Pulverizaciones que dan en el blanco
las aplicaciones selectivas permiten aplicar agroquímicos con una eficiencia elevada y disminuir el impacto ambiental sobre el sistema
Muchas veces, el campo ha sido acusado de contaminar el ambiente con el uso desaprensivo de fitosanitarios para controlar malezas y plagas. Un ejemplo que demuestra lo contrario, y el cuidado que se emplea para combatir las malezas, son las pulverizaciones selectivas, que reducen significativamente el impacto ambiental.
En los últimos años, el control de malezas en el período de barbecho se realizó casi exclusivamente con el herbicida glifosato, lo que generó un aumento de la frecuencia y de la densidad de especies con menor susceptibilidad este principio activo. Por esa razón, fue necesario emplear mezclas que aumentaron el espectro de control, pero también los costos de producción. Para enfrentar esta problemática surgieron los equipos detectores de malezas. Mediante luz infrarroja, estas herramientas identifican las especies indeseables desde muy chicas y las rocían con el herbicida mediante una aplicación específica, sin desperdiciar producto en las zonas donde no hay presencia de malezas.
Según recuerdan los técnicos de agricultura de precisión del INTA Manfredi, las plantas reaccionan a todas las formas de luz, pero sobre todo a la luz roja. Los equipos de pulverización selectiva tienen una fuente activa de luz roja que brilla constantemente en dirección al suelo. Cuando la luz se encuentra con material vegetal vivo, la clorofiimpacto la de la planta absorbe parte de esa luz roja y otra parte la emite como luz infrarroja, que se convierte en la señal que activa los sensores y los mecanismos de pulverización de la máquina.
Una vez identificada la planta de maleza, el sensor envía una señal eléctrica a la válvula que se debe abrir, y un sistema inteligente calcula el retraso necesario para aplicar el producto exactamente sobre la planta, de acuerdo con la velocidad de avance del equipo.
“En el nordeste de la Argentina, a partir de 2012, el área con malezas tolerantes a glifosato comenzó a crecer de manera significativa y llegó al 37 por ciento de la superficie de los campos del CREA Charata. También aumentó el costo de los herbicidas necesarios para controlar estas especies tolerantes a glifosato, para superar los 100U$$/ ha”, rememora María José Galdeano, asesora del grupo.
“Frente a esa situación, en 2012 comenzamos a probar un equipo de pulverización selectiva para aplicar herbicida solamente en el punto detectado como maleza durante el barbecho. En 2014 ya había 14 equipos en la zona y hoy hay 208 trabajando en la región CREA Chaco Santiagueño, que abarca el oeste de la primera provincia y el este de la segunda”, agrega.
“Los logros de siete años de trabajo con pulverización selectiva, combinada con cultivos de servicio, han sido muy importantes: un ahorro en el uso de herbicidas del 73 por ciento en promedio y una reducción de costo en el control de malezas del 33 por ciento en dólares. Simultáneamente, se logró disminuir la superficie con malezas problemáticas del 37 al 13 por ciento, mediante el uso de herbicidas específicos aplicados de manera focalizada a las malezas”, enumera. Además, se redujo 60 por ciento el impacto ambiental de la aplicación de agroquímicos. Este efecto se mide mediante el Coeficiente de Ambiental, de la Universidad de Cornell, un indicador que hace referencia a los potenciales daños de los productos aplicados sobre las especies vulnerables o a los daños físicos al ecosistema. El índice toma datos de un listado que considera el impacto de cada producto sobre el aplicador, el consumidor y el ambiente; también evalúa la toxicidad sobre plantas, aves, peces e insectos benéficos, y analiza la vida media en el suelo y el modo de acción, además de tener en cuenta los efectos crónicos sobre la salud humana, entre otros factores.
Umbral
En el Chaco, la siembra de maíz se realiza del 20 de diciembre al 20 de enero, lo que determina un tiempo de barbecho extremadamente largo que posibilita el desarrollo de muchas malezas. Frente a esa situación, en el CREA Charata, en combinación con la Universidad Nacional del Nordeste, se compararon tres sistemas de combate: 1) control químico tradicional mediante herbicidas foliares y residuales; 2) control químico con aplicaciones selectivas más herbicidas residuales y 3) uso de cultivos de servicio para generar competencia a las malezas presentes y posterior secado.
Los resultados de esta experiencia mostraron que el manejo tradicional de barbecho tuvo un costo de 117U$s/ha y un impacto ambiental de 166; la aplicación selectiva bajó el costo a 93,8U$sha y redujo 60 por ciento el impacto ambiental. El uso de cultivos de servicio tuvo un costo de 104U$s/ha y su coeficiente de impacto ambiental se redujo 66 por ciento respecto del tratamiento tradicional. Estos resultados demuestran que la incorporación de tecnologías de aplicación selectiva y de métodos de control cultural permitan reducir los costos de producción y disminuir significativamente el impacto ambiental del control de malezas como consecuencia de una reducción de la dosis y del número de aplicaciones.
Otros usos
En la práctica, la pulverización selectiva tiene otros usos además del control de malezas en agricultura. “En los primeros tiempos, los equipos se desarmaban luego de sembrados los cultivos; ahora los utilizamos para aplicar insecticidas para controlar ataques en maíces en estadios tempranos. Asimismo, se pueden emplear para aplicar fertilizantes foliares en cultivos sembrados a 50 centímetros entre hileras. También se puede modificar la sensibilidad del equipo para evitar que “lea” un cultivo de soja que recién emerge, y tratar manchones de sorgo de Alepo, u otras malezas de mayor porte”, enumera María José.
En ganadería se ha usado con éxito para combatir el renoval en pasturas megatérmicas. En un gatton panic, por ejemplo, se levanta el botalón y se aplica amoninopyralid + fluroxypyr o mezclas de hormonales para eliminar malezas de hoja ancha o el rebrote del monte.