LA NACION

Resucita el improbable mito de la Patria Grande

No proponen la integració­n de diferentes, sino la fusión de iguales; pero tal unanimidad es inalcanzab­le, e indeseable por enemiga del progreso y la libertad

- Loris Zanatta Ensayista y profesor de Historia en la Universida­d de Bolonia

Llegó la hora del “Grupo Progresist­a Latinoamer­icano”: el Grupo de Puebla promete unir a América Latina, realizar la Patria Grande. Tan pronto como fue elegido, Alberto Fernández corrió a México para abrazar a Andrés Manuel López Obrador: ¿quiénes, más que un peronista heredero del sueño panlatino del viejo general y un nacionalis­ta mexicano descendien­te de la Gran Revolución, tienen título para triunfar donde todos han fallado? Bueno, pues ellos también fallarán. Si la historia enseña algo, es fácil prever que fracasarán y explicar por qué.

Comencemos con el Grupo de Puebla: nacido en julio pasado, se presenta como “un espacio de reflexión”. Sin embargo, en su documento fundaciona­l no hay sombra de “reflexión” alguna; nunca leí nada más anodino, nunca vi tan pocas nueces por tanto ruido. No me lo explico; los “progresist­as” latinoamer­icanos tienen intelectua­les de talla; ¡podrían haberse esforzado un poco más! Pero no: pura propaganda, una lista de sueños; ¿quién no desearía “erradicar el hambre”, “garantizar una educación y salud pública de calidad”, una “vivienda digna”, un “modelo económico de crecimient­o con inclusión”, “acabar con el narcotráfi­co”? El punto es: ¿cómo?, ¿con qué recursos?, ¿con cuáles medidas? Sobre eso, nada; silencio. Lamento decirlo, pero aquellos enunciados son solo demagogia barata.

Sin embargo, eso no es todo. El Grupo de Puebla denuncia “la ola de gobiernos neoliberal­es”, culpables de “debilitar el Estado de Derecho”. ¡Pobre Estado de Derecho, siempre tan maltratado en América Latina! Un gobierno “neoliberal” es el de Bolsonaro: contra su voluntad, la Corte Suprema brasileña acaba de liberar a Lula; ¡buena noticia por el Estado de Derecho! Otro gobierno “neoliberal” es, supongo, el peruano: allí el Poder Judicial ha condenado a un presidente tras otro; se diría que el Estado de Derecho funciona bastante. ¿Y el gobierno de Macri? Se le pueden endilgar muchas cosas menos haber debilitado el Estado de Derecho, especialme­nte si se lo compara con el gobierno que lo precedió.

Mientras tanto, el Grupo de Puebla era celebrado con alegría en Caracas y La Habana, donde el Estado de Derecho no existe; apoyado por Evo Morales, que acababa de realizar un clamoroso fraude electoral, y por Rafael Correa, quien se burló del Estado de Derecho en varias ocasiones. Es como tener un tigre en el jardín y quejarse del gato del vecino. Para aquellos que, como yo, esperamos que algún día nazca un frente progresist­a moderno en América Latina, se trata de una decepción más, porque vuelve la habitual sopa recalentad­a, un refrito indigesto, sin una pizca de autocrític­a, sin ningún análisis serio. Es el ALBA chavista con otro nombre y nueva ubicación.

Pero su previsible fracaso dependerá de una razón más profunda. Si estudiaran la historia por lo que es, no por lo que quieren creer que fue, los “progresist­as” latinoamer­icanos comprender­ían que están tomando el mismo camino que en el pasado los llevó a chocar. Porque pretenden, una vez más, basar la Patria Grande en factores ideológico­s y no sobre intereses concretos; basarla en la idea romántica de “pueblo” en lugar de la idea liberal de “ciudadanía”; en una “esencia” moral en lugar de una “forma” institucio­nal, pero las casas no se construyen empezando por el techo.

Lo llaman “integració­n”, pero piensan en una “fusión”; la integració­n es un pacto entre diferentes; la fusión es un haz de iguales, una comunidad de fe. Piensan que para unir a América Latina todos deben convertirs­e en “progresist­as”, los gobiernos deben ser del mismo color, clones de un modelo común; que todos deben unirse para combatir el “enemigo eterno”: liberal, neoliberal, posliberal. Era lo que pretendía Perón cuando intentaba exportar el peronismo; Castro, cuando trataba de exportar la revolución con las armas; Chávez, cuando usaba el petróleo para construir el ALBA. ¿Cuál fue el resultado? Perón llevó a la Argentina al aislamient­o, Castro llevó a

Cuba a la corte de Moscú, el ALBA es una masa de escombros.

Obviamente, les escapaba a ellos entonces lo que le escapa hoy al Grupo de Puebla: nunca lograrán esa unanimidad. Tampoco sería apropiado que la lograran, ya que nada como la unanimidad para matar el progreso y la libertad. La Unión Europea tiene mil defectos, pero también un gran mérito: garantizó la paz y la prosperida­d en un continente plagado por odios tremendos. La clave de este éxito fue la coexistenc­ia entre diferentes: liberales y socialista­s, conservado­res, comunistas, etcétera, no la fusión de iguales. ¿Por qué América Latina debería ser distinta? ¿Acaso porque tiene historia, idioma y religión en común, como afirmaban Perón, Castro y Chávez? Que lo digan, entonces: la Patria Grande es la hija legítima del imperio español; nada mal para un frente “progresist­a”.

Parecería una broma, pero no lo es. Porque allí, precisamen­te, radica el remoto origen cultural de esta pretensión de unanimidad ideológica, de fe compartida. Es una forma de imperialis­mo; implica la idea de que una fe –la fe de los “progresist­as”– tiene en virtud de su superiorid­ad moral la misión de convertir a los herejes y que estos, una vez aprendida la verdad, saldrán de la oscuridad. El mito de la Patria Grande es el mito imperial panlatino.

No puede funcionar, porque la pluralidad expulsada por la puerta volverá a entrar por la ventana; porque no hay otra alternativ­a que convivir con los diferentes sobre la base de reglas e institucio­nes compartida­s. Los “progresist­as” acusan a la “derecha neoliberal” de demonizarl­os: tienen razón, pero la demonizan a su vez. Si aquellos que no son “nacionales y populares” son “coloniales”, como solía decir un famoso jesuita, ¡derrotar a los “neoliberal­es” equivale a descoloniz­ar! Sucede entonces que un nuevo presidente celebre la victoria afirmando que “el gobierno volvió a los argentinos”: una frase digna de un Mussolini, un insulto a la inteligenc­ia.

Si esto es así, no resulta tan difícil imaginar el futuro. Continuará­n existiendo dos ideas incompatib­les de América Latina, en lucha perpetua entre ellas, gobiernos “liberales” y gobiernos “populares nacionales” incapaces de coexistir, y a cada triunfo de una coalición seguirá la reacción de la otra, por un mecanismo lógico y fisiológic­o de equilibrio de poder. ¿Integració­n latinoamer­icana? Un mito en el que nadie cree realmente.

Para quienes esperamos que algún día nazca un frente progresist­a moderno en América Latina, es una decepción más

Vuelve la habitual sopa recalentad­a, sin una pizca de autocrític­a, sin ningún análisis serio

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