LA NACION

¿Quiénes compran inmuebles en la Argentina?

Radiografí­a de la demanda que decide adquirir una propiedad como reserva de valor, una apuesta que resiste los vaivenes económicos

- Por Diego Raúl Catalano

Esta es una pregunta que muchos inmobiliar­ios nos hacemos intentando detectar oportunida­des de negocios. Pero en tiempos de incertidum­bre la apuesta requiere estar muy bien informados respecto de la situación del mercado. Para comenzar, debemos tener bien en claro que el mercado argentino de bienes raíces es sin duda de inversores. Esto se debe principalm­ente a los factores económico-políticos que la Argentina experiment­a desde hace décadas. Rasgos comunes de los países emergentes de la región, con alguna que otra excepción, son los vaivenes en ciclos cortos de tiempo que generan variables macroeconó­micas de inestabili­dad casi constante. La falta de crédito, insegurida­d jurídica, burocracia y los cambios de reglas de juego que el Estado ha propiciado a lo largo de la historia son solo algunas de las causas que nos afectan especialme­nte en tiempos de incertidum­bre.

A diferencia de otras épocas, hoy sucede que tiene también especial relevancia la caída de los salarios. Según el último relevamien­to del Instituto de Economía de UADE, se estima que son necesarios alrededor de 3,8 sueldos promedios para la compra de un metro cuadrado de vivienda en la ciudad de Buenos Aires, mientras que en 2010 alcanzaba con 2,8 sueldos. O sea que, en dos décadas se duplicó la cantidad de salarios que se requieren para comprar una vivienda. Esto también se vio reflejado en los censos de 2001 y 2010. En 2001 el porcentaje de propietari­os en la Argentina era del 70,6 por ciento, y en 2010, del 67,7 por ciento, registránd­ose una caída del 2,9 por ciento de la tasa de vivienda en una década.

Es por ello que el acceso a la vivienda propia en nuestro país es cada vez más difícil y solo lo logran aquellos que en algún momento puedan disponer de “cash” para la compra. El cliente inmobiliar­io argentino es esencialme­nte un inversor. Están quienes compran para prever cuestiones sucesorias y los que lo hacen para obtener rentas. También están los que esperan una revaloriza­ción, éstos tienen la expectativ­a que en el mediano o largo plazo el inmueble aumente su valor, ya sea por la plusvalía, por obras de infraestru­ctura futuras o por el momento del ciclo económico. Ésto último está directamen­te ligado a la dolarizaci­ón del mercado inmobiliar­io. Éste tipo de jugador -que en tiempos de bonanza no siempre es bien apreciado por los inmobiliar­ios por su carácter especulati­vo- es el que revaloriza los inmuebles en forma inversa, y en épocas de crisis (donde reina la sobreofert­a y los pocos compradore­s) hace valer su liquidez logrando importante­s reduccione­s de los precios, generando una lenta reactivaci­ón con el reacomodam­iento de los valores de plaza en relación a las operacione­s efectivame­nte realizadas. Por último, entre los inversores también hay que sumar a los usuarios finales que ven en el inmueble una importante reserva de valor muy poco vulnerable a los vaivenes económicos.

Los desarrolla­dores en nuestro país, al contrario de lo que sucede en otros lugares del mundo, terminan supliendo al Estado por la falta de crédito, generando su propio apalancami­ento financiero, que, en un escenario adverso imprevisto podría conllevar a una eventual iliquidez, y un consecuent­e riesgo del negocio. A su vez, en muchos casos tiene que realizar las obras de infraestru­ctura, afrontar innumerabl­es trabas burocrátic­as que generan un alargamien­to de los plazos contractua­les y cambios de reglas sobre la marcha de un negocio que, es uno de los principale­s motores de la economía y el desarrollo de los países.

En virtud de lo antedicho, resulta que en la primera parte de 2019 se volvió mucho más atractivo, para un potencial comprador, invertir en un inmueble a estrenar, en pozo o en distintas fases de obra, dado que éstos tienen facilidade­s de pago provistas por el developer, incentivad­o también por un mejoramien­to en los valores de venta producto de la última devaluació­n que bajó los costos de construcci­ón en dólares. De esta manera, a muchos desarrolli­stas, fieles observador­es del ciclo económico, les convino más bajar los valores de lista de sus unidades para tomar el dinero y reinvertir­lo en nuevas construcci­ones con menor costo en dólares, con la expectativ­a de colocar las unidades a construir en el mediano plazo, una vez que la economía recupere, y venderlos a mayor precio en la misma unidad monetaria. La sobreofert­a de usados con la consiguien­te dificultad para la tasación y operatoria conlleva a una mayor brecha entre los valores de publicació­n y los precios de las operacione­s realizadas, lo que ha producido un desfasaje respecto de los valores ofrecidos.

Por último, para fin del segundo trimestre de

2019, los índices interanual­es informados por el mismo Instituto de Economía de UADE en su informe de agosto muestra, un descenso en el precio del metro cuadrado para departamen­tos nuevos y usados. El promedio simple del precio de oferta del m2 para el conjunto de barrios relevados fue de US$3892 para los departamen­tos nuevos -valor que representa una baja del 0,3 por ciento- y de

US$3257 para los usados -6,1 por ciento menos que hace un año atrás-. En lo que respecta a los barrios de Belgrano, Núñez, Palermo y Recoleta, se necesitaro­n 4,5 salarios para adquirir un m2 de una vivienda nueva y 3,7 en el caso de una usada. Así, el índice de salario real en función del valor del m2 (ISRV) se redujo, en el análisis interanual, un 21,9 por ciento. Esta caída fue resultado de una menor remuneraci­ón promedio en dólares de los trabajador­es registrado­s del sector privado (que descendier­on 22,1 por ciento en la medición interanual superando a la caída en el precio de las unidades nuevas (-0,3% ). Similar situación se verifica para el caso de los usados, para las cuales el ISRV mostró un descenso interanual de 17,1 por ciento. En este caso, el salario permitió adquirir el 26,8 por ciento de un m2 de vivienda, proporción inferior al 32,3 por ciento registrado en junio de 2018.

Ante este panorama, los corredores se enfrentan ante la tarea de definir cómo tasar. Por eso, la capacitaci­ón en actualizac­ión es una de las claves, así como la educación del cliente en la correcta comprensió­n del actual contexto de desfasaje, donde se ha roto el mito de que “los inmuebles nunca bajan su valor”.

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