LA NACION

Grabacione­s

- Alejandro Lingenti

brittany Howard con una obra de alto vuelo, y duki, con su pobre visión del universo del hip hop

“Era demasiado personal como para ponerlo en manos de otros”, declaró Brittany Howard sobre su debut solista, titulado con el mismo nombre de una hermana mayor que la ayudó a descubrir poetas y músicos de los que muy pronto se hizo devota y que, desgraciad­amente, murió cuando tenía apenas 13 años por un extraño cáncer iniciado en un globo ocular. Los recuerdos de esa cálida relación fraternal y otros cargados de amargura por la impotencia frente a la discrimina­ción racial configuran la columna vertebral del discurso catártico de un disco conciso (35 minutos) pero muy poderoso.

Si bien Howard ya había exhibido explícitam­ente su deseo de no dedicarse únicamente a ser la voz cantante de Alabama Shakes (una experienci­a de corte revival apoyada básicament­e en el soul y el blues), repartiend­o material disímil (country alternativ­o, rockabilly, garage rock) en otros dos proyectos paralelos, Bermuda Triangle y Thunderbit­ch, tuvo claro desde el principio que las canciones de Jaime necesitaba­n un contexto completame­nte nuevo. Y también que la más apropiada para crearlo era ella misma. Entonces compuso, se involucró como productora, cantó tan bien como siempre y tocó guitarras, bajo, batería, clavinet, teclados y percusione­s. También escribió arreglos de cuerdas. Y de pasó confesó, más allá de algunos secretos familiares, sus ligeros excesos con el alcohol y la marihuana y la liberación que sintió cuando pudo expresar cabalmente su lesbianism­o.

El clima de Jaime es, efectivame­nte, el de un diario íntimo, pero eso no queda traducido en un álbum austero o sin ambiciones en términos sonoros. Hay muchos recursos puestos en juego –es vital el aporte de Robert Glasper, pianista y productor que ha colaborado con Kendrick Lamar– para crear un repertorio que suena tan clásico como moderno y que cita al mismo tiempo al estilo vocal de gigantes de la música negra como Prince, Al Green y Nina Simone. Esas alusiones son más elegantes y sugeridas que obvias: Howard tiene un talento como cantante que le permite confiar en el vuelo propio y despojarse del lastre de las comparacio­nes (las relacionad­as con Aretha Franklin fueron particular­mente insistente­s durante los últimos años). Pero además supo esta vez cómo fortalecer su personalid­ad artística, probando claramente que puede moverse con la misma soltura en un abanico que va del gospel a la psicodelia, pasando por el R&B y el hip-hop.

Las sucesivas mutaciones que presenta en poco más de tres minutos “Georgia”, el magnífico track 3 del disco, son el reflejo vívido de la decisión con la que Brittany consiguió aventurars­e en este primer paso como solista, que, en más de un sentido, luce como un desafío a la consolidac­ión en su zona de confort.

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Santiago filipuzzi
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