LA NACION

Después del Brexit, los pasajeros del Eurostar quedarán mucho más lejos de Bruselas

Incertidum­bre sobre el futuro del veloz tren tras la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea

- Matina Steves-Gridneff THE NEw YORK TIMES

A BORDO DEL TREN LONDRESBRU­SELAS.– Cuando el tren estaba a punto de sumergirse bajo el Canal de la Mancha, Mutjaba Rahman terminó de tipear apuradamen­te un mail en su celular y apretó la tecla “enviar”.

Poco después, tras ese breve lapso de oscuridad y vacío que le tapó los oídos y bloqueó la señal de su celular, Rahman ya surcaba a toda velocidad los campos de Francia. “Ese ratito entre que entrás y salís del túnel es un excelente momento para pensar”, dice Rahman.

Y en lo que más piensa Rahman últimament­e es en el Brexit. Antes era funcionari­o del gobierno británico y contribuía a estrechar aún más los lazos económicos entre su país y la Unión Europea (UE). Ahora, Rahman es consultor privado y asesora a sus clientes sobre los riesgos que enfrenta Gran Bretaña ante su retiro del bloque regional.

Rahman es uno de los tantos abogados, economista­s, periodista­s y expertos en comercio internacio­nal que convirtier­on el tren de alta velocidad conocido como Eurostar en un emblema de ese mundo sin fronteras que la UE llegó a representa­r.

A merced del Brexit

Irónicamen­te, el Eurostar, que la semana pasada cumplió 25 años, ahora se ha convertido en el medio de transporte que usan para desarmar la relación que antes se esmeraron por cimentar.

Para quienes viven en Londres, el Eurostar hizo que los fines de semana en París, Bruselas, o ahora incluso Ámsterdam, sean fáciles, rápidos y relativame­nte accesibles.

Entre los pasajeros frecuentes del Eurostar se cuentan los negociador­es británicos que trabajan para sacar a su país de la UE, que deben viajar hasta dos veces por semana a Bruselas para mantener reuniones sobre el conflictiv­o divorcio.

Y después están los otros viajeros, como Rahman, cuyas vidas profesiona­les dependen de esos vínculos que ahora se están cortando.

Si el Brexit finalmente ocurre, tal como parece, las facilidade­s de las que esos pasajeros gozaban, como los mínimos controles de inmigració­n, segurament­e cambiarán.

De hecho, hasta el destino mismo del Eurostar pende de un hilo. Por el momento, la empresa concesiona­ria está en alerta y a la espera.

Sin embargo, la venta de pasajes sigue a toda velocidad. En agosto, un récord absoluto de 1 millón de pasajeros usó el Eurostar. En 2017 y 2018, la empresa informó ganancias récord, ha fortalecid­o su campaña de marketing, potenciado sus ventas a turistas norteameri­canos, y el tren crece como el preferido de los viajeros que cuidan el medio ambiente.

Pero el futuro del Eurostar depende mucho de la forma que tome finalmente el Brexit. Un Brexit “duro” sería catastrófi­co para el negocio.

Los informes que se filtraron a la prensa durante este año predicen que un Brexit duro gatillaría largos y estrictos controles migratorio­s de las autoridade­s francesas, que generarían filas de espera de hasta 15.000 personas en la estación de St. Pancras.

Funcionari­os y expertos predicen que la empresa no sobrevivir­ía ni tres meses en ese escenario adverso. Pero Eurostar asegura que ese escenario apocalípti­co es “erróneo”.

“Venimos trabajando estrechame­nte con los gobiernos de ambos lados del Canal, incluido el Departamen­to de Transporte, para garantizar las operacione­s tanto en un escenario de acuerdo como en uno sin acuerdo”, dice Rosie Jones, vocera de Eurostar.

Por el momento, el Eurostar sigue cruzando el Canal a toda velocidad varias veces al día, catapultan­do a su tribu de viajeros frecuentes de una capital europea a otra. Las vidas personales y profesiona­les de muchos giran en torno a esa ruta, y así tendrá que seguir siendo en la era post-Brexit.

Toda la vida adulta de Rahman, por ejemplo, ha girado en torno al Eurostar. Británico de nacimiento, Rahman se interesó desde chico en la política de la Unión Europea, y fue su tema de especializ­ación en la universida­d.

Rahman dice que las semillas del Brexit ya estaban en germinació­n desde el inicio de la relación de Gran Bretaña con Europa.

“Gran Bretaña siempre quiso extraer todos los beneficios económicos de ser miembro del club, sin aceptar ninguna de las consecuenc­ias políticas que implica”, dice Rahman. “Buscó retener el máximo de soberanía posible y nunca refrendó la integració­n política”.

Muchos de los que antes tomaban el tren en Bruselas para asesorar a las empresas de Londres sobre cómo influir en el marco regulatori­o de la industria en la UE, ahora viajan para aconsejarl­es cómo manejarse en la era post-Brexit.

Sebastian Vos es uno de ellos. Nacido en La haya, es un lobista de Bruselas que dirige el departamen­to de prácticas políticas para Europa de Covington, un estudio jurídico norteameri­cano.

Vos dice que muchos de sus clientes, entre ellos, grandes empresas tecnológic­as, no se irán de Londres a pesar de los cambios, y que de hecho seguirán sujetos en gran medida a las políticas de la UE.

Cuando Gran Bretaña abandone la UE, parte de su trabajo será asesorar a sus clientes sobre cómo seguir cumpliendo con las regulacion­es tanto europeas como británicas, y sobre cómo enfrentar la posibilida­d de que esas regulacion­es difieran.

“Si es que ocurre, el Brexit generará todo tipo de fricciones”, dice Vos, pero agrega que la consternac­ión inicial se ha ido desvanecie­ndo.

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Nyt Mutjaba Rahman, exfunciona­rio británico, usuario del Eurostar y crítico del Brexit

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