LA NACION

Juan Ingaramo.

“Los mandatos del siglo pasado no existen más”

- Texto Alejandro Rapetti | Foto Alejandro Guyot

Nació en la ciudad de Córdoba, en el antiguo barrio de San Vicente. Su abuelo era pianista de tango y su padre continuó la tradición como pianista de jazz rock en una ciudad que ya se perfilaba cuartetera. A los 21 se mudó a Buenos Aires y cuatro años después lanzó su primer EP, De la Ida, a través del sello cordobés Discos del Bosque.

Tras la salida de su tercer disco. Best Seller (2018), escoltado por el productor Nico Cotton, Juan Ingaramo ganó mayor repercusió­n como referente de la música urbana local con una versión de “Fuego y pasión”, el clásico de “El Potro” Rodrigo que superó los 6 millones de reproducci­ones en Spotify. Además se encuentra nominado a Mejor Nuevo Artista en la edición número 20 para los Latin Grammy, razón por la cual viajará a Las Vegas el próximo 11 de noviembre. Después de lanzar “Clave”, su último single junto a Miranda, y de ser invitado por Los Ángeles Azules en la grabación de su DVD en vivo, se presentará en Vórterix el próximo 13 de diciembre.

En pareja con la actriz Violeta Urtizberea, el último 19 de septiembre debutó como papá de Lila, su primera hija. “Es muy nuevo todo. Lo que sentí el día que nació no se compara con nada, de nada, de nada. Estoy tratando de entender como canalizar ese amor, confío en la intuición, en el sentimient­o, si hay amor me quedo tranquilo”, reflexiona.

–¿Cómo nació tu vocación por la música?

–Cuando entré en el Colegio Manuel Belgrano, en Córdoba, un colegio universita­rio como el Pelle (grini) de acá, empecé a escuchar bandas como Los Piojos, los Cadillacs, y se me despertó una impronta rockera que antes no tenía. Un tiempo después empecé a estudiar guitarra, dejé, y a los 15 tuve mi primera batería. Pero nunca hubo un mandato, me la hicieron parir. Y a la hora de elegir me di cuenta de que era lo único que quería. Mi vejo me dijo: yo te voy a ayudar, pero tené en cuenta que es muy difícil. Cuando terminé el colegio estudié dos años de composició­n en la Universida­d Nacional de Córdoba, y me vine para Buenos Aires a estudiar batería a fondo.

–¿Cuánto de autobiográ­fico hay en tus canciones?

–Creo que si escribiera solamente sobre lo que me pasa a mí sería un embole, nadie tiene una vida tan increíble. Por eso la ficción es una herramient­a fundamenta­l en las canciones, que no dejan de representa­rte porque están tamizadas por el registro de uno, tu visión del mundo.

–¿Cómo evolucionó tu música desde tu primer LP hasta Best Seller?

–Creo que la evolución fue de la mano de la libertad, de la emancipaci­ón de los prejuicios. Pop Nacional fue como un manifiesto para mí. Ok, esto es pop, aviso que voy a hacer lo que quiera y no me rompan los huevos. Aun ahí adentro hubo que vencer muchas barreras, y evolucionó al punto de identifica­rme con la música de hoy en día, de mi tiempo y mi lugar. La música que siento. Yo sentía que el reggaetón estaba bastardead­o y que esa materia prima podía ser utilizada de mil formas, porque la rítmica del reggaetón tiene una fuerza única. Esa cosa del loop medio hipnótica, la secuencia temporal, un montón de variables que me apasionan como materia prima de la música urbana y latina, el soul, el trap, la bachata, el dancehall, el afro beat y otras influencia­s. Me pareció un buen lugar para meterme y hacerla a mi manera.

–¿Qué mirada tenés sobre el rock?

–Siento que ya no identifica ese espíritu que representó originalme­nte. Es un género que tiene más de 60 años de vida, y es muy difícil que un manifiesto estético, conceptual, político, sobreviva después de tanto tiempo. Creo que también está en crisis esa cosa de la guitarra. A mí me encanta, veo un video de Hendrix y me muero; Mollo o Ca7riel con la guitarra me matan, pero de la cosa nueva me emocionan más los discursos que no son rockeros.

–¿Te ubicás adentro o afuera del sistema?

–Adentro, claramente. La música hoy es un espectácul­o más de la industria del entretenim­iento, y dentro de eso uno puede hacerlo mejor o peor, usarlo a favor de ciertas causas. Creo que el mayor riesgo hoy es que los likes o los followers, que tienen una fuerza tremenda, terminen condicioná­ndote. Podés ser independie­nte, no tener ninguna compañía, y todo eso te condiciona a hacer determinad­a música porque sabés que funciona. Ni hablar si ya estás en una compañía, pero previament­e ya te condiciona… y ahora las estadístic­as las tenés en el teléfono.

–¿Cómo definís ese universo que describen tus canciones?

–Creo que es fotográfic­o. Son imágenes y retratos de la realidad. Esa realidad puede ser súper profunda y poética o algo más simple y cotidiano. Disfruto por igual en los dos casos.

–¿Y cómo es el proceso de composició­n?

–Tengo mil formas de componer, puedo ir en el auto y cantar una melodía, grabarla, llegar a mi casa, armonizarl­a, definirla y después llevársela a Nico (Cotton); o podemos armar un beat con Nico, y después inventar una melodía con letra, o una melodía sola; o hago la melodía y después me junto con amigos y le hacemos la letra; o estoy en casa tocando el piano y se me ocurre algo. Aparece por todos lados: diez por ciento de inspiració­n y noventa por ciento de trabajo.

–¿Cómo te informás?

–Twitter, radio y TV. Trato de estar atento.

–¿Qué postura tenés sobre la despenaliz­ación del aborto? –Estoy a favor, porque claramente es una cuestión de salud pública, y el estado es responsabl­e de eso. –¿Y sobre la despenaliz­ación del consumo de marihuana? –Tengo una dicotomía ahí, porque creo que la marihuana es positiva y amigable en historias personales que así lo permiten. Pero no me llama la lucha boba a favor del porro. Sí, el debate y la conciencia plena de lo que significa. Para un pibe que no va a la escuela el porro es una puerta que se le abre al consumo de drogas. Yo me fume mi primer porro a los 13 años, y ahora no fumo y vuelvo cuando quiero, pero tengo amigos que dejaron el cole y ahora están en rehabilita­ción. Creo que es un tema que merece una análisis especial, que sin dudas el objetivo es la despenaliz­ación, pero tiene que ser cuidadoso. Depende de la historia y los privilegio­s de cada uno. –¿Cómo te manejás con el dinero?

–Por suerte no ha sido todavía mi principal prioridad, ni se ha metido en la música o en otros lados. Sí me gusta vivir bien, obviamente, le pongo precio a mi trabajo, pero no es lo que más me interesa todavía. –¿Qué opinión tenés sobre el amor y la convivenci­a?

–Por primera vez estoy en una convivenci­a de cuatro años y la estoy disfrutand­o plenamente. Cada caso es único, no hay recetas para el amor, pero uno cuando se va a vivir con otro es porque no quiere estar separado. Así que si ese es el sentimient­o, hacelo, y si después te vas, te vas. Esa cosa de estar juntos para toda la vida, los mandatos del siglo pasado, no existen más, hay que hacer lo que siente el corazón.

–¿La mayor enseñanza que te gustaría dejarle a tu hija?

– Que sea una buena persona, que es lo que me han tratado de inculcar mis viejos y ha sido guía en miles de situacione­s cotidianas y especiales de mi vida. Es difícil, hay una tensión constante entre la bondad y la vida misma.

–¿De qué cosas estás seguro? –De que esto se termina, de que nos morimos, así que hay que aprovechar.

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