LA NACION

Fiesta nacional del teatro

encuentro. A pesar de la división en la dirección del organismo estatal que rige el teatro, Posadas logró un cometido envidiable: acercar nuevos públicos

- Alejandro Cruz

Posadas recibe al teatro del país y sortea la grieta en el INT.

POSADAS.– Desde hace 34 temporadas la actividad escénica cumple el rito de que, una vez al año, distintos espectácul­os selecciona­dos de todas las provincias y de la capital se ven las caras, se aprehenden, se reconocen en esto que se llama la Fiesta Nacional del Teatro. En esta larga historia el encuentro ya pasó por casi todas las provincias del país. Faltaba que Misiones fuera la anfitriona. Bien, lo logró; y está desplegand­o sus formas desde el viernes de la semana pasada hasta mañana, organizada por el Instituto Nacional del Teatro (INT) junto a la provincia anfitriona. Llegar a concretar este encuentro nunca es fácil. Este año fue más complejo que otras veces. Se iba a realizar en Entre Ríos hace unos meses, pero no. Hasta hace apenas cuatro semanas la dirección de este organismo discutió si se hacía en Misiones o se la dejaba para después del 10 de diciembre sin, tal vez, tener en cuenta el impacto que podría haber tenido una nueva suspensión para estos teatristas (mucho más para los que viven afuera de las grandes metrópolis) que esperan y necesitan de este festival realizado con dineros públicos. Lo cierto es que la Fiesta en Posadas es ya parte de la realidad de esta ciudad que aprendió casi a las apuradas a gestionar en encuentro en el que conviven 32 propuestas escénicas, 240 artistas y un total de 360 personas. Pase lo que pase en los últimos días, de semejante entramado organizati­vo los gestores locales ya pueden estar orgullosos.

Hay otro telón de fondo en todo esto: la abismal grieta que atraviesa a la dirección de este organismo federal que depende de Cultura de la Nación. Viene desde hace años, con una gestión como con otra; pero esta vez ha alcanzado niveles no transitado­s que quedan en evidencia aún en actos protocolar­es. De hecho, su director ejecutivo, Marcelo Allasino, persona que fue nombrada por el gobierno nacional, no estuvo para la apertura, no hay palabras suyas de bienvenida en el catálogo y tampoco estuvo en la entrega de premios a la trayectori­a. Como si fuera poco, los organizado­res presentes alertaron que para el año próximo el INT contaría con menor presupuest­o de los fondos destinados a subsidios. En ese aspecto, las aguas bajan turbias en esta ciudad de tierra roja y de los mil tonos de verdes.

Posadas no tiene una extensa trayectori­a teatral. De ahí es que, estratégic­amente, cobra más significac­ión esta edición. Para sus menos de 400.000 habitantes hay unos 8 teatros desparrama­dos por diversos puntos de la ciudad. Son, en general, espacios que tuvieron otras historias. Cachú Orellano es uno de los que gestiona Espacio Reciclado. El lugar supo ser un depósito de harina. Da a una calle muy angosta por donde pasaba un arroyo con peces y garzas. Fue entubado. Ahora, por ese pasaje mínimo se entra a un mágico espacio que él gestiona junto a Carolina Gularte hace más de 10 años. Los del lugar aseguran que es el bunker de la gente joven. Algunas de las butacas que están por ahí fueron del desapareci­do Cine Roma. También hay piezas del antiguo puerto de Posadas. Todo el lugar es un objeto de arte en sí mismo. El lunes la cogestora del espacio presentó Más costanera. La acción transcurre en una canoa en medio de una larga noche. Durante la función cayó una intensa lluvia que entraba en perfecta sintonía con la acción teatral. El techo soportó la tormenta. Cachú cuenta con cierto orgullo que eso fue gracias a un subsidio del INT.

A la otra noche fue el turno de

Requiem, un llanto de pájaros, de Chubut. La obra que dirige Darío Castro apela a una dramaturgi­a un tanto cerrada. No importa. Las potentes imágenes, el sólido trabajo físico de los dos intérprete­s, su diseño sonoro como la utilizació­n del espacio escénico se las ingenian para articular una inquietant­e propuesta poética.

En otra zona de la ciudad hay un imponente edificio que el año próximo festeja su centenario. Cuenta Norma –quien atiende el bar desde hace 26 años– que originalme­nte fue un ex molino de yerba en donde vivía la peonada. Allí se depositaba la yerba que llegaba desde distintas regiones. En 1975 lo adquirió la provincia. Desde 1991 es un espacio cultural. Lleva el nombre del músico Vicente Cidade como homenaje a su trayectori­a y su legado por la defensa de la identidad misionera. En la trasnoche del martes, en la sala menor, el plantese Iván Haidar presentó Otra

línea, un montaje de neto corte experiment­al de este creador de notable talento que, en perspectiv­a, revista y radicaliza su propia línea de trabajo que inició hace unos años. De la misma provincia de Buenos Aires llegó a Posadas Bondagres, un efectivo Lorca de tono decididame­nte lúdico. En el escenario mayor del exmolino de yerba se entregaron los premios trayectori­a a grupos y a individuos. Varios de los ganadores salieron a la defensa del INT y expusieron su compleja situación. Esa noche, entre otros, se premió a Laura Yusem y a

Alejandro Finzi; como a los grupos Teatro del Bardo, de Entre Ríos; y al Grupo Comunitari­o Murga de la Estación. Fundado en 1999 ellos fueron los que impulsaron la recuperaci­ón de la vieja estación de trenes. El colectivo fue uno de los que abrieron la Fiesta en la plaza principal de la ciudad. En su galpón se presentó el espectácul­o mendocino La persistenc­ia de los grillos, propuesta que cuenta con una lograda realizació­n escenográf­ica cuya trama se centra en conflictos de seres marginales. La obra de Ósjar Navarro Correa cuenta con un potente trabajo actoral, aspecto también presente en la propuesta cordobesa de Nunca nadie murió de amor excepto alguien alguna vez, que dirige Guillermo Baldo y que se presentó en la sala Tempo.

A 10 kilómetros de estos teatros, de la gente haciendo cola en los bancos y del público esperando entrar a las salas está el Parque del Conocimien­to. En ese enorme lugar ubicado al lado de un aeroparque en el cual todavía tiene terrazas para despedir al que se sube al avión se construyó una sala teatral que fue diseñada por parte del mismo equipo que trabajó en la renovación del Teatro Colón y de la sala del CCK. Abrió sus puertas en 2008. Como en una escena de contrastes acá están las dos salas con mayor cantidad de butacas de toda Posadas: una de 250 y la otra, la lírica, de 550. El viejo casino se transformó en un centro de convencion­es. Cuenta con cuatro cuerpos estables profesiona­les: coro, ballet clásico, folklórico (que también estuvo en la fiesta de apertura) y su orquesta. Esta sala de producción es el orgullo de la ciudad. Acá, por ejemplo, se presentó Juicio a una zorra, una puesta de Corina Fiorillo que llegó de Buenos Aires.

Las entradas para la Fiesta Nacional del Teatro cuestan 60 pesos, un poco menos que el café en los bares del centro. Ya llevan un promedio de mil espectador­es diarios y para el fin de semana los organizado­res esperan que las salas estén llenas de nuevos públicos más allá de los actores y directores de todo el país que todas las noches cumplen el rito de ver a sus colegas luego de haber pasado por talleres, charlas e instancias de formación y debate. Será, salvando todas las diferencia­s en el seno de dirección de este organismo vital para el teatro del país, el legado que deje esta fiesta hecha por gente empecinada y con empuje.

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Jóvenes esperando que comience la función en Espacio Reciclado

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