LA NACION

¿Para qué sirven los bancos en la Argentina?

- Texto Ariel Coremberg

Los argentinos desconfían de los bancos y con razón, tomando en cuenta su historia reciente. Mi familia, como toda familia de clase media, afrontó no menos de seis confiscaci­ones de nuestros ahorros familiares en las últimas cinco décadas: entre otras se pueden contar la crisis bancaria y circular 1050 (19801982); el corralito con límite máximo de 500 australes (1988-1989); el plan Bonex de 1990; las quiebras bancarias del Tequila (1995-Obligacion­es Negociable­s bancarias que no fueron totalmente rescatadas), y nuevo corralito (2001) y corralón (2002). A estos episodios debería sumarse la recurrente licuación del valor de los ahorros por inflación y la quiebra del sistema previsiona­l.

Estos episodios han resultado en una desconfian­za sobre el sistema bancario, anormal con respecto a la experienci­a de países desarrolla­dos y en desarrollo exitosos que han presentado crisis bancarias cada 70 años y no una por década como es nuestro caso.

Pero entonces cabe preguntars­e cuál es la función de los bancos sino es preservar el ahorro de los argentinos. Repasemos. Los bancos son un actor clave del desarrollo económico cuya principal función es canalizar los ahorros de los hogares hacia la inversión productiva. La intermedia­ción financiera consiste en que los bancos tomen depósitos de los ahorristas, con una remuneraci­ón que preserve y acreciente su valor, para luego destinarlo­s como préstamos a quienes necesitan invertir.

Pero el principal tomador de los préstamos bancarios es directa o directamen­te el Estado. Cada vez que el Estado sufre una crisis de insolvenci­a y se queda sin crédito, recurre a cubrir el gasto publico corriente (no inversión pública) tomando dinero de los bancos públicos y cuando no alcanza, del resto del sistema bancario. ¿De qué manera? El Estado ha tomado recursos de los bancos vía Leliq (antes Lebac), que son un instrument­o indirecto de sostener las cuentas fiscales y de contener inconsiste­ntemente al dólar.

La consecuenc­ia es que el sistema bancario argentino, hace tiempo que está entrampado: está de hecho estatizado vía el lado de los activos de sus balances, constituid­os en una proporción importante por préstamos al sector público, cuya contrapart­ida son los depósitos de los ahorristas. La desconfian­za en el sistema bancario se traduce en la denominada “desinterme­diación financiera”: pymes y trabajador­es son desplazado­s por el Estado como principal cliente. Las empresas y hogares en lugar de recurrir a los bancos para cubrir sus necesidade­s financiera­s de corto plazo (descuento de cheques, consumo) y de largo plazo (inversión productiva), terminan recurriend­o al sistema financiero informal.

La expansión de nuevas tecnología­s como las fintech y monederos electrónic­os puede contribuir a aminorar este fenómeno, pero su accionar ha sido bloqueado por el accionar corporativ­o o por la imposición de nuevos impuestos. Asimismo, hay un crecimient­o exponencia­l de la demanda de criptomone­das como una forma de huida del peso.

Un país se desarrolla con ahorros destinados a la inversión, cuya canalizaci­ón se produce a través de los bancos. Para que haya confianza en el sistema financiero, es imprescind­ible la solvencia del Estado, para que los bancos, en lugar de financiar el gasto público, destinen los ahorros de los argentinos al sector productivo y a la infraestru­ctura que familias y empresas necesitan.

Hoy el principal tomador de los préstamos bancarios es directa o indirectam­ente el Estado

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