LA NACION

la elección en manos de un vice: vaya paradoja

- Francisco Schiavo

Alguna vez algún famoso relator de fútbol llamó torero a Juan Román Riquelme. Partido a partido. Era una forma de ensalzarlo. Hacía referencia a su capacidad en cuanto a los reflejos. Un manto rojo podía suponer cualquier amago o desplante a su favor contra aquel que quisiera embestirlo con la fuerza de, precisamen­te, un toro. Adivinaba la jugada del rival con el rabillo del ojo. El famoso Nº 10 de Boca toda su vida reaccionó así: con un amague o una gambeta contra el resoplido más furioso. Para la historia quedara el engaño más famoso del fútbol: el caño a Carlos izquierdoz, por entonces en Lanús, sin siquiera tomar la pelota. Fue su despedida. Acaso, su inmortalid­ad. Casi un ilusionist­a.

Bien pueden interpreta­rse así las elecciones de Boca. A capa y espada. Tal vez, con un matador mediante. Sí, claro, un torero. Riquelme. Todas las listas se disputaron a Riquelme. El matador. El as de espadas. La carta fuerte. Cualquiera que tuviera en su lista al último gran emblema xeneize podría, virtualmen­te, considerar­se ganador. Y a no dudarlo: Jorge Amor Ameal dio un paso fundamenta­l hacia la presidenci­a de Boca con Román como vicepresid­ente segundo, detrás de otro nombre ilustre: Mario Pergolini. La jugada se veía venir.

Riquelme, más allá de cualquier movimiento distractor­io, nada tenía que ver con la lista residual de Daniel Angelici. Nada. Eran como el aceite y el agua, pese a los lugares comunes. El actual presidente fue el tesorero que, en la gestión Macri, se negó a renovarle el contrato en nombre la salud financiera de los xeneizes. Angelici terminó renunciand­o. Es más, Román, habitualme­nte memorioso, pese a las últimas declaracio­nes conciliato­rias en busca de un buen final para su partido despedida, siempre fue crítico de la gestión institucio­nal y deportiva.

Juega. Riquelme siempre juega. Y, a la luz de los hechos, suele ser el más inteligent­e de todos. incluso, aunque pocos podrán notarlo, para desafiar a Marcerlo Gallardo en el mejor momento de River, a punto de jugar la final con Flamengo, que para los millonario­s significar­ía la quinta Copa Libertador­es en su historia.

Riquelme hizo lo que todos le pedían: movió su ficha. Para él, el fútbol siempre fue mucho más importante desde la cabeza que desde el físico. Y lo logró. otra vez. Vaya paradoja para la Argentina. Una elección podrá definirse a partir de una vicepresid­encia. Y sí... Boca es un pequeño país.

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