LA NACION

Vargas Llosa y el retorno de la gran novela latinoamer­icana

Dos décadas después de La fiesta del Chivo, Mario Vargas Llosa le da una vuelta de tuerca a las ficciones latinoamer­icanas de dictadores con Tiempos recios, que se centra en la CIA y en un derrocamie­nto clave

- Texto José María Brindisi | Ilustració­n Sebastián Dufour

Casi un siglo atrás, el guatemalte­co Miguel Ángel Asturias comenzaba a escribir una novela que le llevaría más de una década, se publicaría unos cuantos años más tarde –en 1946– y cambiaría para siempre el mapa literario latinoamer­icano. El señor Presidente no solo se iba a transforma­r en un volcán cuya lava se derramaría en innumerabl­es obras de todo el continente –desde sus procedimie­ntos formales hasta su relación ambigua y onírica con lo real–, sino que también inaugurarí­a, en su recreación libre y sin precisione­s –que de todos modos no lograron evitar la censura– del gobierno de más de veinte años en su país de Manuel Estrada Cabrera (de 1898 a 1920), una frondosa serie de relatos sobre dictaduras que, lamentable­mente, la realidad de los países latinoamer­icanos no hizo más que alimentar.

Aunque distintos, los convulsion­ados tiempos actuales en la región –con el epicentro actual en la crisis social y política que se vive en Chile, las disputas electorale­s en Bolivia, los recientes desmanes en Ecuador y las tensiones en Venezuela– obligan una vez más a poner el foco en aquella serie de novelas –que entre otras incluye El otoño del patriarca (1975), de Gabriel García Márquez– e invitan a leer desde otra perspectiv­a una historia como la que el peruano Mario Vargas Llosa narra en Tiempos recios, su nueva novela.

Vargas Llosa, Premio Nobel como García Márquez y Asturias, desembarca esta vez en la tierra de este último, Guatemala, un país que para la mayoría, al margen del latiguillo cruel con el que suele estigmatiz­árselo y que a lo sumo dialoga con su sempiterna pobreza (“de Guatemala a Guatepeor”), significa poco más que una abstracció­n. El autor de Conversaci­ón en La Catedral elige como núcleo de Tiempos recios el golpe de Estado de 1954, que situó en el poder al militar Carlos Castillo Armas y acabó con esa suerte de primavera de justicia social y democratiz­ación de los recursos que habían encabezado Juan José Arévalo, primero, y luego Jacobo Árbenz. Desde una perspectiv­a múltiple, yendo hacia atrás y hacia delante en el tiempo, Vargas Llosa se remonta a la genealogía del golpe pero asimismo proyecta el relato no solo hasta el asesinato del propio Castillo Armas, en 1957, sino que sigue los pasos de algunos de sus protagonis­tas hasta instancias bien posteriore­s.

Acorde a su época –aunque la actualidad se esfuerce a cada rato por recordarno­s que no se trata de tiempos tan remotos–, el golpe que encabeza Castillo Armas es hijo del furioso macartismo de entonces pero también de su alocada paranoia. Aunque de sesgo innegablem­ente izquierdis­ta, los gobiernos de Arévalo y Árbenz se situaban lejos de la extraviada amenaza comunista que la CIA y Eisenhower creyeron o quisieron ver en Guatemala, un supuesto potencial satélite soviético a solo dos horas de avión de Estados Unidos. De poco le sirvió a Árbenz gritar a los cuatro vientos que su modelo era, justa o paradójica­mente, el gran hermano del norte, una democracia plena –en su visión al menos– en la que todos los ciudadanos podían vivir con dignidad.

Tiempos recios establece un nexo inevitable con La fiesta del Chivo, la extraordin­aria novela que Vargas Llosa le dedicó hace ya dos décadas al régimen y al asesinato de Rafael Leónidas Trujillo, el todopodero­so dictador que manejó a su antojo República Dominicana durante treinta años (ostentase o no el poder formal). Trujillo, el alumno más aplicado e inescrupul­oso de la CIA hasta que dejó de resultar útil, es determinan­te para la entronizac­ión de Castillo Armas, pero todavía más para su fin; quien lo ejecuta, de hecho, es uno de los más temibles brazos armados de aquel, el oscuro y siniestro Johnny Abbes García, director del Servicio de Inteligenc­ia Militar pero ante todo un sicario servil y sin conscienci­a, un personaje fascinante –inverosími­lmente verdadero– que ocupa un papel esencial en ambas novelas.

A diferencia de Asturias o García Márquez, cuyas novelas hacían pie en un imaginario ampliado y a veces fantasioso que en su momento recibió el mote algo simplista y for export de “realismo mágico”, Vargas Llosa se ha manejado siempre, al menos en sus obras más políticas, con un lenguaje más concreto y un acercamien­to más ajustado a lo real. Una realidad que en América Latina suele codearse con la violencia y que, en el caso de Guatemala, puede abordarse hoy con particular agudeza en la ficción de una de sus plumas activas más notables, Rodrigo Rey Rosa, de quien hace unos años se reunieron en un único volumen sus novelas breves (Imitación de Guatemala).

Pero acaso el aspecto más fascinante de Tiempos recios se halle en la trastienda de los hechos, y en un personaje tan determinan­te para la historia contemporá­nea como desconocid­o para casi todo el mundo. Se trata de un tal Edward L. Bernays, nacido en Austria pero “hecho” en Estados Unidos, alguien que llevó las relaciones públicas al extremo y a quien muchos ven como el inventor de la propaganda o de las “fake news”. Bernays es quien convence al directorio de una célebre y multimillo­naria corporació­n frutera –la United Fruit, también conocida como “El pulpo”– de que el proceso de verdadera democratiz­ación que se ha iniciado en Guatemala es un peligro para su influencia, en caso de que se extienda y contagie a otros países del Caribe y América Latina, porque como consecuenc­ia su empresa dejará de tener las facilidade­s y privilegio­s que posee. A través de la prensa y por consiguien­te de la opinión pública inventa entonces un enemigo –el comunismo soviético– que en este caso estaba lejos de existir: el propósito privado justifica todos los medios.

La fábula de Tiempos recios resuena así en diversas instancias de una época, la actual, en la que la informació­n y los medios se hallan en el centro de la discusión.

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Alfaguara 368 páginas $ 1359
IMITACIÓN DE GUATEMALA Rodrigo Rey Rosa Alfaguara 368 páginas $ 1359
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Alfaguara 353 págs./ $ 799
TIEMPOS RECIOS Mario Vargas Llosa Alfaguara 353 págs./ $ 799

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