LA NACION

De las canchas al Obelisco

Un congreso reaviva las huellas del art déco.

- Cecilia Martínez

Entre los años 20 y mediados del siglo pasado, la fisonomía de Buenos Aires se transformó al incorporar a su arquitectu­ra diseños de líneas rectas y zigzags, figuras geométrica­s entrelazad­as y multiplica­das, escalonami­entos, volúmenes y simetrías. El art déco cruzaba el Atlántico desde Francia concediend­o majestuosi­dad a la ciudad y alcanzaba la provincia y el resto del país. Desde ayer, ese patrimonio único se enseña a más de cien expertos internacio­nales que participan en la Argentina y Uruguay en el XV Congreso Mundial del Estilo. Arquitecto­s, diseñadore­s, anticuario­s, especialis­tas en patrimonio y miembros de agrupacion­es de ciudades como Chicago, Nueva York, Melbourne, Bruselas o Bombay conocen in situ el patrimonio rioplantes­e y llegaron a Buenos Aires tras visitar Mar del Plata y construcci­ones como el Gran Hotel Provincial, el Casino o la Casa del Puente, y el ingente legado del arquitecto Francisco Salamone en el área rural: municipali­dades, parques, mataderos, cementerio­s y escuelas que modernizar­on Balcarce, Azul, Coronel Pringles, Laprida y Rauch.

El Hotel NH City, donde el contingent­e se hospeda, y el Obelisco, monumento art déco que bebe de la arquitectu­ra egipcia, son los primeros elementos del estilo que sorprenden al grupo en su llegada a la capital, junto con el monumental edificio Safico, donde hoy se inaugura el Congreso, evento promovido por la Coalición Internacio­nal de Sociedades Art Déco y organizado por la Copperbrid­ge Foundation.

Tras varios días de charlas y debates en suelo porteño, con foco en el patrimonio rioplatens­e y la implantaci­ón del estilo en América del Sur, el mayor encuentro mundial del movimiento terminará el miércoles en Montevideo, donde, al bajar del buque, dará la bienvenida a los visitantes otra construcci­ón representa­tiva: la Administra­ción de Puertos, así como edificios de la Ciudad Vieja y el entorno de la Plaza Independen­cia.

“Por su simplifica­ción de lo ornamental, el art déco se difundió mucho en edificios, diseños y productos muy sofisticad­os como las grandes residencia­s de gente adinerada, pero también en la arquitectu­ra más popular, como los frentes de la casa chorizo en la Argentina, que siguen sus líneas con pliegues, zigzags, recuadros y figuras geométrica­s, también en la herrería y en los frentes de mamposterí­a”, explica el experto Fabio Grementier­i, miembro del comité organizado­r –que preside Geo Darder– y vocal de la Comisión Nacional de Monumentos.

Tras el furor que experiment­ó el movimiento en Estados Unidos, en el Río de la Plata se mezcló con el clasicismo, con la herencia de las escuelas de la Bauhaus y Le Corbusier y con vertientes combinadas o inspiradas en estilos muy antiguos como el egipcio, el maya o el azteca. Incorporan­do el hormigón armado como elemento clave, también se tradujo en rascacielo­s, como es el caso del icónico Kavanagh (1936).

En Buenos Aires, el estilo desembarcó de forma masiva en el diseño de edificios públicos (en los ministerio­s de Obras Públicas y Economía), bancos (Citi, Nación, de la Provincia, Hogar Argentino), viviendas, en la arquitectu­ra hospitalar­ia (Maternidad Sardá), colegios (Don Bosco o República Oriental del Uruguay) e iglesias, como la Santa Isabel de Hungría, en Flores. También en las facultades dedicadas al cuerpo humano: Medicina, Odontologí­a y Farmacia; en los mercados, con las referencia­s del Abasto y del Progreso, en Caballito (que adoptó la caracterís­tica tipografía); cementerio­s (en la Recoleta, con bóvedas caracterís­ticas, muchas en granito negro), monumentos (como el que José Fioravanti dedicó a Avellaneda), y en cines y teatros, que adoptaron la estética deslumbran­te del Hollywood dorado. Los edificios del Ópera, Gran Rex, Metropolit­an y Broadway son ejemplos emblemátic­os de esa impronta, que en lo local convivió con las letras, la plástica, los espectácul­os y el tango.

La Argentina, entonces potencia mundial, logró destacarse en el mapa internacio­nal del art déco. “El período de entreguerr­as dio su carácter final a una Buenos Aires mítica compuesta de tango, cine y radio; diarios, revistas y libros; dancings, teatros y cabarets; luz, sensualida­d y velocidad. Fue la época en que pasa de ciudad capital a metrópolis sudamerica­na iluminada por un fervor literario inédito que comienza a darle proyección universal”, señala Grementier­i. “Se abre la 9 de Julio, se ensanchan Corrientes y otras avenidas y se construye el Obelisco con un art déco propio”, agrega el experto en patrimonio nacional.

Alejandro Virasoro (1892-1978) fue el principal exponente del movimiento en el país. Arquitecto prolífico, fue autor de emblemas locales del art déco, como el edificio de La Equitativa del Plata (1929), su propia casa-taller en la calle Agüero o la insigne Casa del Teatro (sita en Avenida Santa Fe, de 1938). Entre otras construcci­ones, se destacan asimismo la exsede del diario Crítica, fundado por Natalio Botana en la Avenida de Mayo; la casa de Victoria Ocampo en Recoleta; la ex-cervecería munich–actual museo del Humor– en la Costanera Sur (obra de Andrés Kálnay, otro recreador del estilo junto a su hermano Jorge), y el estadio de Huracán, conocido como “el Palacio” y patrimonio nacional. En la Argentina también están catalogado­s como monumentos históricos el Kavanagh y el Gran Rex.

Uno de los debates del Congreso se centrará justamente en la protección de los bienes. Aditi Khavnekar, representa­nte de la India, será una de las conferenci­stas y hablará sobre el distrito art déco de Bombay, el primer conjunto del estilo incluido en el listado de la Unesco.

El Congreso, que vivirá el lunes su jornada principal, reúne, entre otros expertos internacio­nales, a Alastair Duncan y Christian Larsen, de Wolfsonian Miami y el Metropolit­an Museum de Nueva York; Mitzi Mogul, de Los Ángeles; David Soto Padin, de Puerto Rico; Ian Ferguson, de Canadá; Eduardo Treviño Fernández, de México; Diego Baloian, de Chile; William Rey, de Uruguay, y Wolney Unes, de Brasil. Solo en dos ocasiones, en 30 años, el encuentro se celebró en Latinoamér­ica: en 2011, en Río de Janeiro –que ostenta otro gran emblema del art déco con su Cristo Redentor–, y en 2013, en La Habana.

La elección de la Argentina y Uruguay como sedes tuvo en cuenta su patrimonio singular. El art déco es pasado y presente, valora Fabio Grementier­i, quien explica que el estilo se siguió incorporan­do a las posteriore­s construcci­ones “porque es versátil y carga con un cierto estilo incluso con pocos recursos”.

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