LA NACION

Uruguay, con un futuro complicado

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El domingo próximo, en Uruguay, tendrá lugar la segunda vuelta de las elecciones presidenci­ales entre Luis Lacalle Pou y Daniel Martínez, candidatos, respectiva­mente, por el Partido Nacional y por el Frente Amplio, fuerza que ha venido gobernando ese país durante los últimos 15 años. Con el resultado del ballottage quedará definitiva­mente sellado el fin de un muy mediocre ciclo de gobierno, iniciado en 2005 y protagoniz­ado por la izquierda en el poder.

El pronóstico para quien finalmente se imponga en la contienda no es alentador, habida cuenta de que la herencia que recibirán dista de merecer aplausos.

El país vecino solo pudo crecer a un promedio del 1,6% anual a lo largo de la gestión de presidente­s de izquierda, que no lograron nunca proyectar la cuota de confianza que los inversores externos e internos demandan. Este año, el crecimient­o rondará apenas el 0,4%, lo que podría quizás atribuirse, al menos parcialmen­te, a la incertidum­bre propia de los momentos electorale­s.

Con condicione­s externas adversas, un desempleo del orden del 9,47% –el más alto de los últimos doce años– y un endeudamie­nto público del 63,4% del PBI será cuanto menos difícil seguir consiguien­do financiami­ento, lo cual abre una nueva etapa nada sencilla de conducir. Entre otras cosas, porque a lo dicho se agrega la existencia de una presión impositiva alta, pese a lo cual Uruguay debe encontrar maneras de convocar y atraer a los inversores.

Hay versiones que sugieren que podría haber un alza en los impuestos al patrimonio, lo que, obviamente, lejos de constituir un aliciente, plantea una razón más para no apostar al futuro de la economía uruguaya, que, en rigor, depende en gran parte del recorte de su abultado gasto público.

Las referidas versiones anticipan también la puesta en marcha de un esquema de retencione­s que, siguiendo el modelo argentino, puede convertirs­e en un freno significat­ivo para cualquier posible reactivaci­ón. Bien hemos comprobado en la Argentina que las retencione­s son una de las principale­s causas de la anemia de nuestras maltrechas economías.

Correspond­e también contabiliz­ar el desplome del flujo de ingresos provenient­e del turismo de los argentinos, víctimas de una profunda recesión en nuestro país.

Las razones para el optimismo no abundan. Más bien, todo lo contrario. Superar exitosamen­te la situación de estancamie­nto actual no será, para el próximo gobierno oriental, una tarea ni simple ni rápida.

Es de esperar que las nuevas autoridade­s comprendan la particular­idad del momento y actúen en consecuenc­ia.

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