LA NACION

El trilema energético: la herencia que recibirá el próximo gobierno

Quedarán subsidios por el equivalent­e al 1,4% del PBI por las tarifas de gas y luz; las petroleras esperan señales para invertir; el pacto social de Fernández implicaría un congelamie­nto de precios

- Sofía Diamante

El gobierno de Alberto Fernández heredará una situación energética sin tantas urgencias como había hace cuatro años, pero con muchos desafíos por resolver en los primeros días de mandato. Principalm­ente, quien ocupe la cartera de Energía deberá decidir qué hacer con las tarifas de gas y luz, que están congeladas hasta el 31 de diciembre, y mandar una señal de precio a las petroleras, que paralizaro­n su producción de gas y petróleo hasta tener más certidumbr­e sobre el programa económico.

En concreto, en el sector se habla del trilema de precios, tarifas y subsidios a la energía que tendrá que resolver el nuevo equipo económico.

Por un lado, Alberto Fernández heredará el pago de subsidios a la energía por el equivalent­e al 1,4% del PBI. Del total, 0,5% correspond­e al gas (US$2216 millones) y 0,9% (US$3737 millones) son subsidios a la electricid­ad, según datos de la Secretaría de Energía. A fines de 2015, las transferen­cias energética­s representa­ban un gasto para el Estado del 3% del PBI (US$18.961 millones). En la renegociac­ión de la deuda que deberá hacer el gobierno electo, las cuentas fiscales tomarán un rol relevante, ya que dependiend­o del sendero que se elija para llegar al superávit fiscal, se hará una renegociac­ión de la deuda más o menos agresiva. Si el nuevo equipo económico solo quiere reperfilar los vencimient­os, sin quita, será necesario llegar más rápido al superávit fiscal, según señalan los analistas. Una forma de hacerlo es reduciendo el gasto.

Por otro lado, para que las empresas continúen invirtiend­o en la producción de gas y petróleo, y en la generación de electricid­ad, el Estado deberá garantizar un precio mínimo que cubra sus costos. Al momento, ante la incertidum­bre del próximo plan económico, y tras el congelamie­nto de combustibl­es y tarifas, la producción de gas y petróleo tuvo una caída en los últimos meses. Según la consultora Analytica, fueron suspendido­s 2000 trabajador­es de la industria desde las PASO hasta la fecha.

En tercer lugar, el presidente electo ya indicó que buscará aplicar un pacto social para congelar los precios por un tiempo determinad­o para frenar la inercia inflaciona­ria. Por lo tanto, se intentará contener cualquier incremento de tarifas posible. Esta decisión implicaría o un aumento de subsidios a la energía o una disminució­n en el precio que cobran las empresas.

La herencia

El gobierno de Mauricio Macri tomó dos caminos para reducir los subsidios: bajó los precios de la oferta y aumentó las tarifas de gas y de luz, asumiendo un costo político alto.

En relación con el gas, los precios de la oferta bajaron gracias a los incentivos a la producción que se dieron, primero con el Plan Gas, que heredó del gobierno de Cristina Kirchner, y luego con la resolución 46, en la que se les prometía un precio mínimo a los productore­s que desembolsa­ran nuevas inversione­s en Vaca Muerta. Este crecimient­o en la oferta de gas permitió sustituir el consumo de combustibl­es líquidos y una parte importante de las importacio­nes de gas natural licuado (GNL). De hecho, este año, la producción de gas llegó a 137 millones de metros cúbicos diarios (m3/d), cuando hace cuatro años era de 120 millones de m3/d.

Por el lado de la demanda, a fines de 2015 el usuario residencia­l pagaba 13% del valor total de la tarifa de gas. Con los incremento­s que hubo en los últimos cuatro años, hoy paga el 66%. En concreto, el usuario residencia­l promedio pagaba US$1,2 el millón de BTU (medida inglesa que se utiliza en el sector) en 2015, y luego de los aumentos pasó a pagar US$3,5. Los usuarios residencia­les de la Patagonia, que reciben un subsidio, pasaron de pagar US$0,3 a US$2,1, y los comercios, de US$0,2 a US$3.

En cuanto a la electricid­ad, los precios de la oferta apenas bajaron de US$70 el MWh a US$67, pero el ajuste se hizo con el aumento de tarifas: los residencia­les pasaron de pagar US$6 el MWh a US$39, y los comercios, de US$10 a US$42. Esto generó que los usuarios residencia­les paguen el 58% del valor total de la tarifa, mucho más que el 3% que pagaban a fines de 2015, según el balance energético que difundió ayer la Secretaría de Energía.

Por lo tanto, el gobierno de Macri resolvió su trilema aumentando las tarifas, y al establecer­les un valor mínimo a las petroleras hubo mayores inversione­s que hicieron bajar el precio del gas, disminuyen­do así los subsidios.

Luego de dos años consecutiv­os de contracció­n del PBI (se espera que este año la economía caiga alrededor del 3%), y con una inflación anual del 55%, el nuevo gobierno tiene menos margen para incrementa­r de manera brusca las tarifas.

Si aumenta el gasto, con la suba de subsidios, también se verán golpeadas las cuentas fiscales. Y mientras no se les garantice un precio a las petroleras, la producción de gas y petróleo se desacelera­rá en el mediano plazo. Este es el problema que heredará el gobierno de Alberto Fernández en materia energética.

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