadora. Uno manejaba los bracitos, otro las orejitas, otro las patitas de atrás. Toda la luz era para él y para mí, y los demás estaban vestidos de negro”, relató Mareco, el primer gran partenaire (y segurament­e el mejor) de las muchas andanzas del Topo Gigio en la pantalla chica de nuestro país.

Cuando debutó en 1968 en el viejo Canal 11 y dentro del programa La galera, los muñecos de peluche de Gigio empezaron a venderse por millones. El éxito de la TV se extendió al disco y a algunas publicacio­nes gráficas. Mareco, mago de mil voces, también tuvo que encargarse de hacer hablar al muñeco debido a que Peppino Mazzullo, el actor italiano que se encargó desde el principio de esa tarea, padecía constantes ataques de asma por culpa de la humedad de Buenos Aires.

A fines de esa década, Gigio siguió a Mareco en su clásico ciclo televisivo Casino. Y se mantuvo en los años posteriore­s invitando a los chicos a dormir, vestido con un largo pijama y un gorrito con pompón. En la década del 80 se sumó a la extraordin­aria troupe de los cómicos uruguayos que, por entonces, hacían Hiperhumor y a fines de esa década llegó a tener su programa propio (La hora del Topo Gigio) junto a Las Primas, según recuerda el meticuloso investigad­or e historiado­r de la TV Jorge Nielsen. Muchos lo recuerdan también interactua­ndo con Berugo y muchos más disfrutaro­n de sus canciones y grabacione­s, populariza­das por entonces a través del VHS y del casete.

Mientras tanto, Gigio ya había dado varias vueltas al mundo. Apareció junto a estrellas de todos los tiempos como Louis Armstrong, John Wayne, Michael Jackson y Lucio Dalla, entre otros. Fue uno de los invitados más frecuentes del legendario show de Ed Sullivan, donde debutó en 1962. Acompañó a su conductor hasta el programa de la despedida, en 1971, después de 92 aparicione­s. “Cuando lo veo sobre mi brazo siento como si estuviese hablando de verdad con una persona. Nunca me ocurrió ni me volverá a ocurrir con un títere”, confesó Sullivan en una ocasión.

Perego murió mientras trabajaba en la nueva adaptación de las andanzas de Gigio, esta vez en dibujos animados, con la idea de convertir esa serie en bandera de las celebracio­nes por los 60 años de la primera aparición del personaje, previstas para el año próximo. Los planes no cambiarán y seguirán sin dudas los deseos de su creadora. “¿Quién era Gigio? –se preguntó una vez Perego–. Un personaje tierno, un poquito inseguro, delicado, sensible, sin una gota de arrogancia. Tuve que esforzarme muchísimo para que mantuviera su carácter y no fuese alterado o deformado por autores o directores que ignoraban los propósitos para los que fue creado, siempre moviéndose entre la fantasía y la realidad”.

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