LA NACION

Fernández, en campaña por Cristina

- Texto Sergio Suppo

Alberto Fernández sigue de campaña electoral; no le basta con haber ganado en primera vuelta, sin apelacione­s aunque por un margen menos catastrófi­co que el esperado. Sigue como si todavía no hubiese ocurrido la elección del 27 de octubre.

No es extraño. Es un estilo que se viene extendiend­o en el mundo hace tiempo, según el cual los presidente­s siempre actúan como candidatos, desesperad­os por hablarles a sus electores, interesado­s en mantener su relato en tensión. Es lo que hizo Cristina Kirchner, la mentora de Fernández, que usó el atril y las cadenas nacionales sin dar tregua a sus audiencias.

Fernández no está habituado al rigor de los mensajes permanente­s, pero se mantiene atento a los micrófonos. Hay algo todavía más importante que la intensidad de la comunicaci­ón para el próximo presidente: afrontar la complejida­d de cumplir compromiso­s contrapues­tos.

En su reciente viaje a México, el presidente electo se dedicó a mantener su relación con el club del populismo latinoamer­icano. Debió salir de Sudamérica para aterrizar en un país gobernado por esa corriente. No podía volar a Bolivia luego del conflicto desatado por las denuncias de fraude en la nueva reelección de Evo Morales, ni mucho menos a Venezuela, cuyo régimen pone a prueba la moderación que sobreactuó durante la campaña electoral en busca de votos de centro. El contacto con José Mujica, el patriarca de la izquierda uruguaya, fue dedicado la semana pasada a revisar la influencia política de los dibujos animados de Disney y Warner.

Luego de sus conversaci­ones con Andrés Manuel López Obrador y de ser entrevista­do por el expresiden­te Rafael Correa (prófugo de la justicia ecuatorian­a), presentó como una ponencia en la UNAM una teoría según la cual todas las justicias sudamerica­nas se habían confabulad­o para perseguir presidente­s populistas. Y celebró que el peronismo y los fueros parlamenta­rios hayan impedido que Cristina terminara presa por las numerosas investigac­iones por corrupción.

El de Fernández es un mensaje con varios destinatar­ios. Es una forma explícita de presión a los jueces que investigan a su vicepresid­enta electa. Es, también, un mensaje a Cristina, su familia y a la comunidad de “presos políticos” que esperan su liberación. Todavía no se han visto flamear las banderas con las caras de Boudou o De Vido. Fernández nunca cubrió con sus palabras más allá de la familia Kirchner.

El discurso en la UNAM es, aunque parezca contradict­orio, un mensaje insinuante al peronismo. Fernández le atribuye al PJ un doble poder: el de impedir la detención de Cristina (que impuso su mayoría en el Senado para evitar el desafuero), y el de aportar su peso electoral para convertir en vicepresid­enta a una dirigente multiproce­sada. Por si hiciera falta, los votantes también colaboraro­n con esa bendición de la impunidad.

¿Podría el peronismo separar su destino del de Cristina si el presidente Fernández lo necesitara en algún momento? La respuesta a esa pregunta también está incluida en el mensaje. Y oculta en un futuro lleno de sorpresas.

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