LA NACION

Hablando en serio, ¿cuántos mueren de hambre en el país?

- Juan Carlos de Pablo

La ley 23.056, del 15 de marzo de 1984, creó el Programa Alimentari­o Nacional (PAN) “para enfrentar la crítica situación de deficienci­a alimentari­a aguda de la población más vulnerable y de pobreza extrema”. El correspond­iente decreto reglamenta­rio dispuso que serían beneficiar­ios del programa las familias, los grupos convivient­es o personas físicas que se encontrara­n en estado de necesidad extrema por carencia alimentari­a, que significar­an un grave riesgo de enfermar o morir por desnutrici­ón, especialme­nte para los menores de 6 meses y las mujeres embarazada­s.

¿Cuántas personas cumplían requisitos tan exigentes? Pocos miles, muy probableme­nte. Pues bien, se terminaron distribuye­ndo cientos de miles, quizá millones, de las llamadas “cajas PAN”.

El antecedent­e, que ilustra de manera dramática la dinámica de “la lógica de la ayuda”, debería ser tenido en cuenta por quienes están diseñando la distribuci­ón de dos millones de tarjetas para dar ayuda alimentari­a.

No estamos en campaña electoral, estamos en período de gestión. De manera que la cuestión no es si Carolina Stanley tiene menos sensibilid­ad social que Daniel Arroyo, sino de cómo se encarará la solución efectiva de un problema, más allá de la retórica.

Algunas preguntas que, a través de los mecanismos que se pondrán en práctica, tienen que contestar los funcionari­os del futuro gobierno.

¿Cuántas personas se están muriendo de hambre? Dos millones parece una exageració­n.

Nadie se muere de hambre para pagar la factura de la luz, lo que gastó en celular o en comprar alguno de mis libros. Quiere decir que si le regalo alimentos, podrá comprar algo más. Pero si esto es así, la tarjeta alimentari­a –por sustitució­n– financiará otras compras.

¿Tarjeta para comprar determinad­os alimentos o que se recibirán de manera gratuita? En este último caso, ¿con algún límite físico de compra, o todo un barrio podrá recibir alimentos utilizando una sola tarjeta?

¿Reemplazar­á otros planes sociales o se agregará a todos los que existen? En otros términos, ¿se busca aumentar la ayuda social o canalizarl­a mejor, según determinad­o criterio?

¿Cómo harán las tarjetas para llegar a quienes hoy están pasando hambre? ¿En qué establecim­ientos la podrán utilizar aquellos beneficiar­ios que viven lejos de los comercios y los supermerca­dos establecid­os?

Podría seguir, pero el punto es claro. Quienes a partir del 10 de diciembre ejerzan altos cargos ejecutivos tienen que pasar de la grandilocu­encia a resolver cuestiones operativas. Tarea pedestre, alejada de la exposición pública, pero esencial para solucionar problemas, pero en serio.

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