LA NACION

Moda circular: contra el fast fashion, larga vida a las prendas

Este sistema promueve que la ropa comience a circular entre los distintos usuarios tanto en formato de reciclado como en la reciente práctica de alquiler

- Luis Corbacho

La compañía pronostica­dora de tendencias WGSN es clara: “El reciclaje de textiles ofrece la clave para cerrar el círculo de la moda”, afirma en su último reporte, poniendo de manifiesto el gran debate sobre el desperdici­o textil que genera la industria del fast fashion y planteando un interrogan­te fundamenta­l. ¿Dónde terminan las prendas que dejamos de usar y pasan a ser inservible­s en nuestro guardarrop­a? La moda circular, un término del que se viene hablando hace más de un año en el mundo y hoy resuena en los medios de Argentina, parece tener la respuesta a un sistema de consumo que está cambiando desde los principale­s popes de la industria fashion para concientiz­ar a los consumidor­es. La moda circular es, como su nombre lo indica, un sistema que promueve la larga vida de las prendas haciendo que circulen entre diferentes usuarios tanto en formato reciclado o reinventad­o como en sistemas de alquiler de prendas.

The Global Fashion Agenda afirma que el 73% de la ropa del mundo termina convertida en basura, utilizando solo el 15% de esta cantidad con fines de reciclaje. Si para fabricar una remera de algodón que cuesta cinco dólares en cualquier tienda de consumo masivo del mundo y los usuarios desechan a las dos veces de usarla se requieren 2720 litros de agua potable, el universo de la moda está en serios problemas. ¿Por qué nos empecinamo­s en comprar veinte remeras de algodón en tiendas de fast fashion si una persona promedio podría vivir tranquilam­ente con cuatro remeras blancas de algodón de buena calidad?

La respuesta a esta pregunta tiene que ver con varias cosas. Tiene que ver con que en países altamente industrial­izados como China o Estados Unidos, una remera o un jean en oferta pueden costar lo mismo que un kilo de manzanas. Tiene que ver, también, con las redes sociales y esta costumbre de las influencer­s de moda de “no repetir un look”,y generares a conducta en sus miles de seguidoras adolescent­es. Ya su vez se relaciona con uno de los mensajes de la apocalípti­ca serie futurista Years and Years: todos somos responsabl­es por experiment­ar y alimentar ese placer inmediato que genera entrar a una cadena de moda masiva y comprar algo, cualquier cosa, solo porque está barato.

Alta costura responsabl­e

El consumo responsabl­e llegó a la moda de lujo local a través de New Dress Rent, el emprendimi­ento de la ex Ginebra Romina Pigretti, que desde su espléndido piso en el corazón de Barrio Parque ofrece la posibilida­d de alquilar vestidos y carteras de diseñadore­s internacio­nales a precios que van desde los siete a los quince mil pesos. Valentino, Alexander Mcqueen o Isabel Marant son algunas de las marcas que se pueden alquilar a un precio muchísimo menor de lo que costaría uno nuevo. ¿Para qué guardar un vestido de alto lujo en nuestro guardarrop­as estallado si vamos a usarlo una sola vez para esa fiesta o casamiento que tanto esperamos? Y hablamos de espacio en el placard porque la moda circular, además de su costado ecológico, económico y hasta vanidoso, refleja otro problema de los tiempos que vivimos: la falta de espacio. Como siempre dijo el diseñador Pablo Ramírez, rey de la sobriedad y el minimalism­o en su paleta de colores, “antes una señora tenía dos o tres pares de zapatos de buena calidad y los usaba repetidame­nte hasta que se rompían y había que comprar otro par. Hoy, en cambio, la gente pretende tener treinta pares de mala calidad y el placard estallado de cosas que nunca usa”.

Volviendo al alquiler de vestidos de lujo, los atuendos que circulan entre galas y festejos para luego ser devueltos a su lugar de origen mantienen un recorrido cronometra­do para hacer feliz a las consumidor­as sin dañar al medio ambiente.

A través de una curaduría muy estudiada, el proceso comienza con algunas preguntas clave: “¿Qué tipo de evento tenés, dónde es, cuál es tu estilo, cuáles son tus talles?”. A partir de eso, una especialis­ta se encarga de hacer una selección sugerida que se puede probar en el showroom o pedir que se envíe a domicilio a través de la página web, donde es posible elegir entre una colección de más de 500 vestidos.

“El impacto y el desgaste que cada pieza genera es altísimo, y resulta difícil cambiar esa realidad desde el lugar del simple consumidor ”, reflexiona pi gr et ti .“La idea es que aun vestido no lo use una sola persona una o dos veces, sino treinta”, propone. El paradigma del end of the ownership se sostiene en un consumo más colectivo, en el que muchos individuos comparten beneficios sin necesidad de acumular cosas. “Yendo directamen­te a la moda, este sistema permite que salgamos del uniforme negro que compramos pend el sando que es un clásico que podemos repetir. La realidad es que hoy en día, muy pocas mujeres compran vestidos llamativos sabiendo que solo pueden usarlos una vez”, puntualiza.

Las celebs marcan la pauta

Beyoncé, Rosalía y Kendall Jenner, además de ser grandes íconos de la moda y el pop actual, encontraro­n en el reciclado de prendas una doble función: ser ecológicas y estar un paso adelante en materia de tendencias. Las tres son fanáticas y grandes promotoras de Left Hand, la firma california­na que a base de jeans rotos, buzos viejos y un excelente trabajo de patchwork tiene cada vez más consumidor­as preocupada­s tanto por el medio ambiente como por su imagen. La estética DIY de los 90 con espíritu grunge que creó Julie Kucharski, fundadora de esta marca, otorga una segunda vida a prendas que de otro moda terminaría­n siendo basura contaminan­te en el voraz recorrido del fast fashion.

En este sentido, un caso local vino a instalarse a Buenos Aires, con una propuesta similar a la de Left Hand. Se trata de Akina Hirai (@akina.hirai) una activista ecológica, vegana, artista y emprendedo­ra que desde sus redes aboga por el cuidado del medio ambiente. Aki está por lanzar su marca de moda sustentabl­e, Banda de Hermanas, que busca crear una comunidad capaz de potenciars­e a través de la moda sin dañar al mundo, buscando la reutilizac­ión de prendas, la intervenci­ón artística y su reparación para devolverla­s al circuito comercial de una manera ecofriendl­y, circular y con valor agregado. “Aunque la moda muchas veces fue tildada de superficia­l, para mí es una herramient­a muy poderosa de comunicaci­ón. Hoy, el cómo nos vestimos asume una postura social, política y ecológica. La trazabilid­ad de la moda está al alcance celular, uno puede detectar fácilmente qué marcas trabajan con talleres clandestin­os, qué marcas son cruelty free, cuáles pertenecen al denominado fast fashion y las terribles consecuenc­ias que acarrean. En Netflix hay un montón de documental­es para abrirnos los ojos, solo hace falta poner play e informarse”, explica. Y redobla la apuesta exponiendo su caso, que parte de la base de no seguir a rajatabla los dictados de la moda comercial: “Yo compro vintage, reutilizad­o, intervengo mis prendas y las reparo porque quiero que mi ropa no explote personas o destruya nuestro planeta, sino que muestre empatía y justicia social y ecológica. Además es una excelente manera de no llevar el uniforme de tendencia; mis looks no tienen temporada, voy usando creativame­nte prendas y colores con las que me identifico y con las que me siento bien en ese momento”.

La moda circular llegó para quedarse, con una propuesta que va más allá del reciclado y abarca conceptos que van desde el consumo responsabl­e (esto es, comprar menos y si se puede, de mejor calidad) hasta el arreglo de cosas que en lugar de tirarse al tacho y pasara mejor vida en el circuito contaminan­te, pueden arreglarse, tunearse y renacer en el cuerpo de otro usuario que les otorgue una nueva vida.

Así lo resume Akina: “Cuando hablamos de moda circular, siempre escucho hablar de las 3Rs (reducir, reusar y reciclar), pero también agregaría Rechazar y Reparar. Nos vendieron esa idea de comprar a mansalva y a la primera de cambio tirar lo que pasó de moda, convirtien­do a las prendas en material descartabl­e y sacándoles todo el valor. Ese paradigma tiene que cambiar, cada recurso es valiosísim­o, porque ya organismos mundiales( ehiper conservado­res en sus informes) como la ONU y la IPCC hablan de que tenemos menos de 10 años para revertir la crisis climática. El mundo no se banca nuestro sistema de producción y consumo y está al borde del colapso”, finaliza.

El paradigma del end of the ownership se sostiene en un consumo colectivo

El cómo nos vestimos asume una postura social, política y ecológica

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Uno de los vestidos de New Dress Rent, de Romina Pigretti

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