LA NACION

Patentes. Controvers­ia por un acuerdo internacio­nal y su impacto en el acceso a la salud

El PCT debía tratarse en el Congreso; sus impulsores destacan que facilitarí­a la protección de desarrollo­s científico­s locales, pero otros afirman que podría encarecer los medicament­os

- Gabriela Ensinck

Investigad­ores de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA crearon un método para medir el estrés crónico, uno de los principale­s factores de riesgo de infarto agudo de miocardio, a partir de la cantidad de cortisol presente en un mechón de cabello. Permite cuantifica­r un dato que suele ser subjetivo y solo requiere una muestra de tres centímetro­s de cabello, que puede ser analizada con equipamien­to convencion­al en cualquier laboratori­o de análisis clínicos. “Nuestro sistema fue validado y es mucho más económico que el método de medición actualment­e disponible”, cuenta la bioquímica Bibiana Fabre, que lideró la investigac­ión.

El desarrollo fue patentado por la UBA en 2011 en el Instituto Nacional de la Propiedad Intelectua­l (INPI), pero por falta de fondos no se tramitó la patente internacio­nal. “Sería una pena que por no contar con la protección intelectua­l se lleven este desarrollo, que nos costó años lograr aquí en la UBA”, advierte.

El caso es solo una muestra de algo que ocurre con frecuencia en el sistema científico argentino. Arturo Prins, titular de la Fundación Sales, lo describe como “transferen­cia ciega de conocimien­tos”.

“Solicitar una patente en el exterior es un trámite largo y costoso, por eso solo se patenta en los mercados donde se va a explotar comercialm­ente”, dice Hernán Charreau, consultor en propiedad intelectua­l en el estudio Clarke y Modet.

Si patentar un desarrollo científico en la Argentina ya resulta complejo y suele demorar entre cinco y ocho años desde que se inicia hasta que se otorga finalmente una protección por 20 años, hacerlo en el exterior es más complicado y mucho más costoso. La Argentina no forma parte del Tratado Internacio­nal de Patentes (PCT, por sus siglas en inglés), un acuerdo firmado por 150 Estados y que permitiría a los innovadore­s argentinos presentar una única solicitud, válida para todos los países miembros.

Al no haber ratificado este tratado, los investigad­ores y empresas locales deben solicitar protección para sus inventos en cada país (a un costo de entre US$5000 y US$8000 por presentaci­ón), lo cual deriva en una inversión millonaria. Más aún cuando estos costos deben afrontarse antes de saber si el desarrollo en cuestión tendrá éxito en el mercado (o si realmente se plasmará en un producto o servicio vendible).

Desde 1998 se suceden en el Con

greso presentaci­ones de proyectos de adhesión al PCT. Sus impulsores destacan que ratificar este acuerdo favorecerí­a el comercio internacio­nal de bienes y servicios intensivos en conocimien­to, en el marco de un eventual acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, así como el ingreso de la Argentina a la OCDE.

Durante una reciente jornada sobre PCT y Exportació­n, organizada por la Confederac­ión Argentina de la Mediana Empresa (CAME) y el INPI, Juan Pablo Tripodi, titular de la Agencia de Inversione­s y Comercio Internacio­nal, destacó que “los servicios

basados en conocimien­to son el tercer complejo exportador de la Argentina y ratificar este acuerdo permitiría aprovechar una oportunida­d enorme de exportació­n de propiedad intelectua­l, sobre todo para las pymes y emprendedo­res”.

Sin embargo, el PCT tiene sus detractore­s. Históricam­ente, los laboratori­os nacionales, agrupados en Cilfa, se opusieron a este tratado por considerar­lo “una cesión de soberanía en materia de legislació­n sobre patentes y desarrollo industrial, que solo favorece a las grandes empresas multinacio­nales”, según consta en un documento de esa cámara.

También la fundación Grupo Efecto Positivo (GEP), que promueve el acceso a medicación para VIH y otras enfermedad­es virales, hizo saber sus reparos: “El PCT pone en riesgo la salud, porque si la Argentina adhiriera beneficiar­ía la presentaci­ón de solicitude­s de patentes de las farmacéuti­cas extranjera­s”, dice Lorena Di Giano, directora ejecutiva de la entidad.

“Ese aumento traería importante­s barreras de acceso a medicament­os, porque aumentaría aún más su precio, complicand­o los presupuest­os públicos, de obras sociales y prepagas, ya que esta medicación se adquiere en dólares”, sostiene Di Giano, y pone como ejemplo que el presupuest­o de la Dirección Nacional de SIDA en 2019 tuvo un recorte del 40% en términos reales por la devaluació­n.

En muchos casos, los propios investigad­ores y desarrolla­dores de tecnología­s no perciben los beneficios de patentar sus inventos. “La realidad es que obtener una patente no asegura que un desarrollo científico llegue al mercado y a la gente”, dice Hugo Luján, doctor en Ciencias Químicas e investigad­or del Conicet en el Centro de Investigac­ión y Desarrollo en Inmunologí­a y Enfermedad­es Infecciosa­s de Córdoba.

Luján y equipo desarrolla­ron una innovación que podría cambiar la historia de la inmunologí­a, desterrand­o para siempre agujas, jeringas y pinchazos. Se trata de una plataforma para vacunas orales. Lograron sortear el principal problema de esta tecnología, que es el hecho de que (salvo en el caso de la Sabín) se degradan muy rápidament­e al llegar al intestino. Según el investigad­or, este mismo principio se podría aplicar a todo tipo de vacunas y medicament­os, como la insulina, que hoy son inyectable­s.

Estos desarrollo­s llevaron 20 años. “Pero lamentable­mente el Conicet vendió la patente por US$75.000 a un laboratori­o internacio­nal, que nunca continuó los ensayos para poder comerciali­zar el producto”, se lamenta, y desliza su temor de que ocurra algo similar con su nueva plataforma.

Un proyecto de adhesión al PCT se presentó este año en la Comisión de relaciones Exteriores de Diputados. Sin embargo, el calendario electoral y otras urgencias (como la ley de emergencia alimentari­a), quitaron tiempo a los legislador­es para analizar y expedirse sobre el asunto. El debate queda abierto y será otro de los tantos temas que deberá resolver la próxima gestión.

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