LA NACION

El Lava Jato ingresó en un escrutinio profundo

- Merval Pereira O GLOBO/GDA Traducción de Jaime Arrambide

El fallo del Supremo Tribunal Federal (STF) de anteanoche que abrió las puertas a la liberación de Lula se convirtió, en gran medida debido a la posición del juez Gilmar Mendes, en un debate crítico de la operación Lava Jato.

En vano intentaron algunos magistrado­s –especialme­nte su presidente, el juez Días Toffoli– fundamenta­r su voto en cuestiones conceptual­es: el Lava Jato y Lula, su objeto de culto, dominaron el debate.

El nombre del expresiden­te estuvo siempre presente en el intento de demostrar que el máximo tribunal no actúa políticame­nte, y que mucho menos puede ser culpado por la sensación de impunidad que domina en la sociedad.

Hasta la propuesta que envió Toffoli a los presidente­s de ambas cámaras del Congreso, sugiriendo que los plazos de prescripci­ón de las causas queden suspendido­s mientras se tramitan los recursos especiales, fue utilizada para demostrar su preocupaci­ón por el uso abusivo de las apelacione­s.

No se hizo mención a los condenados por el Lava Jato que se verán beneficiad­os de inmediato por el fallo que repone la exigencia de que se hayan terminado todas las instancias judiciales de apelación antes de que un condenado vaya a la cárcel.

En los fundamento­s de su voto, Toffoli asumió la defensa de la institució­n que preside, utilizando estadístic­as que según él demuestran que la impunidad se debe a los errores de investigac­ión en los procesos penales y al sistema judicial en sí.

El enjuiciami­ento del escándalo de las mensualida­des, conocido como Mensalão, que al condenar a políticos y empresario­s marcó un antes y un después en la Justicia brasileña, fue tomado como ejemplo de que el tribunal no es condescend­iente con los poderosos.

El hecho de que se haya dedicado durante seis meses a ese juicio, demorando su agenda general, sirvió como ejemplo de que cuando están dadas las condicione­s, actúa con diligencia.

El número de procesos que tramite anualmente el tribunal fue citado una vez más, y con razón, como responsabl­e de las demoras que se le atribuyen al STF en sus decisiones.

El amplio análisis de Toffoli lo llevó a declarar que el sistema judicial necesita una gran reforma de fondo para que la sensación de impunidad deje de imperar en la sociedad.

Todo para afirmar que la ejecución de la pena después de la condena en segunda instancia no evitará la impunidad. Para eso dio como evidencia la posibilida­d de recursos incluso después del veredicto de un juicio por jurado, citando el caso de un hombre que mató a varias personas, fue condenado a 97 años de prisión por un jurado popular, y actualment­e está en libertad, mientras se tramita su apelación de segunda instancia.

El debate sobre la ejecución inmediata de los fallos de los juicios por jurado es otro de los temas que entrarán en discusión en las reuniones del STF de los próximos días, y Toffoli ya adelantó su posición a favor del cumplimien­to inmediato de la pena.

La cuestión de las condenas de políticos presos por corrupción no entró en debate, un gesto deliberado de los miembros del tribunal que defienden la libertad de los condenados hasta agotarse todas las instancias de apelación, como una forma de dejar en claro que el tema es de alcance general y no atañe solamente a los delitos de guante blanco.

Toffoli recurrió también al argumento de que el Congreso puede modificar la Constituci­ón, en caso de que la nueva interpreta­ción del STF no sea compatible con la posición actual de la mayoría de los parlamenta­rios.

Y la prisión preventiva pasó a ser citada como una solución jurídica válida para evitar la impunidad, cuando los condenados queden encuadrado­s dentro de las exigencias legales de la misma.

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