LA NACION

Maradona dejó de ser el Diego de la gente

- Francisco Schiavo

No hay nada peor que un corazón roto, despechado. Si Diego Maradona de verdad renunció en nombre de los códigos, ¿cómo podrá sentirse el hincha de Gimnasia que de un día para el otro lo adoptó como ídolo sin que mediara ningún vínculo? Maradona dejó huérfana a la gente de Gimnasia. Esta vez no fue el Diego de la gente.

Maradona le soltó la mano a aquel que lo tatuó en la piel con la camiseta de Gimnasia. Hizo algo parecido con el artista que pintó una pared de su casa o con el simpatizan­te que juntó monedas para ponerse al día como socio y verlo dentro de la cancha. En su presentaci­ón, Diego lloró. En su despedida, las lágrimas son de otros, los que tienen mucho más para perder; los que, acaso, perdieron todo. Por una ilusión despojada o, mejor dicho, fugada en el momento oportuno. Raro. Porque Maradona siempre estuvo atento a las necesidade­s populares. No solo en el deporte.

En Gimnasia, Maradona dirigió ocho partidos, con tres triunfos, ninguno en La Plata, con el agregado de la caída en el clásico con Estudiante­s. Lo suyo pasará por otro costado. Gimnasia, segurament­e, habrá reaccionad­o en la tesorería por el efecto catarata de un apellido ilustre. Pero deportivam­ente habrá sumado poco y nada. Si antes estaba complicado, qué le quedará al sucesor de la leyenda.

El plantel por el que él juró pelearla hasta el final le imploró. El presidente saliente, Gabriel Pellegrino, según cuentan, trató de convencerl­o. Los opositores en la inminente elección vociferaro­n que Maradona siempre sería parte del proyecto. ¿Hacía falta algo más? Según las partes, Pellegrino podría haber seguido en un cargo vinculado con el fútbol, por más que no participar­a activament­e en las elecciones. Oportuno. El paso al costado de Maradona fue oportuno.

Gimnasia hizo sentir vivo a Maradona en el fútbol argentino cuando nadie lo llamaba. La expareja del exDiez, Rocío Oliva, deslizó que el entrenador ya tiene propuestas de otros equipos de Primera, quizá, bastante lejos del embudo que llevaba al Lobo directo al descenso. El tiempo, dicen, acomoda todo. Tal vez esto también.

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