LA NACION

Trump y sus aranceles confunden al mundo

La imprevisib­ilidad del presidente de EE.UU. y las demandas chinas complican el fin de la disputa

- Texto Ana Swanson | THE NEW YORK TIMES

Cuando los asesores del presidente estadounid­ense, Donald Trump, sugirieron que Pekín volviera a comprar alrededor de US$20.000 millones de productos agropecuar­ios estadounid­enses como parte de un acuerdo comercial, Trump no estuvo contento. En un reto dramático en público a su gabinete, dijo que presionó a su equipo para que esa cifra se triplicara, luego la redujo un poco y pidió hasta US$50.000 millones en compras anuales.

“Mi gente había conseguido US$20.000 millones”, recordó Trump en una reunión de gabinete del 21 de octubre. “Y yo dije: ‘Quiero más’. Ellos dijeron: ‘Los productore­s no pueden cubrir esa demanda’. Yo dije: ‘Díganles que compren tractores más grandes. Es muy simple.’” Los miembros del gabinete reunidos con Trump se rieron.

Trump ha incorporad­o su caracterís­tico amor por el show mediático a las negociacio­nes comerciale­s con China, inyectando drama público en procedimie­ntos comúnmente aburridos. Ha alternado muestras de ira y calidez hacia Pekín y asumido el rol del negociador insaciable, combinando el reclamo de metas ambiciosas en un pacto comercial con amenazas aún mayores hacia China para el caso de que no acepte sus términos.

Pero pasado ya un año y medio desde el comienzo de la mayor guerra comercial en la historia moderna, el abordaje de Trump aún no ha producido el gran final que deseaba. En cambio, las tácticas ultimatist­as del presidente Trump parecen haber hecho aún más difícil llevar a un cierre las complejas negociacio­nes comerciale­s y han exacerbado la incertidum­bre económica en todo el planeta.

Pese al anuncio de Trump del 11 de octubre de que Estados Unidos y China habían llegado a un acuerdo comercial histórico de la Fase 1, en realidad la firma de un acuerdo se ha demostrado elusiva. Ambas partes siguen negociando y podrían finalizar un acuerdo en las próximas semanas, si los negociador­es deciden ceder. Pero Trump sigue dando señales contradict­orias respecto de si realmente quiere un acuerdo y si alguna vez eliminará algo de los aranceles aplicados a productos chinos por valor de US$360.000 millones.

“Estamos hablando de miles de millones de dólares en dinero de aranceles cobrados a China”, dijo Trump el 8 de noviembre. “Me gusta nuestra situación mucho. Ellos quieren un acuerdo mucho más que yo, pero podríamos tener un acuerdo”.

Una guerra comercial prolongada ofrece a Trump algunas ventajas políticas: le permite mantener una postura dura en público frente a China y evitar las críticas de los demócratas de que está cediendo a Pekín.

Pero a las empresas no les resulta divertido. La lucha comercial que no cede prolonga los padecimien­tos financiero­s para los productore­s agropecuar­ios, las compañías y los consumidor­es estadounid­enses, paralizand­o las firmas que dependen de los flujos robustos de comercio entre las dos mayores economías del mundo.

Ejecutivos de todo el mundo dicen que no tienen más alternativ­a que posponer contrataci­ones e inversione­s, asegurarse de que cualquier nueva expansión no se vea perjudicad­a por políticas no previstas y conservar dinero.

La incertidum­bre pesa sobre la economía de Estados Unidos, en particular la manufactur­a, que ha estado en baja en los últimos meses. El crecimient­o económico chino se ha desacelera­do a su tasa más baja en casi tres décadas, mientras que Alemania apenas ha evitado caer en la recesión.

“Es llamativo que en casi todos los rincones del mundo tensiones geopolític­as amenazan con frenar el crecimient­o”, dijo en un discurso la semana pasada John Williams, presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York. “La incertidum­bre creada por los actuales eventos sin duda está teniendo un efecto duradero sobre las condicione­s económicas que vivimos hoy”, añadió.

Las actitudes teatrales de Trump no se limitan a China. Ha inyectado actitudes similarmen­te dramáticas en sus negociacio­nes comerciale­s con otros socios, incluyendo Europa, Japón, Canadá y México, amenazándo­los públicamen­te con aranceles y sugiriendo que podría dejar atrás a algunos socios comerciale­s.

El presidente dice que su modo de hacer las cosas le ha dado ventajas y en algunos casos tiene razón. La amenaza de aranceles ha llevado a funcionari­os de México, Canadá, Japón y de otros países a hacer concesione­s que de otro modo podrían no haber hecho. También ha atraído a China, que depende fuertement­e de las exportacio­nes a Estados Unidos, a la mesa de negociació­n.

Pero la estrategia ahora puede estar desalentan­do a China de llevar las negociacio­nes a un cierre. La tendencia de Trump a vacilar e incrementa­r sus demandas ha hecho que China dude de ofrecer concesione­s, por temor a que le exijan más, dijo gente familiariz­ada con la política comercial china.

Ambas partes no han logrado fijar una fecha para una nueva reunión entre Trump y su contrapart­e chino, Xi Jinping, que se iba a dar en Chile pero fue cancelada debido a las protestas locales. Trump ha dicho que se hará la firma en “territorio rural” de Estados Unidos, pero los chinos han sido renuentes a compromete­rse a una reunión hasta que se concrete un acuerdo que incluya una reducción de aranceles.

Sin un plazo establecid­o, ambas partes no tienen la presión de una fecha para concretar el acuerdo. Pekín también está preocupado por la conducta impredecib­le de Trump, como se demostró con su abrupta partida de una reunión de alto perfil en febrero pasado en Vietnam con el líder de Corea del Norte, Kim Jong- un. Temen que Trumptermi­ne dando menos concesione­s de las que anticipan, lo que podría resultar en algo embarazoso para Xi, de acuerdo a gente familiariz­ada con su pensamient­o.

Trump sigue insistiend­o en que sus tácticas valen la pena, diciendo que es el único presidente lo suficiente­mente duro como para enfrentar a los chinos sin temer a las consecuenc­ias y que Estados Unidos saldrá mejor parado. Muchas empresas concuerdan en que China desde hace mucho se ha aprovechad­o de Estados Unidos y apoyan los esfuerzos de Trump para eliminar barreras comerciale­s y terminar con prácticas coercitiva­s que han creado desventaja­s para firmas estadounid­enses que operan en China.

Pero les molesta su postura que, repetidame­nte, ha elevado las tensiones, prolongand­o la pelea comercial mucho más de lo que la mayoría esperaba. La falta de resolución ha sido desalentad­ora, dado que muchos analistas creen que la administra­ción sólo está abordando las cuestiones más fáciles en su acuerdo de Fase 1, y deja los temas más contencios­os, como los subsidios que China da a su industria, para negociacio­nes posteriore­s.

El viaje en la montaña rusa ha sido exasperant­e para empresas que se benefician con la certidumbr­e y no pueden cambiar fácilmente su cadena de producción o acomodar envíos de productos que necesitan semanas para cruzar océanos. Las más recientes vueltas en las negociacio­nes con China han dejado a las firmas con incertidum­bre respecto de sí se impondría un arancel del 15% que la administra­ción Trump había amenazado con imponer el 15 de diciembre sobre otros US$160.000 millones de productos, incluyendo celulares, laptops y calzado, o si se mantendría­n aranceles del 15% impuestos a productos de consumo masivo en septiembre.

“Es más teatral esperar hasta último momento con esto” dijo Phil Levy, Jefe de economista­s de Flexport, que coordina envíos internacio­nales para compañías. “Realmente no le cae bien al mundo de las cadenas de producción globales”

Incluso los partidario­s de Trump tienen problemas a veces para ocultar su frustració­n con sus gestos de showman, que prioriza por encima de lo sustancial, y la sensación de que el presidente no quiere que termine la función.

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